¡Vuelve conmigo,mi cariño! romance Capítulo 262

Arturo se molestó mucho porque alguien interrumpió la conversación, miró a Claudia con cara de descontento.

—¿Por qué andas con tanta prisa?

Claudia respiró hondo.

—Hay un hombre en la puerta con un grupo de personas, dice que le entreguemos a su hermana.

Arturo y Cynthia se miraron. Podían suponer de quién se trataba sin siquiera decirlo.

—Saldré a echar un vistazo, quédate aquí.

No había mucha gente en la villa y afuera solo estaba Pablo, si se produjera algún conflicto tenía miedo de que saliera lastimada.

Cynthia se puso de pie. Si hubiera algún conflicto tampoco se escaparía escondiéndose en la casa.

Además, no pensaba que este hermano de Anastasia hubiera venido aquí para «salvar» a su hermana, más bien se habría enterado de que su hermana conocía a Arturo y había venido a chantajearle beneficios.

—Creo que no habrá conflictos mientras estés dispuesto a darle dinero.

Cynthia se burló de que había personas como la familia Sempere en el mundo.

El rostro de Arturo también estaba muy frío, tenía una contramedida en mente. Levantó la mirada hacia Cynthia.

—No dejaré que te hagan daño en mi territorio.

Luego salió rodando su silla de ruedas. Claudia lo siguió en silencio, mirando a Cynthia en secreto.

Pensó que Arturo realmente la trataba muy bien.

En la entrada, Sixto Sempere trajo a una decena de amigos de juergas. Como no encontraba a Anastasia y se enteró por su prima que Anastasia conocía a Arturo, trajo a estas personas a pedir a Arturo que le entregara a su hermana.

Arturo rara vez aparecía en público por sus piernas, todos en la Ciudad Blanca habían oído hablar de este nombre y conocían a esta persona, pero no mucha gente lo había visto. Sixto también era de los que solo conocían el nombre de Arturo y nunca lo había visto.

—Decidle a Arturo que salga, solo quiero preguntarle a dónde ha llevado a mi hermana.

Sixto estaba sentado junto a la fuente frente a la villa con un cigarrillo en la boca y un grupo de gánsteres detrás de él.

Arturo escuchó su voz tan pronto como llegó a la entrada, su rostro estaba sombrío, rodó su silla de ruedas hacia la puerta y dijo en voz solemne:

—Yo soy Arturo.

Sixto vio a Arturo en una silla de ruedas, parpadeó y no reaccionó por un momento.

—Ja, ja... Arturo resultó ser un cojo, se rumorea lo poderoso que es, ¡ahora resulta que solo es un cojo!

Sixto se dio una palmada en el muslo y se rio.

Cynthia frunció el ceño, sorprendida por la ignorancia de Sixto.

Arturo miró cómo sonreía Sixto sin expresión alguna, le sonaba un poco esa cara, como si lo hubiera visto en alguna parte.

De repente, recordó que al salir de la casa de Anastasia se encontró con él en el ascensor, en ese momento también se burló de su cojera, por eso se llevó una impresión fuerte.

«¿Fue a ver a Anastasia ese día?».

—Pablo, ahora eres cada vez menos eficiente.

Recordó haberle pedido a Pablo que enviara a alguien a vigilar a Anastasia, pero no sacaron nada.

Pablo no se atrevió a refutarlo, bajó la cabeza en silencio. Dado que solo envió gente a vigilar fuera de la comunidad, era imposible que se enterara de lo que pasaba adentro.

Ahora Sixto terminó de reírse.

—¿Mi hermana está contigo?

—Sí.

Arturo admitió tan generosamente que Sixto no supo cómo reaccionar.

Originalmente pensaba que Arturo no lo admitiría, entonces podría obligarle a entregar a Anastasia con la razón de que era su familiar. Si no se lo entregaba, podría chantajearle algún beneficio. Pero ahora que Arturo lo admitió sin más, no sabía cómo chantajearle beneficios.

—Bueno, ¿dónde está mi hermana? Entrégamela para que me la lleve a casa. Pero si crees que mi hermana es de alguna utilidad, te la puedo vender.

Sixto se armó de valor para seguir con su propósito.

El propósito de su llegada era sacar dinero, porque Arturo tenía la fama de ser el hombre más rico de toda la Ciudad Blanca.

El rostro de Arturo estaba sombrío y frío, sus manos agarraban fuertemente los apoyabrazos, «Bien, muy bien, ¡se atreve a decir que quiere vender a una persona!».

—Genial.

Arturo estuvo de acuerdo.

Sixto estaba muy contento. No esperaba que Arturo iba a aceptarlo tan fácilmente, sonrió feliz.

—No es mentira que los ricos son generosos.

Los gánsteres que estaban a su espalda comentaron.

—Dime, ¿cuánto quieres?

Arturo contuvo su emoción para hablar con calma.

Cuando se trataba de dinero, Sixto se volvía cauteloso. Pensó un rato mientras frotaba la barbilla.

—Mi hermana es guapa y sabe trabajar. Si estás dispuesta a comprarla, aunque no te guste, te será útil. Entonces, dame cien mil. Siempre y cuando me des el dinero, ella te pertenecerá.

Arturo fingió estar preocupado.

—¿Tú puedes tomar esta decisión? ¿Tus palabras tienen peso? Te recuerdo que ella es una persona con voluntad propia.

Sixto temía que Arturo cambiara de opinión y rápidamente dijo:

—No te preocupes, puedes confiar de mis palabras. En mi familia todos escuchan lo que yo digo. Ella solo es una bastarda sin padres adoptada por mi familia. Es hora de que nos recompense por criarla.

—¿Le pedías dinero a menudo?

Arturo aparentemente preguntó como si nada.

Sixto tampoco pensó demasiado, solo era un niño mimado, a la vez de ser cabrón era inocente.

—Mi familia la crio, así que es normal que le pida dinero.

Arturo se burló, «No para de decir que la criaron, pero ¿realmente lo hicieron?».

Cerró los ojos y reprimió sus emociones.

—Es mejor que me escribas una nota.

Cuando Sixto notó que el trato podía llevarse a cabo, se puso muy animado.

—¿Me darás cien mil si te escribo la nota?

—Sí.

Dijo Arturo.

—Pues escribo.

Sixto estuvo de acuerdo sin antes pensarlo.

—Pablo, trae papel y boli.

Ordenó Arturo.

Pablo se dio la vuelta y entró en la casa a buscar papel y boli, luego se los entregó a Sixto.

Sixto no había estudiado mucho en la escuela, empezó a ir por allí desde que estaba en la secundaria. De modo que no sabía lo que debería escribir.

—¿Qué tengo que escribir?

—Pablo, enséñale.

Pablo miró a Arturo y preguntó en voz baja:

—¿Qué le enseño?

Arturo dijo a la ligera:

—Que escriba una nota de trata de personas.

Pablo entendió que esto era para dejar una evidencia de que Sixto vendó a su hermana.

Dado que Sixto solo pensaba en los cien mil, escribió todo lo que le dijo Pablo.

Después de más de diez minutos, Pablo le mostró lo que había escrito Sixto.

La caligrafía era peor que los estudiantes de primaria, pero el contenido no estaba mal, así que se lo devolvió a Pablo.

—Que ponga su huella.

Pablo le entregó el papel a Sixto.

—Marca tu huella.

—¿Cómo hago la huella si no me das la almohadilla de tinta?

Pablo encogió los hombros.

—No tenemos de eso. Usa sangre en su lugar.

El rostro de Sixto cambió, «¿Sangre? ¿De quién?».

—Si no quieres los cien mil lárgate de inmediato, no tengo tiempo para perder contigo.

Arturo deliberadamente se mostró ansioso.

En realidad, estaba comprimiendo su tiempo para pensar.

El grupo de bastardos detrás de Sixto persuadió:

—Son cien mil euros, ¿no solo es un poco de sangre? Haz un pequeño corte con el dedo y lo tendrás.

Sixto miró al hombre que acababa de hablar.

—¿No solo es un poco de sangre? ¿Entonces no te importará que haga un corte en tu mano?

De hecho, Sixto lo dijo a propósito, no quería hacerse daño, tenía miedo al dolor.

Sabía que a sus amigos también les importaba el dinero.

Después de todo, cuando tuviera dinero podía llevarlos a disfrutar de la vida.

—Venga, te presto mi sangre, pero me tienes que dar 2 mil de tus cien mil.

Sixto asintió sin pensarlo.

—Vale.

Como iba a tener cien mil, si le daba 2 mil, seguía teniendo 98 mil.

El hombre se mordió el dedo y se lo llevó a Sixto.

—Toma.

El dedo índice de Sixto se manchó de sangre y dejó la huella de su mano en el papel, luego arrojó el papel a los brazos de Pablo.

—¿Ya está todo?

—Sí. No tengo cien mil en efectivo ahora. Llamaré a alguien para que lo traiga.

Mientras lo decía, Arturo había sacado el teléfono para hacer una llamada.

Sixto estaba tan emocionado que ya estaba planeando qué hacer con el dinero.

—Cuando tenga el dinero, os invitaré a comer en el restaurante. Por la noche, vamos a un club que conozco, me han dicho que allí tienen a las mejores prostitutas.

Cynthia no habló en ningún momento, se limitó a ver tranquilamente el desarrollo de las cosas, sabía que Arturo no dejaría ir a Sixto tan fácilmente.

Pronto llegaron las personas que traían el dinero. Una docena de coches rodearon toda la villa. Las puertas se abrieron continuamente, cuarenta o cincuenta personas bajaron una tras otra, envolviendo a Sixto y la docena de gánsteres en el medio.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Vuelve conmigo,mi cariño!