¡Vuelve conmigo,mi cariño! romance Capítulo 263

Sixto se quedó atónito, miró a Arturo.

—¿Qué quieres hacer?

Arturo enarcó una ceja y sonrió.

—Parece que te gusta solucionar problemas con violencia, da la casualidad de que yo también tengo ese mismo gusto.

—¡Tú!

Sixto señaló a Arturo.

—¡Me mentiste!

Arturo se rio más fuerte, lucía arrogante y despiadado.

—¿Acaso he dicho que no te haré nada?

Alguien se inclinó al oído de Sixto para recordarle:

—Creo que nunca lo dijo.

Sixto sintió que le tomaron el pelo, pateó a la persona que acababa de hablar y gritó enojado:

—¡¿Quién ha dicho que tienes turno de palabra?!

—¿Sixto, estás loco?

El hombre pateado se cubrió el vientre, lo miró con la cintura agachada.

—¿De quién he tenido miedo?

Sixto tenía un rostro espantoso, sacó una daga de su cintura y apuñaló a la gente de Arturo.

La gente de Arturo tampoco era cobarde, lo agarró de la muñeca en cuanto se movió, tiró de su revés y la daga cayó al suelo.

Arturo quería pasar por procedimientos legales para castigar a los que acosaron a Anastasia, pero antes tenía que hacer sufrir a Sixto.

—Podéis darle una paliza, mientras no lo matáis, del resto me ocupo yo.

Con las palabras de Arturo, esa gente se quitó las preocupaciones, sacaron el bate de béisbol y apuntaron a la gente que traía Sixto para darle una gran paliza. La gente de Sixto quería contraatacar, pero sus oponentes eran demasiados, uno contra un grupo era imposible.

En esta «guerra», Arturo venció al grupo de Sixto sin ninguna complicación.

Alguien pidió piedad llorando:

—Parad, parad, no nos atrevemos a hacer nada más.

Estaban tirados en el suelo sujetándose la cabeza por la paliza, parecían erizos acurrucados allí.

—Eso, no vinimos a provocar a propósito, es Sixto, todo ha sido culpa de Sixto...

—¡Cobardes!

Sixto odiaba a esos cobardes que suplicaban clemencia solo después de haber recibido dos golpes de nada. Si estuvieran dispuestos a dar lo mejor de sí mismos, todavía tenían la esperanza de ganar.

Arturo estaba sentado allí con tranquilidad. Llamó a Claudia para decirle:

—Trae un taburete para la señorita Cynthia, este tipo de escena no se ve a menudo.

Cynthia frunció el ceño, era la primera vez que veía a un Arturo tan violento y despiadado.

—A estos le falta esta lección. Pensaron que los mandaremos a la cárcel por unos días y cuando salgan podrían seguir cometiendo delitos. ¡Hoy les daremos una buena lección por sus padres! ¡Que aprendan a comportarse como personas decentes!

—Señorita Cynthia.

Claudia colocó el taburete detrás de Cynthia.

Cynthia no quería ver una escena así, la docena de gánsteres habían perdido la voz, solo se podía escuchar el sonido amortiguado de los bates golpeando a la gente.

Arturo se volvió para mirarla.

—¿Crees que soy cruel?

Cynthia frunció los labios y no dijo nada. El bien y el mal era un tema profundo, ella era tan insignificante que no podía juzgarle.

Inconscientemente apoyaba la forma de actuar de Arturo, pero no estaba dispuesta a enfrentarlo directamente.

Pablo se acercó y preguntó:

—¿Qué debemos hacer ahora?

Arturo miró a Pablo, estaba descontento con la pregunta que le había hecho, después de trabajar tanto tiempo a su lado, ¿aún no comprendía lo que pensaba?

Pablo se dio cuenta de repente.

—Ah, enviarlos a la comisaría.

Dicho eso, fue a hacerse cargo de esos gánsteres que se habían quedado inconscientes por la paliza.

—Presidente Arturo.

Un hombre de aspecto fino se acercó.

Esta persona era el líder de esas decenas de personas. También eran gánsteres, pero parecían ser conocidos de Arturo.

—Dile a vuestro señor de que me he quedado con este favor, otro día me paso personalmente a darle las gracias.

Arturo le dijo al hombre.

El hombre sonrió.

—Se lo diré. Entonces le dejo al presidente Arturo a cargo de esto, me llevo a la gente.

Arturo asintió.

Unos diez minutos después, la entrada de la villa se quedó impecable. Arturo miró la hora.

—Es casi mediodía, comamos juntos.

Cynthia se negó con decisión.

—Álex y Alessia todavía me esperan, tengo que volver.

Mientras lo decía, Cynthia caminaba hacia la puerta de la villa. El soplar de la brisa aún traía un vago olor a la sangre, se juntó el abrigo y aceleró el paso.

No era fácil tomar un taxi en la ubicación de la villa, salió por la puerta de la villa y caminó por el borde de la carretera hasta la carretera principal, donde había mucho tráfico y era más fácil tomar un taxi.

Sonó pitidos del coche.

Se encendió una luz intermitente y Cynthia se hizo a un lado.

—Te llevo.

Cynthia volvió la cabeza y vio que Arturo la miraba por la ventanilla del coche.

—No es fácil tomar un taxi aquí.

Arturo se rio.

—¿Tienes miedo de que te rapte?

Ya que había venido en coche, Cynthia no podía rechazarlo más, así que se subió al coche.

—¿Me rechazas así porque tienes miedo de que el presidente Alain se ponga celoso?

Tan pronto como Cynthia se sentó, escuchó la voz de Arturo.

Ella lo miró.

Arturo pensó que ella lo negaría, no esperaba que dijera:

—Es mi marido, tengo el deber de preocuparme por sus sentimientos.

Arturo de repente sintió un dolor en su interior, luego dijo forzando una sonrisa:

—No sabía que tienes una relación tan buena con él.

Cynthia sonrió y no respondió.

Pronto el auto se quedó en silencio. Cynthia miró por la ventanilla y no tomó la iniciativa de hablar. Arturo no dijo nada más, temía llevarse más disgustos.

El dolor más desgarrador era ver cómo la persona que te gustaba mostraba afecto hacia otro.

El silencio repentino era aterrador para dos personas que se sentaban juntos.

—Tengo una suposición.

De repente dijo Arturo.

Cynthia preguntó:

—¿Qué suposición?

—Alain quizás es el hijo de Carmen.

Arturo solo estaba suponiendo a base de la información que conocía.

—Mi padre adoptivo Santino dijo que me casara con la hija de Carmen, es decir, él sabe que Carmen había dado a luz a un bebé, pero ella se casó con Alejandro, entonces ¿quién podría ser su bebé?

Cynthia no esperaba que Arturo adivinara esa relación, su interior pasó por emociones alteradas y finalmente volvió a calmarse. Fingió un rostro tranquilo.

—Al parecer tienes mucha imaginación.

Arturo se rio.

—¿He supuesto mal?

Cynthia también se rio sin revelar nada.

—Tú mismo dijiste que has hecho una suposición, así que no hay evidencias. Además, no sé por qué me lo preguntas a mí, ¿por qué debería saberlo?

En ese momento, el auto se detuvo frente al hotel y Cynthia tiró de la puerta del auto.

—Me voy.

Cuando se levantó, el abrigo se atascó en el hueco del asiento y Arturo la ayudó a sacarlo.

—He modificado especialmente este coche, este debería haber sido un descuido, de lo contrario no habría una brecha tan grande.

Su coche fue modificado porque tenía que subir y bajar con la silla de ruedas.

Arturo se inclinó, la distancia entre los dos era muy estrecha, sobretodo desde afuera se veía como si los dos estuvieran susurrándose algún secreto, aparentaban tener una relación íntima.

—Ya está.

Sacando la esquina de la ropa atrapada en el hueco, Arturo dijo con una sonrisa:

—¿Te tengo que devolver un abrigo?

Cynthia dijo a la ligera:

—No es necesario.

Después de hablar, salió del auto.

Sin embargo, tan pronto como se dio la vuelta, vio a un hombre parado en la puerta lleno de ira.

Cynthia se quedó sin habla.

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