¡Vuelve conmigo,mi cariño! romance Capítulo 309

La sonrisa de Alain desapareció gradualmente en su rostro, dejando una expresión fría.

Carmen salió con los ravioles cocidos, justo vio cómo la sonrisa de Alain desapareció poco a poco.

Por dentro sentía una gran tristeza, pero no se atrevió a mostrarlo, fingió no haber visto nada y dijo con una sonrisa:

—Los ravioles están listos, ¿queréis probarlos?

Alain echó un vistazo, todos tenían un buen aspecto, lo que significaba que todos habían sido preparados por Carmen. Así que actuó como si no hubiera escuchado nada, sacó la silla para sentarse con su hija en brazos.

Carmen estaba parada allí sin saber qué hacer.

Los niños se sumergieron en la diversión de preparar ravioles, por eso no estaban tan ansiosos por comer.

Cynthia estaba por decir que ella quería probarlo, pero Alejandro se acercó para sentarse en el asiento principal y dijo:

—Dame.

Carmen le entregó el plato.

—Los ravioles se comen mojándolos en vinagre.

Álex se deslizó por la silla.

—Abuelo, yo te lo preparo.

Alejandro tenía un rostro amable, cuando sonreía había consuelo en sus ojos. Desde que se casó con Carmen había tenido mala relación con Alain, no esperaba que su nieto fuera tan considerado.

Álex sonrió.

—Pero recuerda darme un gran sobre rojo de Año Nuevo.

En los últimos años, Cynthia e Isabel le regalaban sobres rojos, no le importaba cuánto dinero había, pero le encantaba la alegría de recibir sobres rojos.

El Año Nuevo era para pasarlo bien.

Alejandro se rio.

—Claro, te daré uno grande.

Como su hermano iba a recibir un sobre rojo grande, Alessia estaba celosa, gritó:

—Yo también quiero un sobre rojo grande.

—Está bien, os daré a los dos. No me olvidaré de mi Alessia.

Alejandro le frotó la cabeza.

—Ven aquí, te daré ravioles, probemos a ver cómo sabe.

La pequeña sin duda era una comilona. Ahora que estaba interesada en comer, extendió la mano para dejar que Alejandro lo abrazara. Alejandro llevó a la nieta en su regazo, luego puso algunos ravioles en el plato.

—Vamos a soplarlo un poco para que no queme la boca.

La niña sonrió en sus brazos y asintió.

Con la ayuda de la criada de la cocina, Álex sirvió un cuenco pequeño de vinagre. Otras criadas también prepararon ajo y perejil picado. Lo pusieron todo en la mesa.

Alain parecía el que sobraba. La calidez de la casa no tenía nada que ver con él.

Se sintió tan aburrido que se puso de pie para irse.

Este era un buen momento para que la familia mejorara sus relaciones, así que Cynthia lo detuvo.

—Ayúdame a hacer ravioles.

—No sé hacerlos.

Él dijo.

Cynthia sonrió.

—Te enseño.

La mirada de Alain se posó en los ravioles que ella hizo, frunció el ceño con disgusto. «¿Cómo puede decir que me quiere enseñar si se le da tan mal hacerlos?».

Cynthia pareció ver su mirada con disgusto y dijo deliberadamente:

—Mamá lo hace mejor, ¿quieres que mamá te enseñe?

Carmen, que estaba de pie a un lado, sintió nervios, tenía ilusión, pero a la vez temía ser rechazada por Alain.

Esperaba que pudiera haber un milagro, «¿Y si dice que sí?».

Ella bajó la cabeza, esperándolo con alegría.

—No me interesa.

Lo rechazó sin más.

Carmen se decepcionó al instante, su hijo todavía no quería aceptarla.

Alejandro no miró hacia arriba, habló como si lo decía a los dos niños, pero también a Alain.

—¿Os gusta la abuela?

—Sí.

Dijeron los dos niños con una sonrisa.

Alejandro acarició el cabello de Alessia antes de decir algo significativo:

—Ya es demasiado tarde cuando uno se arrepienta de perderlo.

La niña no entendía lo que eso significaba, parpadeando con sus grandes ojos dijo:

—La última vez que nos encontramos con la abuela, un señor nos dio un regalo a mi hermano y a mí.

Alain alzó los ojos, «¿Cuándo fue la última vez que se encontraron?».

Sus ojos se entrecerraron levemente. En efecto, Cynthia y Carmen se juntaban en privado.

Cynthia miró a su hija y no dijo nada, no era tan madura como Álex, era de esperar que se le podía escapar de la boca. Según la agudeza de Alain, debería haberlo notado con tiempo.

Carmen estaba un poco nerviosa, preocupada de que Alain discutiría con Cynthia a causa de eso. Tocó la mano de Cynthia a propósito.

—Ya es suficiente. No es necesario que prepares más. Tómate un descanso, luego cenamos.

Cynthia entendía las intenciones de Carmen, miró a Alain y dijo:

—Ya que estamos, terminemos de prepararlos.

Carmen suspiró, sentía que todos estaban descontentos por su culpa.

La niña ni siquiera se dio cuenta de que había metido la pata, se limitó a comer ravioles.

—Quiero mojarlo en vinagre.

—Eres una comilona.

Alejandro le rascó la naricilla, sonrió con mimo y mojó los ravioles en vinagre.

—Aquí va los ravioles en vinagre para mi Alessia.

La niña sonrió alegremente mientras comía.

En silencio, Alain regresó a la habitación solo.

Carmen quitó los ravioles que estaba haciendo Cynthia.

—Ve a echarle un vistazo.

Cynthia frunció los labios.

—No será de ayuda.

Nadie podía ayudarlo si no era contarle la verdad.

En verdad, ella entendía cómo se sentía Alain. Si se pusiera en su lugar, tampoco aceptaría que en menos de un mes después de la muerte de su madre, otra mujer se casara con su padre.

—Iré a verlo.

Fue a lavarse las manos, se quitó el delantal y subió las escaleras.

Sabiendo que vendrían, Carmen limpió todas las habitaciones del piso de arriba para que se alojaran. Ella y Alejandro vivían en el piso de abajo.

Alain estaba con las manos en la espalda delante de la ventana abierta, el aire fresco daba en su cuerpo. Cynthia cerró la puerta y se acercó para cerrar la ventana.

—¿No tienes frío?

—Yo no, pero mi corazón sí.

Alain no se movió. Su esposa no estaba de su lado, normal que sintiera frío en su corazón.

Cynthia guardó silencio un momento.

—¿Estás enojado conmigo?

—¿Por qué estaría enojado?

Preguntó retóricamente.

—Estás enojado por mi relación con ella. En realidad, te enojaste desde que te pedí que vinieras, ¿verdad?

Cynthia dijo directamente.

Alain la miró tranquilamente.

«¿Acaso no conoce la relación que tengo con Carmen?

¿Por qué hace esto?».

Cynthia tomó la iniciativa de abrazarlo.

—Sé que es algo que no lo puedes dejar pasar fácilmente, pero el pasado es historia, ¿no es mejor pasar página?

Alain no se movió ni la abrazó.

¿Era posible dejarlo pasar tan fácilmente? No, no se podía.

Le contaron que Fernanda tuvo un accidente automovilístico poco después de su nacimiento, se lesionó las piernas por salvarlo. Cuando tenía cinco años, accidentalmente derramó una sopa caliente mientras comía. Fue Fernanda quien lo protegió. Desde entonces tuvo una cicatriz de quemadura en el dorso de la mano, ni siquiera pudo quitarse la cicatriz aun con la mejor pomada del mundo.

Tenía en cuenta todo eso.

Si aceptaba a Carmen, ¿qué pensaría Fernanda en el cielo?

—No puedo hacerlo.

Fue tan directo y decisivo.

Cynthia frunció el ceño.

—Si no lo dejas pasar, ¿vas a recordarlo toda la vida? ¿Vas llevar una relación tensa con ellos siempre?

—¿Y qué?

Le era imposible aceptar a Carmen.

Cynthia todavía quería convencerlo, pero de repente llamaron a la puerta.

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