¡Vuelve conmigo,mi cariño! romance Capítulo 310

—Señor, señora, los ravioles están listos, la señora Carmen me ha pedido que les avise.

Omar estaba en la puerta.

Cynthia se tragó las palabras que flotaban en la punta de su lengua y dijo:

—Vamos.

Cuando Alain tomó algunas copas con Cristián y Mauricio, no comió nada, ahora tenía un poco de hambre.

Asintió suavemente.

Aún no era fin de año, pero Carmen había preparado mucha comida. Lo había preparado especialmente por la llegada de Cynthia, Alain y los dos niños. Además de los ravioles, había platos de comida que llenaban una mesa grande. Era notable que tenía la intención de complacer a Alain.

Pero como no sabía lo que le gustaba, preparó mucha comida.

Cynthia sabía lo que estaba pensando Carmen y miró a Alain.

Alain fingió no notar nada, solo se sentó.

Cynthia fue a la cocina, la criada acababa de apagar el fuego de la olla que cocinaba los ravioles. Cynthia tomó la cuchara.

—Yo los pondré en el plato.

En la misma olla, había de los que Carmen, Cynthia y los niños habían preparado, lo que afectó seriamente el aspecto en general de todos los ravioles.

Cynthia puso los que los niños habían preparado en un tazón grande.

La criada echó un vistazo, pero no entendió.

—Si lo pone de esta forma, no aparenta apetitoso. Además, ¿quién podrá acabar un tazón tan grande?

Cynthia sonrió y dijo:

—Alguien puede terminarlo.

Lo hizo a propósito.

«¿No quiere comer los que han sido preparados por Carmen? Pues que coma todo los que lo niños y yo hemos preparado. Que se le explote la tripa por ser tan cabezota».

Como Alessia había comido algunos ravioles antes, ahora no tenía más apetito. Así que Cynthia repartió los ravioles restantes de la olla en tres tazones, uno para Álex, otro para Carmen y otro para ella.

La criada le ayudó a servirlos a la mesa.

Cynthia dejó el tazón grande que aparentaba «horrible» frente a Alain y dijo:

—No te desagradará, ¿verdad? Son los ravioles que he hecho con los niños para ti.

Alain miró el tazón grande de ravioles que tenía delante y sus pestañas temblaron levemente. «¿Cree que puedo acabarme todo esto?».

—Papá, tienes que terminarlo todo, no defraudes nuestro arduo trabajo.

Álex era tan inteligente que de un vistazo notó la intención de Cynthia, así que tiró de su hermana para seguirle el rollo a su madre.

—Alessia, ¿estás contenta de que papá se coma los ravioles que has preparado?

—Sí. Papá, ¿te gustan mis ravioles?

La niña preguntó esperanzada.

Alain se quedó sin habla por un momento.

«¿Tengo la opción de decir que no?».

Lo removió con una cuchara, parecían ñoquis gigantes con trozos de verduras pegados en la superficie, para nada se parecían a ravioles.

—Papá, ¿por qué no comes?

Alessia no pensó mucho, solo sintió que, si su papá comiera lo que había hecho, sentiría una satisfacción.

Cynthia «amablemente» le puso un poco de vinagre.

—Los ravioles son deliciosos mojados en vinagre.

—Es verdad, está delicioso con vinagre.

Alessia dijo ingenuamente.

Carmen estaba un poco angustiada sentada a un lado. Pensó que después de comerse ese tazón grande de «ravioles», no podría comer nada más.

Vaciló un poco antes de decir:

—Dame un poco.

Ella le puso un cuenco vacío delante de él.

Alain ni siquiera levantó los ojos. Empezó a comer los ravioles. Estaban hechas por su esposa e hijos, se lo comería a pesar de que aparentaban horribles.

Evidentemente, Alain preferiría comérselo solo antes que aceptar la bondad de Carmen.

Carmen sintió un poco de amargura. Cynthia puso unas cuántos ravioles en el cuenco de Carmen, no quería que Carmen se sintiera avergonzada y triste, por eso trató de no hacerla quedar mal.

—Mamá, no puedo terminarlos, toma un poco.

Carmen sonrió con rigidez y dijo:

—Bien.

Después de comer un plato tan grande de ravioles, no durmió bien en toda la noche.

No paraba de dar vueltas, con cualquier postura sentía que se le explotaba la tripa.

Por la mañana en el hospital.

Anoche Cristián llamó varias veces por sed. Lourdes se despertó un rato durante la noche, pero no estaba muy consciente, luego al poco rato se volvió a dormir.

Chloe casi no durmió en toda la noche. Cuando casi llegó la mañana se quedó dormida en el sofá, poco a poco se quedó en profundos sueños, ni siquiera se dio cuenta de que el sol se había puesto.

Cristián se despertó con resaca. Se dio la vuelta y abrió los ojos lentamente. Estaba en un ambiente extraño. Recordó que anoche había bebido con Mauricio y Alain. Luego, Mauricio lo sacó del restaurante. Y hasta allí llegaba su memoria.

Se sentó para ver claramente el entorno circundante, resultó que Mauricio lo había enviado al hospital.

Miró a su alrededor y vio a Chloe. No tenía ninguna colcha que le cubría. Aunque la calefacción estaba encendida en la sala, todavía hacía un poco de frío en invierno.

Cogió la fina colcha de la cama para caminar hacia el sofá y suavemente la cubrió en su cuerpo. Nada más agachó la cabeza, vio las ojeras que tenía.

Evidentemente, no descansó bien.

Cristián pensó que seguramente no durmió en toda la noche, de lo contrario no estaría tan agotada.

La colcha aún tenía algo de calor por la temperatura de Cristián. Al sentirlo, Chloe movió su cuerpo, encontró una postura cómoda y siguió durmiendo.

Cristián se puso en cuclillas al costado del sofá. Mirándola de cerca, concluyó que parecía haber perdido peso, no tenía buena cara.

«Seguro que se ha preocupado mucho por lo mío con Elisa».

Cristián suspiró levemente. En realidad, nunca tuvo la intención de lastimarla, pero la lastimó sin darse cuenta.

La puerta de la sala se abrió suavemente. Al escucharlo, Cristián pensó que era el médico que venía a chequear, así que se levantó y miró hacia la puerta.

Sin embargo, no era el médico, sino Elisa que llevaba una cesta de frutas y un ramo de flores.

—Me han dicho que la abuela está enferma, así que vine a verla.

De hecho, ese día no se fue de la casa de la familia Vázquez, sino que se escondió afuera para ver si Chloe se iba, pero más tarde no vio a Chloe irse, sino a Cristián salir corriendo con Lourdes en brazos.

Los siguió hasta el hospital y se enteró que Lourdes estaba enferma. No se presentó ayer porque tenía miedo de aparecer demasiado apropósito.

El rostro de Cristián estaba sombrío.

—¿Qué estás haciendo aquí?

—¿No puedo venir a ver a la abuela?

Elisa tenía los ojos rojos.

—De todos modos, en el pasado me llevaste a casa para presentarme a la abuela. También la he llamado abuela. ¿Ahora que está enferma no puedo venir a verla?

Chloe pareció escuchar el ruido, frunció el ceño con impaciencia. No parecía que le gustaba ese alboroto.

Cristián la tapó con la colcha, temiendo que Elisa la despertara, miró a esta última.

—Sal conmigo.

Elisa vio el gesto que Cristián acababa de hacer y le dolió el corazón. Solía ser así de considerado con ella, pero ahora lo hacía por otra mujer.

Sus manos se apretaron con fuerza, pero no lo dejó notar en su rostro.

—Voy a dejar las cosas primero.

Puso las flores y la cesta de frutas sobre la mesa, luego miró a Cristián y dijo:

—Ya está.

Cristián no habló y caminó hacia la puerta, Elisa lo siguió.

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