¡Vuelve conmigo,mi cariño! romance Capítulo 319

—Un poco.

Los gerentes generales de varias sucursales le brindaron copas, tenía que beber.

Se acercó más, su aliento cálido daba en la cara de Cynthia, esta sintió cosquillas, giró levemente la cabeza. Alain tomó su cara para que le mirara a los ojos y le preguntó:

—¿Huele mal?

Cynthia asintió.

—Hueles a alcohol, ¿tú qué crees?

—Pues me daré una ducha.

Sonrió.

—¿Quieres ducharte conmigo?

Cynthia se sonrojó de vergüenza y le dio un empujón.

—No digas tonterías.

Al verla sonrojarse, sonrió más profundamente, se levantó de la cama y fue al baño.

Pronto se escuchó chorros de agua procedentes del baño.

Cynthia envolvió la colcha con fuerza, inexplicablemente estaba nerviosa.

Después de un rato, una voz profunda vino del baño.

—¿Me puedes traer la ropa?

Cynthia levantó la vista para mirar hacia la puerta de cristal del baño, recordando que cuando se duchó se puso el único albornoz que había.

Se llevó la mano a la frente porque se le olvidó reponer uno.

Se levantó y encontró un nuevo en el armario. Cuando se mudó aquí, había preparado estas necesidades diarias. Arrancó la etiqueta, fue al baño y llamó a la puerta.

—Toma.

Pronto, la puerta del baño se abrió. Alguien agarró su muñeca por desprevenida. La llevaron hacia adentro y la presionaron contra la pared.

El hombre acababa de ducharse, todo el baño estaba lleno de vapor de agua. Su robusto cuerpo estaba cubierto de gotas de agua cristalina.

—¿Qué estás haciendo...? Mmm...

Antes de que pudiera acabar su pregunta, la besó. Entonces todo se ahogó en su entusiasmo.

***

Dos sombras se movían en la puerta de cristal del baño.

Todo fue duradero y apasionado.

Cynthia no sabía cuándo se quedó satisfecho. Al final, se quedó sin fuerzas. Si él no la estuviera sujetando, se habría caído al suelo.

La llevó a la cama mientras estaba aturdida, le puso la colcha. Ella estaba muy cansada, pero alguien seguía besándola, así que, lo mordió con todas sus fuerzas. Alain frunció el ceño, pero rápidamente se calmó y preguntó en una voz apagada:

—¿Quieres seguir?

—¡Eres un cabrón!

Cynthia regañó enojada, pero estaba tan agotada que lo dijo como si estuviera haciéndose la coqueta.

Su cuerpo estaba cubierto de sus marcas. Él sabía que estaba realmente cansada, por lo que dejó de besarla. La abrazó para que se durmiera, le dio unas suaves palmaditas en la espalda para persuadirla.

—Vale, soy un cabrón...

Cynthia se quedó durmiendo profundamente. Cuando se despertó, no había nadie a su alrededor.

Se levantó, tomó el teléfono sobre la mesa y echó un vistazo a la hora. Era casi la 1 en punto. Sus ojos se agrandaron. «¿He dormido hasta la tarde?».

No solo Alain estaba aquí. Carmen y Alejandro también estaban en casa, ¿cómo podía levantarse tan tarde?

¿Qué pensarían la gente de ella?

Rápidamente se levantó de la cama. No sabía si lo hizo demasiado rápido o porque Alain la «abusó» anoche, pero sus piernas perdieron sus fuerzas cuando tocaron el suelo, casi se cayó. Por suerte, se cogió de la mesita de noche. Se levantó de nuevo para ir hacia el baño y asearse. Sólo entonces vio las marcas en su cuerpo. Sus cejas se fruncieron, «¿Cómo puedo salir con esta pinta?».

Maldijo a Alain millones de veces en su mente.

Después de asearse, encontró un suéter negro de cuello alto en el armario y se lo puso con una falda de cuadros. Después de arreglarse, bajó las escaleras.

Se sintió un poco aliviada al no ver a Carmen y Alejandro en el salón, de lo contrario, sentiría mucha vergüenza.

—Hola, Cynthia.

Hoy era la Nochevieja. Como no había nadie en la villa, llamaron a Vega para que viniera a celebrar el Año Nuevo juntos. Al ver que Cynthia se había levantado, vino a saludarla.

Cynthia se rascó la cabeza para ocultar su vergüenza, no miró a los ojos de Vega, solo saludó en voz baja.

Al escuchar la voz de Cynthia, Alain cerró la computadora. Estaba mirando el informe de fin de año, pero lo dejó a un lado para levantarse del sofá. La miró diciendo:

—¿Tienes hambre?

Cynthia lo ignoró porque estaba enojada.

Bajó las escaleras hacia el comedor.

Vega sonrió.

—Te estaba calentando la comida, ahora te la saco.

Cynthia sacó la silla para sentarse. Vega puso en la mesa la comida caliente. Al ver entrar a Alain, les dejó a solas astutamente.

—Fuera está nevando, iré al patio a ver la nieve.

Alain se acercó por su espalda, puso sus manos a sus dos lados, sus labios se pegaron a sus oídos.

—¿Estás enfadada?

Cynthia tenía el bol de sopa en la mano, agachó la cabeza para tomar un sorbo de la sopa caliente.

Ignoró a Alain.

Alain la besó en la mejilla. Cuanto más lo ignoraba Cynthia, más atrevido se comportaba. Le metió la mano por dentro del suéter...

—¡Alain!

Cynthia se molestó y se puso de pie para mirarlo fijamente.

—¿Eres un descarado? Si alguien nos ve, ¿no te importa pasar vergüenza?

Al ver su rostro furioso, le pareció linda y sonrió levemente.

—No hay nadie en casa.

Carmen y Alejandro sacaron a los niños temprano en la mañana y dijeron que regresaban por la noche.

No había nadie en la casa.

—¿Por qué no me has llamado por la mañana? No estás solo aquí. Estamos conviviendo en familia. Si todos se han despertado menos yo, ¿qué pensarán tus padres de mí? ¿Te has puesto en mi lugar?

—Pensé que tenías mucho sueño.

Ya era medianoche cuando regresó anoche, encima... Como ella durmió por la mañana, dormía profundamente, le daba lástima despertarla.

Alain quiso abrazarla, pero Cynthia le dio una palmada en la mano.

Tenía miedo de que Alain hiciera alguna estupidez.

Alain ignoró su resistencia para abrazarla firmemente. Para evitar que luchara, le cruzó las manos en el pecho. El robusto pecho presionó con fuerza contra su esbelta espalda, mordiéndole la oreja preguntó:

—¿Anoche te hice daño?

Cynthia bajó los ojos. Recordó que le suplicó muchas veces, pero él no la soltó.

Hasta ahora sentía el rubor.

La cabeza de Alain estaba enterrada en su cuello. En el momento en que sus cuerpos se unieron, perdió toda su capacidad de controlarse. Sólo la deseaba tanto que quería estar unida a ella en todo momento.

Para que ella se convirtiera en parte de su cuerpo.

—No sé qué me pasó, simplemente no pude controlarme.

Su voz llegó a sus oídos.

Había vivido durante más de 30 años. Se había estado reprimiendo durante demasiado tiempo. Era aterrador cuando podía dejar de reprimirse.

Levantó la cara de su cuello, le frotó la mejilla.

—En el futuro seré más gentil.

Cynthia vaciló.

—¿En el futuro puede rechazarte?

—¡No!

Podía seguir su opinión en todo, pero eso no era negociable.

Él la persuadió, sin atreverse a asustarla.

—Soy un hombre normal, acabaré enfermo si aguanto por mucho tiempo, ¿qué tal tres veces al día?

Para Alain, anoche fue la primera vez que experimentó el placer de hacer el amor con ella mientras estaba consciente, también era por primera vez que hizo de hombre conscientemente.

Cynthia no supo qué decir.

Tres veces era mucho.

—Una vez.

—No.

—Entonces no hay nada que decir.

Cynthia se puso dura.

Alain parpadeó, sus espesas pestañas tocaron las comisuras de sus ojos, produciéndole un poco de cosquillas. Ella ladeó la cabeza. Alain pensó que estaba enojada y suspiró en su interior.

—Vale, una vez.

«Una es mejor que nada. Si hace falta, puedo hacerlo más duradero. De hecho, no salgo perdiendo».

Le besó el rabillo del ojo, la mejilla, luego poco a poco llegó a su cuello.

Cynthia casi se derrumbaba.

—Todavía no he comido.

Alain detuvo sus movimientos, aunque le daba pena soltar, lo hizo, porque ya era bastante delgada, si no le dejaba comer, temía que pudiera romperle la cintura abrazándola.

En ese momento sonó el teléfono que Alain había dejado en el sofá.

Cynthia encontró la excusa para deshacerse de él.

—Date prisa y atiende el teléfono.

Alain puso bien su silla.

—Siéntate.

Cynthia se sentó obedientemente. Como se portaba tan bien, Alain la besó en la frente.

—Come más, estás demasiado delgada.

Cynthia guardó silencio para comer.

Alain se rio y fue a buscar el teléfono que sonaba en el sofá.

Lo cogió y la voz de Mauricio se llegó a escuchar.

—¿Alain?

Temía que no fuera Alain quien contestara el teléfono, así que se aseguró.

Su voz sonaba urgente.

Alain frunció el ceño.

—Soy yo.

Entonces Mauricio se atrevió a decir:

—Ismael ha muerto.

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