La llamada seguía conectada, pero nadie pronunció palabra.
Parecía que el silencio estaba contando la pena que sentían mutuamente.
Fue Cynthia quien no pudo soportarlo más y colgó la llamada con crueldad. Sostuvo el teléfono con fuerza y lo apretó contra su pecho. Hizo todo lo posible por contener el sollozo incontrolable, pero cada sonido que se le escapaba era evidencia del enorme dolor que sentía.
Los dos niños que se quedaron dormidos en el auto fueron despertados por sus sollozos, abrieron los ojos aturdidos y vieron a Cynthia llorando. Alessia se frotó los ojos y extendió la mano para secarle las lágrimas.
—Mamá, ¿estás llorando?
Mirando a su hija, se secó las lágrimas.
—No, solo me ha entrado algo en los ojos.
La niña parpadeó, «¿Qué le puede entrar a los ojos estando en el coche?».
—Yo te los froto.
Extendió su pequeña mano carnosa para frotarle los ojos con suavidad.
En cambio, Álex parecía un adulto maduro que sabía por qué lloraba su mamá, pero no fue a consolarla. Se limitó a mirar por la ventana mientras suspiraba.
Por la noche, el auto llegó a la Ciudad C. Después de pagar, Cynthia se bajó del auto y se llevó a sus dos hijos al hotel. Aunque era tarde, el hotel aún servía comida. Cynthia llamó a la recepcionista para pedir algo de comer. En realidad, no tenía apetito, pero tenía que comer por el bebé de su vientre. Aparte, los dos niños también estarían con hambre a estas horas.
Como no sacaron nada de casa, después de comer, bañó a los niños y los llevó a la cama.
Los dos niños estaban cansados de viajar en el auto y se sintieron más a gustos después de tomar un baño, pronto se quedaron dormidos en sus brazos, pero ella no tenía nada de sueño.
A través de las finas cortinas de gasa, se podía ver vagamente la hermosa vista nocturna de la ciudad, las luces iluminaban todas las partes, sin duda era una imagen de una ciudad bulliciosa.
Además de la nostalgia por ese hombre, la incertidumbre y la inquietud que sentía por haber recién llegado a una ciudad desconocida la impedía conciliar el sueño.
Al igual que ella había un hombre solitario en la villa de otra ciudad. El dormitorio principal del segundo piso no tenía las luces encendidas. Todo se veía tenue. Vagamente, se podía ver una figura de pie frente a la ventana. El ambiente de su alrededor emanaba frialdad. Parecía que era un hombre abandonado por todo el mundo, solo lo acompañaba una soledad en la desesperación.
De repente apareció una luz. Encendió la pantalla del teléfono, bajó los ojos para leer el mensaje de texto enviado por Cynthia, mirando fijamente la frase: «Solo me acabo de ir, pero ya te estoy echando de menos locamente. Alain, te amo mucho, muchísimo».
Las espesas pestañas estaban a contraluz, creando una tenue sombra que cubría su mirada, pero, aun así, bajo el reflejo de la luz se podía ver borrosamente que sus ojos estaban humedecidos.
Intentó controlar su tono, pero la voz ronca era incontrolable.
—Yo también te echo de menos locamente.
Esta noche era igual de doloroso e interminable para los dos que ya no estaban en la misma ciudad.
Nada más amanecer, Cynthia ya se había levantado para lavarse y vestirse. Mientras los niños seguían durmiendo, se dirigió a la recepción del hotel para consultar información sobre el Grupo JK.
La recepcionista vestía un traje negro con una insignia del hotel en su pecho, su largo cabello castaño estaba cuidadosamente recogido en un moño. Al oír que Cynthia preguntaba por el Grupo JK, le echó otro vistazo.
—¿De dónde viene?
Todos en esta ciudad conocían a esta empresa. Era famoso por los negocios y por la caridad que hacía.
Cynthia sonrió.
—Vengo de otra ciudad, tengo familiares que trabajan en esa empresa. Estoy un poco perdida en cómo encontrarlos, por eso vine a preguntar.
La recepcionista miró de arriba abajo a Cynthia, esta todavía llevaba el vestido de ayer, pero se puso una chaqueta más, no combinaban mucho, en general se veía un poco desaliñada.
Su cabello estaba recogido en una coleta, dejando ver sus rastros puros sin maquillaje, pero como cuando se alojó anoche llevaba a dos hijos, la recepcionista sabía que seguramente no había venido a buscar a sus familiares, debería estar en alguna situación difícil.
—Es fácil, le llevarán allí directamente si toma un taxi y le dice al taxista que quiere ir al Grupo JK. Disculpa, ¿los niños que estaban con usted anoche son sus hijos?
La recepcionista no pudo evitar preguntar con curiosidad, porque Cynthia parecía demasiado joven para tener a unos hijos tan grandes.
Cynthia asintió.
—Sí, son mis hijos.
—Oh, es hermosa y joven. Me sorprende que tenga hijos tan grandes.
La recepcionista dijo con una sonrisa.
Cynthia le devolvió una sonrisa con un gracias. Luego añadió:
—Tráiganme el desayuno a la habitación, gracias.
—Claro.
Después de recibir la respuesta de la recepcionista regresó rápidamente a la habitación, temiendo que los niños sintieran miedo cuando se despertaran sin ella a su lado.
Las pestañas de Cynthia temblaron levemente, luego bajó los ojos, cubriendo la emoción que había aparecido por un momento.
Después de asearse, Álex se apoyó contra la pared y miró a su hermana, suspirando levemente.
Cynthia lo miró.
—¿Qué sucede contigo? ¿Por qué suspiras tanto?
Esta era la tercera vez que escuchó a Álex suspirar.
—Mi hermana es demasiado preocupante.
Álex explicó antes de sentarse en la silla. En realidad, suspiraba porque pensaba que sus padres podían vivir felices juntos, no esperaba que volviera a pasar algo.
Aunque no sabía lo que pasó exactamente, sabía que su mamá los trajo aquí para dejar a su padre.
Recordando que su mamá lloraba tristemente en el auto, concluyó que dejó a su papá por alguna razón impotente. No le parecía ninguna inconveniencia vivir solo con su madre, pero dejar de repente a ese padre que casi se había formado parte de su vida lo hacía extrañarlo un poco, pero sin duda con el tiempo se le pasaría.
Alessia frunció la boca, estaba más despierta. Cynthia la llevó al baño a asearse, pero la niña le rechazó:
—Puedo asearme por mi cuenta, vete a descansar.
Cynthia se sintió complacida, parecía que la pequeña a la que le gustaba actuar como un bebé y pedirle que la abrazara todo el tiempo había crecido.
Alessia terminó de asearse. Cynthia estaba ordenando su ropa. En ese momento le trajeron el desayuno. Abrió la puerta para dejar que le pusiera el desayuno en la mesa.
Era un día de buen tiempo. El sol entraba por la ventana.
Los tres se sentaron para desayunar. El desayuno del hotel tenía pinta de exquisito. Alessia estaba muy satisfecha. Fue la primera en empezar a comer.
Cynthia miró a los dos niños y dijo seriamente:
—Chicos, tengo algo que deciros.
Álex la miró y dijo:
—¿Qué pasa?
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