—Luciana, ¿te quiere por amor tu amigo ese?
Mauricio se quedó de repente sorprendido por sus palabras imprudentes.
—¿Cómo? —gritó Luciana con los ojos muy asombrados—. ¿Qué tonterías estás hablando?
—Cuando le entregué la ropa, me pidió el teléfono para avisar a su familia de que estaba bien. ¿No piensa marcharse ya? Además —volvió la cabeza para mirar a Luciana y continuó—, le dije que te quería conquistar, pero no se mostraba tan feliz como me imaginaba. Si es tu amigo, no debería comportarse de tal manera.
—Puede que estuviera distraído por lo sucedido —dijo Luciana con cierta impaciencia—, no piensas demasiado.
Terminadas las palabras, se levantó Luciana para irse, pero la detuvo Ramon agarrando su mano,
—No te vayas, por favor. Soy sincero contigo, y te amo.
Frente a su inesperada confesión de amor, Luciana se quedó en blanco y se mantuvo callada por un buen rato.
—Luciana, si no tienes familias en el mundo, yo puedo ser los tuyos, conmigo no te sentirás solo, y todos mis familiares te cuidarán como…
—No digas más, por favor —dijo Luciana con un rostro lívido—, de momento no tengo ganas para eso.
—Tenemos la misma edad y compartimos mismo pensamiento, creo que… —añadió Ramon.
De repente se escuchó el ruido de una taza rota de vidrio, Luciana corrió precipitada hacia la casa y apenas entró a la sala, encontró a Mauricio de pie detrás de la mesa. Se le acercó y cogió su mano murmurando,
—¿Estás bien?
Se mantuvo callado Mauricio y la miró a ojos descubiertos. Levantó la cabeza Luciana y sus miradas se cruzaron de manera natural. En los suyos Luciana descubrió algo complejo e inexplicable.
Le soltó de repente explicando,
—No quiero que sufras más aquí en mi casa.
—Me dijiste que me querías a mí —dijo Mauricio con ternura.
Escuchando sus palabras, Ramon se detuvo de repente delante de la puerta.
«¿Luciana está enamorada de él? Por eso, se mostró tan preocupada y ansiosa por él cuando lo encontró herido. Por sus actos tan íntimos, no serán amigos normales.»
Se dio la vuelta y salió distraído.
—Fue una broma —dijo Luciana.
Se lo confesó todo porque pensó que no iba a volver a verse nunca. Si se hubiera previsto el encuentro como ahora, no se habría atrevido a decírselo todo.
—¿Si lo tomo en serio? —dijo Mauricio.
Se preguntaba a sí mismo si sentía también afecto hacia ella porque no quería verla estar con otro chico ni tampoco verla casada con otro.
«Puede que esté también enamorado de ella.»
Mientras tanto, Cristián se sintió tan feliz que casi saltar por haber recibido la llamada de Mauricio. En la primera hora se lo dijo a Alain. Cuando iba a informarle a Martín de camino a su oficina, ahí afuera escuchó la voz de la señora Perla.
—Ha desaparecido casi tres días enteros, ¿seguirá vivo? —detuvo por un momento y añadió—, menos mal que no se case todavía nuestra hija con él. ¡Pobrecita! Luego no habrá nadie que querría casarse con ella porque será viuda además de una divorciada.
—¡Tonterías! —gritó Martín enojado.
—Hola.
—Soy yo —dijo Cristián—, no hace falta que vuelvas con tanta prisa.
—Y ¿eso por qué? —preguntó Mauricio atónito—. ¿Has informado a Alain de que Norberto se había salido de la cárcel? Mañana volveré.
«Habrá muchos problemas delicados que tratar en este caso.»
—Ha resuelto Alain lo de Norberto, no te preocupes —dijo Cristián en un tono firme—. Hazme caso, no vuelvas por el momento. Quédate ahí dos meses por lo menos.
—Pero, ¿por qué? —preguntó Mauricio curioso.
—Hazme caso, no te haré daño —terminadas las palabras, colgó Cristián el teléfono.
Pese a estar confundido, Mauricio se sentía muy aliviado por la resolución del caso de Norberto.
—Gracias —dijo Mauricio a Ramon y le devolvió el teléfono.
—De nada —respondió Ramon en un tono poco animado.
Apenas se dio la vuelta, Ramon se detuvo y dijo,
—Si no soy lo mejor para Luciana, ¿y tú lo serás? Eres mucho mayor que ella, mientras ella tiene apenas 21 años…
—Fui yo la primera en quererle, y no me importa su edad —dijo Luciana.
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