¡Vuelve conmigo,mi cariño! romance Capítulo 725

Hablando el rey de Roma, éste se asomaba ya a la puerta.

Apenas salió Mauricio, se encontró con ellas. Lo detuvo la señora Perla en la puerta mirándolo a ojos descubiertos,

—¿Qué haces por aquí? ¡Sin vergüenza!

Mauricio no la contestó sino se quedó ahí inmóvil con la cabeza abajo, pero Perla se sintió aún más enojada viéndola así callado,

—¡Cabrón! Nunca he visto a un hombre tan desconfiado como tú.

—¡Cállate! —gritó Martín.

Con un rostro lívido, entró Perla suspirando.

La miró enojado Martín y dijo,

—El médico ha dicho que no podré volverme enfadado, si sigues así, me moriría de furia.

—Pero él es un cabrón, no…

—Basta ya, madre —dijo Hannah con cierta impaciencia—. Padre ya se ha hospitalizado por nuestra culpa, no quiero que se empeore la situación.

Ni tampoco quería irritar a Mauricio para que les contara a sus padres los errores que había cometido antes.

La echó Mauricio una mirada furtiva, con la boca cerrada. Sabía claro que ella era la causa directa que llevaba a Martín a esta situación.

Apenas se dio la vuelta, Hannah lo detuvo murmurando,

—Mauricio, si no me amabas, ¿por qué estabas conmigo? Y, ¿por qué me investigaste?

De repente sonó el teléfono de Mauricio, lo sacó del bolsillo. Era llamada de Luciana porque en la pantalla apareció el nombre de corazoncito que se refería a Luciana.

Mirándolo ese nombre, los recuerdos con Luciana le empujaron de pronto a Mauricio.

—¿Cómo me vas a llamar luego? —preguntó Luciana.

—Pues tu nombre completo, supongo.

Cuando ingresó Luciana su número de teléfono en su móvil, puso el nombre de corazoncito porque se veía chiquitita y delgada cuando estaba con él.

—¿No me tomarán a mí como tu hija cuando salimos juntos? —preguntó Luciana sonriendo.

El rostro de Mauricio se demudó de repente.

Mirando el corazoncito aparecer en su pantalla, Hannah se puso celosa.

«¿Corazoncito? ¿Desde cuando un hombre tan recto y terco como él, se comporta de manera tan románica? ¿Quién es ese corazoncito? ¿Es su amante?»

De pronto se puso enfadada con las manos apretadas fuertemente.

«¿Quién se atrevió a quitarme de mí el hombre?»

Hasta que llegó a un lugar lejos de ellos, Mauricio contestó la llamada.

—¿Vendrás a casa para la cena? —preguntó Luciana.

—Sí, ya vuelvo —dijo Mauricio.

—Vale, te esperamos aquí.

Colgado el teléfono, Mauricio no volvió inmediato a la villa sino se dirigió al cuarto de la señora Lourdes. De hecho, era él quien la había acomodado a la señora Lourdes en este hospital porque cuando se cayó enferma, Cristián estaba en el país C con los trabajos rodeados.

Pasando por el corredor, encontró a Cristián fumando en la sala de fumo por las ventanas de cristal. Entró ahí, pero Cristián no se dio cuenta de su llegada. Hasta que lo tocó su hombro, Cristián levantó su cabeza, asombrado,

—¿Por qué estás aquí?

—¿Desde cuando empiezas a fumar?

Apagó el cigarrillo, y respiró Cristián profundo,

—Lourdes me obligó a casar y…

—¿Todavía no has reconciliado con Chloe? Además, no veo que sea un asunto tan grave que requiere recurrir a fumar.

—Gracias, Mauricio.

—Entre nosotros no son necesarias las palabras bonitas —dándose la vuelta, se marchó Mauricio.

Apenas lo vio entrar a Mauricio, Lourdes se puso de pronto contenta, pero luego volvió a empezar el tema eterno, el de matrimonio.

—¿Cuántos años tienes? ¿Cuándo piensas casarte?

—No se ponga demasiado preocupada por los demás, ¿te parecen poco importantes mis problemas ya? —dijo Cristián sonriendo.

Lourdes lo miró enfadada,

—¡No es ningún ajeno! Es como nuestra familia.

—Gracias por sus palabras, Lourdes, pero no tengo prisa —sonrió Mauricio.

—¿Eres mucho mayor que Cristián? ¿Por qué no tienes prisa? —suspiró Lourdes asombrada—. ¿Qué pasan con las nuevas generaciones? ¿Por qué nadie quiere casarse ya?

—Ya tiene novia, no se preocupe —añadió Cristián.

—¿Ya tienes novia? ¿Cómo es ella? Tienes que llevarla hasta mí —sonrió Lourdes con los brillos llenando en sus ojos.

Cuando llegó la enfermera, Cristián se marchó precipitado con Mauricio.

—No debes tratarla así.

—¡Debes estarme agradecido! Sin mi interrupción tendrás que charlar con ella por lo menos una hora entera —dijo Cristián con cierta impaciencia.

—Después de todo, ya es mayor.

—¿Qué me espera ahí en la villa? —preguntó Cristián cuando Mauricio arrancó el coche.

—Una cena rutina no más.

Veinte minutos después, llegaron a la villa.

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