—¿Estás enfadada? —preguntó Alain.
—No.
«Pero me siento mal, mal de corazón.»
Cuando entró Isabel a su habitación con el desayuno, Alain desplazó a Cynthia hasta el baño para que se aseara, luego la trasladó ante la mesa, pero ésta se negó a comerlo, entonces Alain tuvo que volver a meterla a la cama.
—No tengo apetito, cómelo tú —dijo Cynthia en un tono poco animado.
Tras haber puesto la mesa, Isabel se le acercó murmurando,
—Has dormido casi todo el día, ¿no te cansa? Come algo que luego se enfriará. Aunque no tengas apetito, tu hijo está sufriendo el hambre, por lo menos come algo por él.
Sin embargo, Cynthia no se movió ni un paso, y Alain se quedó ahí a su lado con un rostro lívido.
Los miró Isabel al uno tras el otro, luego preguntó,
—¿Habéis discutido?
Luego se dirigió a Alain en un tono enfadado,
—¿Qué os ha pasado? Eres consciente de su estado de salud, ¿cómo se te ocurre discutir con ella mientras está embarazada?
Viendo que Alain se quedó callado, Isabel se sintió aún más enfadada, entonces añadió,
—¡Eres realmente desagradecido!
—Basta ya, madre —dijo Cynthia mientras se levantó de la cama—. No nos pasó nada, ahora desayuno.
—Si no discutís, ¿a qué viene tu enojo? —preguntó Isabel con cierta impaciencia.
—No estoy enfadada.
—Si no lo estás, ¿por qué tu rostro se pone tan enrojecido y lívido a la vez? —suspiró Isabel—. Venga, ¡a desayunar!
Alain la volvió a trasladar ante la mesa.
Tras haber tomado unos bocados de la sopa, Cynthia se dio cuenta de que no se sentó Alain a la mesa, entonces preguntó,
—¿No vas a desayunar?
Alain la miró con cierta impaciencia.
«¡Un mujer caprichosa! ¿Qué más remedio tengo yo frente a sus caprichos?»
—Lo siento, cariño —murmuró Cynthia mientras agarró su mano—, no debería haberte dejado enfadado. No te enfades, fue toda mi culpa.
—Tarde o temprano me moriré en tus manos de furia —murmuró Alain suspirando.
—Lo siento de verdad —dijo Cynthia en voz baja—. No te enfades, te juro que no volveré a hacértelo.
Alain sonrió con cierta impaciencia.
«¡Un molestón!»
En este momento se marchó silenciosa Isabel cerrando la puerta.
Cuando le sirvió Cynthia la sopa hasta su boca, Alain apartó su mano y dijo,
—No me hagas la pelota.
—¿Pasa algo? —preguntó Cynthia nerviosa.
—Le he consultado si te podría llevar afuera.
—Gracias, cariño —dijo Cynthia sonriendo.
—Eres la reina de la casa, ¿cómo me atreví a desobedecerte?
Extendió Cynthia sus manos para abrazar a Alain y murmuró en un tono lleno de ternura,
—Te he pedido perdón, cariño, no digas más, por favor.
Alain la miró con cierta impaciencia.
—Gracias, mi amor.
—Pero no nos marcharemos hasta el mediodía —dijo Alain.
—Vale, de acuerdo.
Luego llamó a Mario avisándole que no viniera a la casa para recibirla.
Mientras tanto, esta mañana había abandonado Cristián el hospital. Apenas salió de él, propuso a Chloe que hicieran los trámites del matrimonio.
—Lo dejamos para cuando te recuperes, ¿vale?
—No, ahora mismo.
Su actitud era tan firme que Chloe tuvo que aceptarlo. Antes de volver a casa, fueron los dos al Registro Civil para los trámites y en apenas media hora ya tenían todo listo. Cuando iban de camino a casa, Lourdes ya tenía la casa limpiada y todo arreglado con las ventanas abiertas y las sábanas cambiadas.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Vuelve conmigo,mi cariño!