La rubia está estirada en su cama con el móvil a su lado y en cuando ve a su amiga, sonríe y dice:
- Hola, Celina.
- ¿Celina? Hoy es el día internacional de los motes y no lo sabía.
Esa contestación sorprende a Valentina, pero hace caso omiso y se centra en el tema importante:
- Tengo que contarte algo y no creo que te guste.
- ¿Qué pasa? ¿Tienes novio? ¿Estás embarazada? ¿Sergio es gay?
- ¿Sergio gay? Creo que antes de que pase eso el mundo se acaba. – Se ríe la chica rubia. – No, no es nada de eso. Dentro de dos semanas me voy a ir hacer las prácticas y quería decírtelo antes que a nadie.
¿Dos semanas? ¿A otro país? ¿Prácticas? Eso quiere decir que Gregorio también irá y no se lo ha dicho. ¿Por qué? Pero eso lo averiguara pronto:
- ¿En serio? ¡Qué bien! – Expresa Celina con entusiasmo.
- Gracias. Sabía que lo comprenderías. – Dice la chica.
- Claro, ¿Cómo no iba a comprenderlo? – Pregunta Celina.
- Bueno, como que Gregorio también se va a ir, hemos pensado irnos los dos juntos y compartir un pequeño piso, porque aún no tenemos las habitaciones en el campus de la Universidad. ¿No te lo ha contado?
¡¿QUÉ?! Valentina y Gregorio juntos en Londres y en una misma habitación.
¡ESO NO TIENE SENTIDO EN UNA FRASE!
- Sé que habéis roto y… - Pero la Princesa la interrumpe.
- Estamos juntos de nuevo, Valentina. – En ese momento, Sergio pasa por delante de la habitación de su hermana pequeña y lo escucha. Aunque no puede recriminarle nada, su corazón se ha roto.
- Ah, no lo sabía. El caso es que pensaba que lo sabías y que habías aceptado.
- Si, si. No pasa nada. – Dice rápidamente ella. – Tranquila, enserio. Camas separadas, ¿no? – Se ríe ella.
- ¡Claro! ¿Por quién me tomas?
Las dos chicas se ríen. Celina no puede enfadarse con ella.
Es su mejor amiga y daría la vida por ella. Además, a Valentina no le gusta Gregorio, ¿verdad?
Esa misma tarde y luego de salir de casa de su mejor amiga, Celina llama a Gregorio, tienen que hablar.
Primero llega a casa y se asegura de que no hay nadie en casa.
Afirmativo. Sus padres no están. Ni el canario parece estar. Marca el número de su chico y nada más descolgar, habla:
- Hola, Gregorio. ¿No tienes nada que contarme? – Dice muy cortante la chica.
Después de todo, tendría que acabar algún día. Está destrozada, no sabe qué hacer.
No quiere hablar con nadie. Ni con Val, ni Sergio. Sube a su habitación y pone a cargar el teléfono.
Piensa en comer algo peró es lo recuerda a las chicas que les acaban de romper el corazón y recuren a la comida, o mejor dicho al chocolate para olvidar e intentar curar su herida. Ella no es así. No es débil, puede seguir a delante con o sin él y por lo que acaba de pasar, será sin él.
(Las dos semanas transcurren)
Estás dos semanas apenas se ha dejado ver por la civilización. De casa al instituto y viceversa. Nada más.
El instituto ha acabado para algunos, pero para ella aún no. No quiere preocupar a Valentina con sus problemas, pero ella no sabe que su mejor amiga aún está más preocupada por ella al no verla.
Sergio y Valentina están delante de Celina, cada uno por una razón.
Valentina para comunicarle que se va y Sergio para ayudar en cualquier cosa.
Tocan el timbre y una débil voz contestas ‘voy’.
La puerta se abre y aparece Celina con una sudadera negra tres veces más grande que ella en la que se ve el símbolo , conjuntada con unos pequeños pantalones negros. Su cara apenas se ve, ya que los cabellos castaños de ella están encima. Los dos invitados exclaman al unisonó:
- ¡Celina! ¿Qué te ha pasado?
La chica ríe con la coordinación de sus amigos y para ellos, ya ha valido la espera solo por escuchar la risa de su amiga.
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