( 18) SWEET CANDY y DARK SHANE - SEX HARD romance Capítulo 3

Después de ese día todo mi mundo cambió. Sin negarlo mucho la señora Mary y la señora Rebeca tenían gustos peculiares. Aunque la señora Rebeca era un poco intimidante, me trataban bien.

Desde ese día me contrataron para ir tres días a la semana. Ellas no querían que el trabajo interfiriera con la escuela. Al final acepté. Me dijeron que no le dijera a nadie pero , me pagaban doscientos dólares semanales. Yo le daba a mi mamá setenta y me quedaba con el resto. También escondía dinero, mi sueño siempre ha sido viajar.

Era un viernes por la tarde, cuando llegué a la casa de las flores después de la escuela. Le había colocado ese nombre a la casa de la señora Mary y la señora Rebeca, porque siempre estaba llena de flores y por supuesto olía maravillosamente.

Nunca más volvimos a hablar de lo que había sucedido en su habitación. Aunque me moría por preguntarle que era lo que había pasado con mi cuerpo porque a veces sentía lo mismo cuando recordaba ese día o ella se ponía a mi lado.

- Esta tarde trabajaremos en el jardín – me dijo la señora Mary sonriendo – vamos a ver si podemos hacer que crezcan aquí algunas rosas.

Me emocioné como una niña pequeña. Trabajamos hasta el final de la tarde. Todo nos había quedado perfecto. Cuando me levante de la tierra y me sacudí me di cuenta de que estaba toda sucia. No me había puesto un delantal como ella.

- Estoy hecha un asco – dije mirándola y ella arrugó la nariz.

- Lo cierto es que te hace falta una buena ducha.

- Es verdad – me sacudí de nuevo – lo mejor es que me vaya.

- Cariño no puedes irte así de sucia – me miró como si estuviera analizando la situación - ¿Por qué no te das una ducha. Mientras ponemos a lavar tu ropa y luego en la secadora?.

- No me parece tan mala la idea.

- Ven sígueme, pero tendrás que dejar esa ropa en el lavadero.

Así lo hice. Ella me había prestado una toalla y habíamos puesto la ropa en la lavadora. Me guió hasta su habitación. Ella estaba preparando la bañera.

- Te estoy preparando el baño.

Yo solo asentí.

Nunca me había metido en una bañera, en casa solo tenemos ducha y eso es ya mucho que decir. La mirada de la señora Mary nunca dejo la mía. Me quitó la toalla que envolvía mi cuerpo y se aclaró la voz.

- Tienes un cuerpo muy bonito.

- Estoy un poco rellenita.

- Para nada, tienes las curvas donde deben ir.

De pronto bajo la mirada hasta mi sexo y se dio cuenta de que estaba desprovisto de vellos.

- Eres una cajita de sorpresas – señaló – estas depilada.

- Lo cierto es que algo muy personal es como un regalo para mi.

- Ya veo - me dijo.

Me ayudó a entrar a la bañera. El agua estaba tibia y suspiré cuando hizo contacto con mi piel. Cerré los ojos y me hundí de espaldas en el agua.

Al abrir los ojos la mirada de la señora Mary era brillante, era como si jamás hubiera vista esos hermosos ojos verdes.

-¿Quieres que vaya por tu ropa ahora o necesitas ayuda con la ducha?

- Si – le dije sin pensarlo – si quiere por favor quédese. Es su baño.

Ella sonriendo se acercó a mi. Con el champú en sus manos y una esponja.

- Vamos a ducharte entonces.

Delicadamente tomo el gel y lo puso en la esponja luego suavemente comenzó a lavar cada una de las partes de mi cuerpo.

Comencé a sentir lo mismo que había sentido la vez que la había con la chica. Cerré mis ojos para disfrutar un poco más. Cuando pasó la esponja por mis pechos sentí una ráfaga de electricidad hasta mi vientre.

- ¿No te hago daño? - me preguntó.

- No.

-Tienes una cara como si te doliera algo.

Abrí los ojos y la miré, es que de pronto mis pechos esta pesados que duele.

Ella me dio una sonrisa ladeada.

- Vamos a ver – me dijo, dejando la esponja a un lado y ahora con su mano acariciando mis pecho. Un gemido brotó de mis labios - ¿te gusta así?.

- Sí, me gusta.

Fue de nuevo por la esponja, pero mi brazo salio disparado y la detuvo.

- Por favor si vas a bañarme hazlo con la mano.

- ¿Estás segura de que quieres que te toque?.

- Sí.

Sus manos recorrieron mi cuerpo de nuevo y bajo hasta mis muslos. Rozo mi sexo pero no se detuvo. Luego lo hizo de nuevo y gemí de frustración.

- ¿Qué pasa? - dejo de acariciarme.

- Es que te detienes.

- ¿En dónde?.

Tomé su mano y la puse encima de mi montículo.

- ¿Estás segura? - me preguntó.

Yo misma comencé a mover su mano sobre mi sexo – Si.

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