( 18) SWEET CANDY y DARK SHANE - SEX HARD romance Capítulo 45

— ¿Qué? Pero si hay demasiada seguridad ahí— decía ella con confusión en el rostro pero caminando a paso rápido junto a nosotros, yo prácticamente corría, esos imbéciles de piernas largas y yo aquí tan recortada— ¿Estás seguro de lo que dices?

— Que sí, maldita sea. Leonardo llamó y dijo algo sobre una explosión— Llegamos a la entrada y me esforzaba en respirar, él estaba prácticamente corriendo— Muévete rápido, Verónica, si no quieres que te lleve por el pelo— me amenazó y aceleré mi marcha.

— ¿Pero por qué tengo que ir yo?— Carish parecía una cría y recordé lo que Eder me dijo: la mantenían aparte de todo, ella sólo se ocupaba de ser bonita, follar y gastar el dinero. George la miró con fastidio cuando el seguridad nos abrió la puerta de la camioneta. Entré de primera empujada por George y más atrás su hermana con ganas de llorar— Me estaba divirtiendo, Gigi— ¿Gigi? ¿Le decía Gigi al psicópata tatuado que me violaba sin meditar? Quise reír, me esforcé por no hacerlo.

— No me llames de esa puta forma si no quieres que te volteé la mandíbula de un golpe— la amenazó calmado, eso fue aterrador— Sabes que no es mi culpa el que no te quieran en el club sin mi vigilancia— ella resopló y se cruzó de brazos— Tienes un serio problema para acatar las normas, si un sumiso tiene su Dominante no te le puedes acercar. Llevas años en esto y no te esfuerzas ni un poco por respetar. Si papá--

— Sí, George, ya entendí. Soy una idiota. No sigas— Era la primera vez que le escuchaba ese tono de dolor en la voz, no resistí la curiosidad de ver su rostro: Estaba seria y con los ojos brillosos, miró hacía la ventana cuando se dio cuenta de mi mirada sobre ella y el silencio reinó.

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Llegamos al Taller-una especie de depósito viejo rodeado de árboles y metido en medio de un laberinto- y estaba rodeado de guaruras vestidos de color negro, armados hasta los dientes. De la parte trasera del lugar salía humo ennegrecido y varios cuerpos estaban apilados en un extremo.

Mis ojos se abrieron como platos al ver a los muertos, no era algo normal para mi. En el pueblo donde crecí las muertes eran tan esporádicas que sorprendían y raro era el caso de asesinato, además que no cualquiera tenía una pistola, normalmente eran machetes o piedras e incluso golpes las armas usadas.

George vio mi gesto y apretó mi rostro haciendo que lo mirara, estaba serio y sus ojos destilaban maldad

—No veas más de lo que debes sino quieres terminar en ese montón. No preguntes ni hables con nadie. No te separarás de mi lado y no soltarás mi mano, ¿Quedó claro, Verónica?— el mentón me dolía y sentí las lágrimas en mi rostro.

—Sí, señor.

—Déjala en paz, salgamos de esta mierda rápido. Este lugar me trae malos recuerdos.

Carish bajó lanzando la puerta y George la siguió con la mirada, algo en sus ojos... ¿Tristeza?¿Preocupación? Lo que fuese se borró de inmediato. Bajó y me tomé esos tres segundos de soledad para respirar, apreté mis manos y sentí las uñas en mis palmas

—Baja— ordenó y obedecí. Me dio la mano prácticamente apresándome y llevándome a su lado hasta acercarnos a un montón de hombres.

—¿Qué mierda pasó, Leonardo?¿No tenían esto controlado?— dijo con dureza dirigiéndose a un hombre moreno con la mirada inquieta.

—Señor, algo pasó, no sabemos qué aún, pero al parecer fue una fuga.

—¿Una fuga?¿Una maldita fuga causó que hayan 5 muertos?— Leonardo se encogió de hombros, parecía muy temeroso para ser tan alto— ¿Revisaron los cuerpos?¿Quienes eran?

—No, señor. Están muy chamuscados— dijo con una mueca, agradecí que la atención de George estaba en otra cosa para poder mirar un poco sin ser detectada— Eran Franco y Tobías, señor. Estaban en la ronda. Las otras fueron tres de las mujeres, nadie más.

¿Mujeres? Recordé que entre los delitos de los Rey estaba el tráfico de blancas. ¿Es posible que...

—Camina— me arrastró hasta acercarnos a los cuerpos, me retorcí ganándome una mirada de advertencia y contuve la respiración tratando de no inhalar el putrefacto olor de carne calcinada.

De un lado estaban tres cuerpos femeninos, parecían estar en sus veintes y no tenían más que pequeños pedazos de una braga y un poco de brasier encima, no miré más, no quería llevarle tarea de sobra al psicólogo que seguramente debo de ver cuando esto acabe.

Del otro lado dos cuerpos masculinos, uno delgado y otro más corpulento. Tenían trozos de ropa negra y los identifique como guardaespaldas al igual que los demás. Aunque algo me decía que todo esto tenía mucha tela que cortar. Lo curioso es... No estaban tan quemados como las otras.

George me soltó y sentí la sangre correr por mis dedos, cuando me quedé perpleja viendo cómo se agachaba en medio de sus dos soldados. Acercó su rostro mucho al de ellos y de un momento al otro se puso de pie. Su cara parecía la de un maniático.

—Imbéciles. Estos dos tienen balazos. ¡Busquen quién coño mató a mis hombres y me lo traen! ¡YAA!— gritó cuando todos se congelaron. De repente empezaron a moverse como hormigas y George volvió a agarrar mi mano con fuerza para caminar hasta otro lugar— Incompetentes de mierda, debería fusilarlos a todos y terminar con mi puto castigo— murmuraba para sí mismo y casi corría a su lado, que bueno que los tacones eran cómodos.

Entramos a la parte frontal del Taller. habían cuatro puertas dentro y la pintura de las paredes estaba desconchada. Atravesamos la segunda y encontramos un largo pasillo.

El olor a orina y heces llegó a mi nariz, era tan desagradable que hice todo lo posible por no vomitar. Puertas en cada extremo, una frente a la otra, me hicieron suponer que aquí era donde estaban las mujeres secuestradas.

—¿Donde están?— gritó George contra un barrigón de aspecto sucio que cumplía como guardia, tenía un arma automática en la barriga y abrió los ojos con miedo al ver a su jefe.

—En... el patio, señor.

Me arrastró hasta el final del pasillo donde había una puerta más grande que las anteriores, la empujó y del lado contrario estaban dos hombres recostados y mirando a todos lados con expresiones serias.

—Señor— saludó uno a mi acompañante, el más valiente al parecer.

—¿Como van, Ronaldo?

—Están nerviosas, señor. Las muertas fueron la morena esa, Michelle. También Mageta y pues, usted sabe que Ana estaba emba--

—Suficiente— George se pareció acordar de mi presencia y acalló al hombre. Cerré mis ojos, saber que tenían mujeres retenidas bajo su voluntad, y que algunas estaban embarazadas, mierda... Era mucho para mi.

—¿Qué cantidad de producción se perdió?— Sí, a él le importaba más la droga perdida que las vidas perdidas. Era algo normal viendo quien hablaba. El maniático Jeffrey.

— 6 kilos y medio, señor.

—Jodida mierda...-murmuraba George frotándose el puente de la nariz.

De pronto, el gordo de afuera entró corriendo, parece que aquella labor le costó mucho.

—¿Señor? Encontraron dos cuerpos más en la entrada del bosque. Maikol y Jervy. Estaban en ropa interior— parecía que en cualquier momento se desmayaría.

—¿Donde está mi hermana?— preguntó George a Ronaldo, el que le habló antes

—Entró a los calabozos.

—Maldita tonta de mierda, en algún momento la amarraré como papá...— no dijo más nada y cada vez me intrigaba más con la extraña vida de esos hermanos. Aunque me valía mierda, francamente.

Caminamos más a fondo, descubrí que era un largo espacio con azulejos en todos largos y regaderas muy viejas. Parecía ser unas duchas de escuela secundaria pero más sucio y asqueroso. Atravesamos puertas grandes nuevamente y entramos a la peor parte.

Habían... Jaulas. Sí, de extremo a extremo de la larga pared. Dentro estaban unas veinte mujeres, todas hermosas, sucias y rotas. En su mirada se veía que nada más que desilusión les quedaba y las ojeras en sus rostros le quitaban vitalidad. Algunas estaban desnudas, otras tenían hilachos de ropa vieja, unas lloraban otras no, pero todas estaban golpeadas, eso sí.

Y frente a las jaulas estaba una morena de flequillo en vestido rojo bailando frente a las barras

—Vamos, chicas, ¿Seguras que ninguna se quiere ir conmigo? Prometo tratarlas bien— decía ronroneando y riendo con diversión cuando nadie se movió— Oh, vamos. Parece que realmente les gusta estar aquí— su mirada se dirigió a nosotros y sonrió inocente como niña— Hermano, estás chicas son tan aburridas, no quieren salir a jugar conmigo.

Las mujeres se encogieron de miedo al ver a George, no pude evitar mirarlas y sentí el dolor en mi cuero cabelludo cuando él me volteó el rostro en su dirección, cerré los ojos y susurré

—Lo siento, cariño, lo siento.

—Shhh, shh— acarició mi cabeza como a un perro, abrí los ojos y no me miraba a mí sino a las mujeres a mi espalda— Pronto nos vamos cariño, déjame terminar con esto. Tú— señaló a su hermana quién jugaba con el candado, en serio quería molestarlas— Vamos, ahora. Hay más muertos aquí y no sé quién carajos está detrás de esto.

—Te preocupas por mi— canturreaba Carish sonriente mientras caminaba en nuestra dirección cuando de pronto las luces se apagaron—¿Qué mierda... George?— su voz sonaba asustada y me dio pánico no ver nada a mi alrededor, sólo los dedos de el maníaco en mi muñeca me ataban a la realidad. Al parecer había hecho lo mismo con su hermana pues de un momento al otro caminábamos a paso apresurado

—Ronaldo, ¿Donde coño estás?— gritaba pero nadie respondió— ¡RONALDO!— su voz sonaba desesperada y sentí una pared a mi lado— ¡AHH! ¿Pero qué mierda?— Salté al escuchar su grito a mi lado seguido del chillido de Carish y luego... Nada. Solo silencio, no había manos en mi muñeca y sentí pánico de verdad. Los gritos de las mujeres a mi alrededor no ayudaban.

De pronto, volvió la luz parpadeante hasta aclarar. Las mujeres seguían en las jaulas apretándose contra las barras y abrazándose entre ellas mismas. A mis pies estaban Carish y George, parecían muertos pero vi que sólo estaban desmayados, quise dar un paso hacía atrás y sentí un pecho contra mi espalda, empecé a temblar. Ninguno de esos hombres me daba confianza y saber que eran ellos quienes golpeaban a las mujeres hasta tenerlas así me aterraba.

Cuando un familiar perfume llegó a mis fosas nasales suspiré profundamente. Unas manos grandes abrazaron mi cadera y mis nalgas chocaron contra una tela de jean gruesa.

—Te tengo, caramelo. Estoy aquí— era él. Su voz causaba lo que aquella anestesia causaba en los cuerpos de los Jeffrey, me sentí desfallecer

—Eder... Por fin— me di la vuelta y lo abracé con fuerza. En algún momento escaparon mis lágrimas y él sólo acariciaba mi cabello.

—Ya, princesa. Soltemos a esas mujeres y vayámonos de aquí.

Caminamos a las jaulas y las mujeres nos miraron con miedo, las pude ver bien, no debían tener mucho más de mi edad.

—Tranquilas, las ayudaremos— dije intentando calmarlas. Una pelirroja de crespos revueltos me respondió enojada

—¿Como sabemos que es cierto? Estabas con ellos— dijo con asco.

—No soy menos víctima que tú— le dije con ganas de defenderme. Odiaba que pensaran que apoyaba a esas escorias.

—Nos quieren llevar con ustedes para vendernos, conozco a los de su clase— respondió terca.

—Pues eres muy estúpida, mujer— dijo Eder acercándose al candado con su arma en la mano y disparando muchas veces en él, los gritos femeninos hicieron alza y se detuvieron cuando la puerta ahora sin seguro se abrió de par en par— No me hace falta vender mujeres para sobrevivir. Ahora ustedes decidan, ¿Esperan a la policía o quieren que las llevemos a sus casas?

Ellas se miraron entre sí y luego a la pelirroja, parecía ser la jefe ahí. Ella tragó grueso y asintió en dirección a Eder, mirándome de reojo.

—Nosotras— suspiró nerviosa— No sabemos donde estamos, pero no queremos involucrar a la policía. Si pueden ayudarnos... Háganlo— no hablaba muy respetuosamente pero no importaba, era una víctima y necesitaba apoyo.

Una por una salieron de las jaulas y caminamos todos fuera del lugar, Eder sostenía mi mano y mi cadera, agradecí eso, sin su presencia seguro me desparramaría en el suelo.

Fuera todo era un espectáculo. Había un grupo de hombres vestidos de color verde bosque con pantalones de jean, reconocí a Tom entre ellos y otros guaruras que he visto un par de veces. Con calma se acercaron a las mujeres temerosas ofreciendo mantas y botellas de agua, con ellos estarían bien.

Eder y yo caminamos hasta hablar en privacidad y traté de no prestar atención a los cuerpos de hombres de los Jeffrey a nuestro alrededor.

—¿Como... lo hiciste?— mi voz era un susurro y no podía creer todo lo que estaba pasando en las últimas horas. Miré el cielo, no parecía ser más de las tres de la mañana.

—Te dije que yo me encargaba. Tom y Lucas consiguieron uniformes y se infiltraron, causamos el incendio para llamar la atención y que trajeran a George, sabía que Carish tenía prohibido visitar ROMXNO sin un chaperón por lo que fue obvio que la traería. Después de eso nos encargamos de separarnos en dos grupos, uno se encargó de buscar la caja de luz y otros de limpiar el terreno. Yo sólo te busqué y les apliqué el calmante a esos dos— hizo un gesto con la cabeza, Tom y otro hombre sacaban a George desmayado mientras que otro cargaba a Carish como un costal de papas

—¿Mataste a esas mujeres? Ellos dijeron que habían tres mujeres muertas, yo las vi— mi mirada no salía de la camioneta donde habían metido a los hermanos.

—No, cariño. Una de ellas... La morena, estaba muerta cuando mis chicos llegaron, las otras dos estaban en un rincón, al parecer quería escaparse y uno de los hombres la golpeó hasta matarla antes de que llegáramos. Cuando Igor entró... Estaban violando a una y le disparó de inmediato al hombre pero la usó como escudo. La otra simplemente agarró el arma del que cayó y... se disparó en el corazón, debió pensar que nosotros éramos más malos-soltó un corto bufido de indignación-. Iban a sacar los cuerpos antes de incendiar pero eso alertaría a los demás.

Yo asentí cortamente, no sabía que decir.

—¿Vero?— dijo él con preocupación. Miré su rostro, era él, era mi Eder. Sus ojos amarillos me miraban con amor y confirmé el hecho de que nunca me dañaría. No de una forma poco placentera, al menos.

—Terminemos con esto, chico nerd— dije subiendo en el asiento de copiloto de su camioneta. Él se apresuró a subir y encender el motor, cuando puso una posesiva mano en mi nuca y unió nuestros labios en un profundo e intenso beso.

—Sé que es un mal momento pero... Te ves realmente sexy en ese vestido.

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