Verónica se negaba a hablarme, recibió el mismo plato que le ofrecí diez veces de la mano de mi hombre de seguridad, ¿Saben cómo se siente eso?
Por eso descargaba mi ira con George Jeffrey, dado el hecho que no confiaba en mi mismo para torturar a Carish aún en su puto estado.
No sé qué creer. No sé qué pensar. Todo es posible y probable, recuerdo firmemente el momento en que esa mujer me... Forzó a eyacular en su interior. Nunca me había sentido tan derrotado y humillado en mi vida y segura estaba, aunque me fuese al infierno, que me la llevaría conmigo a esa hija de perra.
George estaba en una el capó de un viejo Mustang del 98, sus extremidades atadas y tristemente no tenía ningún dedo con uña, ni de las manos ni de los pies. Pobrecito.
—MALDITO, SUÉLTAME, ENFRENTAME COMO UN HOMBRE— aún tenía fuerzas para gritar y en serio evalué la opción de que sí, era un psicópata y no sentía nada.
Yo estaba sentado sobre una escalera de metal muy vieja, me había quitado mi camiseta hace un buen rato y revolvía mi cabello cuando lo escuché. Sonreí con diversión y me levante.
—De verás te gusta el maltrato— dije burlón cuando caminé en su dirección. Mis chicos le habían arrancado cuatro dientes y su rostro era un mar rojo— Agradece que no me gustan los hombres, sino tendrían sangre en otra parte de tu maldito cuerpo- Dije palmeando su ingle recordándole la sal que le colocó Verónica en los cortes. Se retorció por lo que pude ver que le dolía, y sonreí como demente— Esto no es nada para lo que le espera a tu hermana— le comenté. Él me miró sorprendido y un poco ¿asustado? La verdad esos ojos tan claros eran difíciles de leer.
—Ella esta embarazada, no puedes dañarla— aseguró y yo me reí maliciosamente.
—¿Quién lo dice?— fueron mis simples palabras y el hombre empezó a moverse con furia y fuerza, de verás le toque la tecla— Tal vez hasta te deje vivir un poco más, para que escuches sus gritos cuando la este torturando, ¿No te excita eso, muchacho?— me reí fuertemente y parecía poseído, abriendo su piel en los lugares donde soga se ajustaba a su piel.
—IMBÉCIL, LLEVA TU HIJO EN SU VIENTRE, NO PUEDES MATARLA, MÁTAME A MI PERO NO A ELLA— El muy bastado creía estar en posición de exigir, no me contuve y dejé caer un puño donde estaba la boca de su estómago, vi cómo se quedaba sin aire y abría la boca como pez
—¡Así como Verónica llevaba mi hijo en su vientre y lo perdió por tú culpa, maldito hijo de puta!— mi voz era firme, gruesa y llena de dolor, a este punto mis ojos debían dar miedo y él se encogió un poco dejando ver su incomodidad— Tu hermana es tan puta que ese hijo puede ser de cualquiera. Hasta tuyo— dije maliciosa y volvió a moverse contra las cuerdas sin importarle las heridas— No te preocupes, de todas formas ambos morirán, pueden seguir revolcándose incestuosamente en la quinta paila del infierno.
—NUNCA TOCARÍA A MI HERMANA- gritó con fuerza
—PERO SÍ A MI MUJER— grité en el mismo tono y le encesté un golpe en la cara que le abrió de inmediato el rostro. Mis nudillos dolían pero más lo hacía mi alma y mi puta cabeza. Me alejé de él y lo dejé ahí, solo, atado, herido, sobre un capó ardiendo bajo el sol.
Entré a la zona donde mis hombres estaban y por ende, mi mujer. La ubiqué en una silla grande, acomodada sobre el cojín, sus pies descalzos estaban rojos y con cortes, las patadas que dio debían de dolerle, sus manos sostenían una taza humeante de lo que supuse era café con sus nudillos reventados y colorados, también usaba sobre la parte superior la camiseta que yo me había quitado sin recordar donde la había puesto y suspiré al mirarla, se veía tan indefensa y de cristal. Sólo para el que no la conocía o admiraba de lejos, porque de cerca podía ser el verdadero demonio enojada. Me acerqué a su lado y pude notar como me miró de reojo, me senté en silencio sobre el piso, no me importaba ensuciarme más de lo que ya estaba y traté de ser sútil, esperar que ella se soltara. Y diez minutos después- los contaba en el reloj de mi muñeca- lo hizo.
—No sé si pueda con esto, Eder— dijo con voz quebradiza y cerré los ojos, odiaba saber que estaba llorando.
—Sé específica
—Sabes de lo que hablo. No puedo asesinar a una mujer embarazada, no tengo tanta maldad, aunque ella sea la persona más sádica y mierda del género. Y... es tu hijo el que lleva en su vientre, por Dios... no puedo con esto— se calló cuando el nudo en su voz se hizo notorio y no abrí mis ojos de nuevo hasta que el silencio nos rodeó, sentí sus suaves sollozos y me levanté de golpe, asustándole pero sin detenerme a mirarla, la ira me rodeaba y no veía más que color rojo a mi alrededor.
Entré a paso rápido a la zona donde estaba Carish aún atada, justo donde antes estuvo acompañándola su hermano y me miró con miedo, saqué una botella pequeña de mi bolsillo rasero y llené la jeringa que la acompañaba
—Eder, que-- PLAZ, la bofetada que le di fue escuchada en todo el lugar, no soy de maltratar a las mujeres, no se ofendan, mi madre fue una reina y aprendí que las mujeres se debían respetar. Pero.. Eso no era una mujer, era un monstruo. Le inyecté el líquido en el brazo sin el mayor cuidado y segundos después se desmayó, me alejé y busqué con la mirada a los dos hombres que había ordenado vigilarla, uno a cada lado de la puerta donde por alguna razón no miré al entrar
—Llévenla a la camilla— ordené y volteé a ver el cuerpo de Carish semi desnudo y sucio, parecía haberse orinado encima hace un rato— Que comience la acción.
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—ASAAAHHH— La voz de Carish retumbaba y estaba tan ciego por la rabia que ni siquiera escuchaba. No decía palabras coherentes debido al llanto y yo sólo ponía mis ojos en blanco, realmente necesitaba amordazarla.
No aguanté, caminé hasta su espalda y lo abracé en aquella posición, no quería ver su rostro, simplemente sentirlo y que me sintiera. Que supiese que no estaba solo.
Sentí su pecho vibrar en mis manos y descubrí que lloraba. Tanto Carish como yo guardamos silencio y sólo los roncos sollozos de mi hombre se escuchaban. En ese momento sentí tanto odio por ella que poco me importaba todo.
Lo hice voltear y mirarme, sus orbes amarillos estaban distorsionados con un rojo incandescente. Daba terror mirarlo, a cualquiera menos a mi. Yo sólo veía cómo mi dulce, tonto, pervertido y gruñón gigante se desmoronaba poco a poco. Lo abracé con todas mis fuerzas aún cuando la diferencia de tamaño era enorme, sentí como se relajaba en mis brazos y como poco a poco dejaba de llorar, cuando se calmó de un solo movimiento arrebaté la navaja de su mano y corté la mordaza que cubría la boca de Carish, instalando de inmediato la hoja en su cuello y mirándola con todo el odio que sentía hacía ella y su hermano. Me miró aterrorizada y escuché como algo caía, miré a su entrepierna, se había orinado.
—Debería hacerte beber la orina— le dije con los dientes apretados y abrió más los ojos desviando la mirada del arma en su cuello a mi cara— Sólo voy a preguntar una cosa y quiero que seas muy honesta conmigo— no dijo nada, no hacía falta— ¿Estás embarazada, sí o no?— su cara se llenó de sorpresa pero poco a poco mi su cerebro funcionar
—Sí— levanté una ceja en su dirección
—¿Cuanto tienes?— no dijo nada— El tiempo, estúpida, cuantas semanas— ella pestañeó varias veces pero no dijo nada. Me olía a mentira. Miré a Eder, estaba inmóvil escuchando nuestra pequeña plática - Manda a buscar una prueba de embarazo casera, que traiga el número de semanas por si las dudas— Él asintió y con cara de shock, salió. Volteé a mirar a la ahora calva con el cuchillo aún en su cuello— Esto se va a poner muy bueno.
Media hora pasó y los chicos trajeron mi encargo, quise obligarla a orinar para hacerle la prueba pero como se negó, pensé que sería lo mismo haciéndola al charco de orine que tenía debajo. Asquerosa de mierda, por su culpa el lugar apestaba.
—¿Por qué me haces esto? — lloraba con voz de indignación. Yo me reí, realmente divertida.
—¿Quieres que enumere las razones?— levanté una ceja— Violaste a Eder, te uniste a Melissa para destruirnos, fingiste conmigo pensando que te saldría bien burlarte de mi pensando que era una tonta ingenua, eres parte de una red de tráfico sexual de chicas, y ahora mentiste diciendo que estabas embarazada— agité la prueba negativa en su cara— ¿Qué crees que te espera, cariño?— dije con fingida tristeza antes de darle un golpe muy fuerte en uno de sus senos con mi mano cerrada, se retorció por el dolor y salí de la habitación.
Eder estaba en cunclillas junto a la puerta pero sin oír nada dentro, estaba en su mundo, perdido en un limbo. Me agaché y tomé sus mejillas entre mis dedos, por fin sacándolo de ese trance. Estaba sucio, ojeroso, lleno de sangre y lágrimas pero yo debía verme igual.
—No esta embarazada, Eder— su rostro se iluminó y se puso de pie tambaleándome pero sujetando mis hombros para que no cayera. Su cara había cambiado y ya no estaba consternado, volvía a estar furioso y sus ojos tenían un brillo de desequilibrio que me hicieron pensar en los míos.
—¿Pues qué esperamos? Tengo ganas de jugar.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: ( 18) SWEET CANDY y DARK SHANE - SEX HARD