Carish llevaba un par de horas gritando y maldiciendo mientras Eder y yo tomábamos un té helado cada uno. Realmente deseaba terminar con todo y volver a nuestras vidas, saber qué sucedería de ahora en más. Y si tal vez--
—AAAAAAAAH, MALDITA SEAAAAAAAAAAAAAAAAAA, NOOOOO— Abrí mis ojos de la sorpresa mirando a todos lados mientras buscaba la raíz de ese sonido, cuando mis ojos se posaron en un divertido Eder, mierda.
—Parece que llegaron mis amigos, vamos— me tomó de la mano aún sosteniendo nuestras bebidas y quedé muy intrigada. Nunca le conocí un amigo y ahora, ¿Se aparecían aquí?
Salimos al fondo del depósito de chatarras donde vi un medio circulo de los hombres que nos acompañaban, no podía ver más allá gracias a mi altura pero la sonrisa socarrona de mi chico daba miedo, me llevó hasta el frente de los hombres y sentí que mi quijada se desprendería y caería al suelo.
George estaba en el capó de un carro al que reconocí como un viejo Mustang, atado con muchas sogas y sin uñas en los pies desde mi vista, su cuerpo entero estaba bañado de rojo y lo que más llamaba mi atención eran esos amigos de los que hablaba mi loco gigante.
Eran los buitres. Jugaban con él, una pequeña bandada de unos cinco buitres enormes revoloteaban sobre él y uno que otro bajaba a picarlo. Parecían divertirse con su comida.
Sentí como el té helado se revolvía en mi estómago pero me obligué a mirar como si se tratara de una terapia
"Está ahí, se lo comerán, más nunca podrá dañarte a ti ni a otra persona. Se lo merece, esta bien. Después de esto al psiquiatra" Ese era mi mantra mientras veía la escena sin aún poder cerrar la boca.
Pasaron algunos minutos cuando todos se lanzaron sobre él y sus gritos parecían haber roto sus cuerdas vocales. Y así, se lo comieron vivo, literalmente.
Eder miraba sin expresión pero sabía que dentro de él había una fiesta por más que no quisiera demostrarlo. Cuando el cuerpo dejó de tener movimiento y la sangre rodó por el carro hasta tocar la arena debajo, dimos media vuelta y entramos.
Fuimos hasta donde estaba Carish en perfecto silencio, más nuestras manos nunca se separaron, sorpresa la mía cuando en la mano de Tom vi una brillante cadena y una respiración acelerada llegó a mis oídos.
Zeus había llegado.
—No quiero que entres— me pidió Eder tomando la cadena del perro. No pude evitar sentirme nerviosa cuando el animal se acercó a mi — Zeus— advirtió él pero por puro instinto pasé mi nerviosa mano sobre su cabeza cuando se acercó a mi pierna. Sentí su lengua en mi palma, causándome cosquillas—Vamos, muchacho— ordenó Eder y el perro se apartó de mi de inmediato. Lo miré con el ceño fruncido.
—Aguanté lo de los buitres, quiero ver esto.
—Vero, por favor— pidió con cansancio. Decidí ceder un poco
—Me quedaré en la puerta, no me sentirás.
Me miró y suspiró resignado caminando dentro y aceptando mi idea silencioso, cumplí y arrastré un viejo banco de madera hasta la puerta sentándome ahí.
EDER SHANE NARRA:
—Despierta, Carish— mi voz sonaba cantarina y ella cerró los ojos con fuerza— ¿Escuchaste lo de hace rato? Era tu hermano mientras moría— escuché sus sollozos y como me maldecía mientras mi atención estaba puesta realmente en mi perro. Se veía bien como siempre, sano y fuerte. Me tenía triste haberme alejado de él pero era necesario. Los ojos de Carish fueron a mi perro y le sonreí— Él es Zeus, y tienes una deuda pendiente con él— como si mi perro conociera la situación de antemano le gruñó a Carish causando que ella gritara con desesperación. Él le ladró con fuerza y ella se calló. Yo me reí y acaricié la cabeza de mi pitbull.
—Eder, por favor... Haré lo que me pidas, sólo no me mates— sonreí en su dirección
—Eso es imposible, sabes que la única forma que saldrás de aquí es para llegar al infierno, linda.
—Por favor— suplicaba con desespero alternando la mirada entre mi perro guardián y yo— Que no me mate él, te lo pido, Eder, por favor.
—Métete tus súplicas por el culo, Carish. Así como te metiste mi polla cuando me cogiste a la fuerza— le dije con dureza y más lágrimas cayeron por el metal de la camilla.
Sabía que Vero estaba cerca pero no quería que viera mi cara, que viera la satisfacción en mis ojos al ver ser devorada viva esa hija de puta psicópata frente a mi. Sin mirar a ningún lado llamé a mis chicos hasta que estuvieron a mi lado, uno en cada lado, sólo necesitaría dos, Carish estaba débil y no podría luchar
—¿El perro está hambriento?- mis ojos no abandonaban la cara de Carish y sabía que ella se estaba resignando mientras sollozaba por lo bajo
—Sí, señor, tiene dos días sin comer mucho, sólo un poco de su alimento como ordenó.
—Bien, ¿La jaula esta lista?
—Sí, señor.
—Perfecto. Pues vamos— sonreí en dirección a ella y trató de defenderse de los guardias cuando estos se acercaron con navajas para cortar las sogas que la amarraban
—EDER, NOOO... VERONICAAA, AHHHHH.... ALGUIEN AYUDEMEEEE. GIGIIIII NOOOOOOO. AAAAAAAHH— ella gritaba a todo pulmón mientras la cargaban y llevaban a la puerta, Vero se había puesto de pie lejos de la puerta aunque se mantuvo firme mirando mis ojos, incluso estiró su mano para tomar la mía cuando pasé frente a ella. Vacilé pero la tomé, si ella quería ver, no se lo negaría.
Caminamos de vuelta al patio, donde los buitres ya no estaban y los restos de George estaban siendo rodeados de gasolina junto al carro para prenderlos fuego. Carish miró hasta ahí y más lágrimas se derramaron por sus ojos, ¿Es que no se deshidrataba, acaso?
Por un extremo estaba la jaula. De un metro por un metro, limpia y vacía, Carish se retorcía pero no tenía la fuerza necesaria ni aunque quisiera. La lanzaron dentro y me paré en la puerta con Zeus delante de mi, gruñendole a su comida.
Carish volvió a orinarse y no aguanté la risa.
—Dañarás el plato— la regañé pero me ignoro, no dejaba de llorar— ¿Sabes? Nunca había explotado mi instinto asesino como lo hice con tu hermano y contigo. Supongo que el amor y el apoyo fueron de buena ayuda— miré a Verónica, quien se mantenía a una prudente distancia junto con mis hombres— Me alegro de hacer un poco de bien al mundo eliminando dos basuras como lo son ustedes. Aunque me vaya al infierno algún día, tengo seguro que esto será una de las mejores acciones de mi vida— le sonreí, librándome por fin de la tensión que me consumía— Adiós, maldita loca.
—NOOO, EDERR... NOOOO— gritó con fuerza, no podía ni levantar sus brazos y se encogía en su lugar. La ignoré y me bajé hasta la oreja del can, el cual no había dejado de mirarla con odio como si supiese las razones por la que hacía esto.
—Esa mujer que ves ahí, Zeus, nos hizo mucho daño a Caramelito y a mí— el gruñía con más fuerza en dirección a la jaula. Era un puto perro genio, dio una hojeada atrás donde estaba Vero y ladró mirando a Carish de nuevo— Ataca, Zeus. Cómete a esa perra.
Y así lo hizo.
Todos saludaban y yo respondía cortesmente, necesitaba matar un poco de tiempo, acomodé los puños de mi saco mientras me detenía frente a ellos
—La estadía del señor Jeffrey se acabó, muchachos, así que pueden estar tranquilos- todos sonrieron pero no tenía mucho tiempo- Dentro de dos semanas será la fiesta TOP de este mes, espero que les avisen a los demás y se preparen- los dejé entre gritos de felicidad y aplausos, eran todos adultos pero parecían críos. Caminé silenciosamente saludando con la cabeza a quien se me cruzara. Suspiré cuando me detuve frente a la puerta blanca que deseaba y sonreí cuando la señal roja en el exterior pasaba a verde. Justo a tiempo.
Entré y la vi, estaba sobre la cama, desnuda y cubierta sólo por una bata de seda roja abierta y unos tacones del mismo tono. Su cabello estaba recogido en alto como casi nunca y se veía realmente hermosa sonrosada y acalorada gracias a su transmisión. Sus ojos se clavaron en los míos y me sonrió
—Grandote— saludó
—Cachonda— le devolví el saludo y la vi reírse suavemente. Estiró sus piernas separandolas lo suficiente como para dejarme ver su rosado y mojado monte de Venus sin un solo vello.
—Te estaba esperando, Eder. Estoy muy caliente— en su boca había un pequeño puchero y no dude en quitarme el saco y la corbata, junto con los zapatos.
Ella se rió de mi apuro y se mordió el labio inferior mientras pellizcaba sus pezones. Putos botones de la camisa que no querían salir
—Ven, cariño, yo te ayudo— me dijo parándose sobre sus rodillas y dejándome admirar ese divino cuerpo que era más mío que suyo, caminé frente a ella y sus manos rodearon mi cuello, halándome para un beso profundo e intenso. En algún momento que no noté abrió todos los botones y sentí la tela caer por mis hombros, sus manos apretaron mi pecho y bajaron por mi abdomen hasta detenerse en el cinturón, se apartó de mi y me miró desde abajo, con esa carita pecaminosa que tanto amaba.
Mi erección fue rápidamente liberada y sus juguetonas manos empezaron a acariciar mi falo desde la base hasta la punta
—Siempre pensé que el sexo me daría todo lo que quisiera. Que con sólo coger y llegar al orgasmo tendría para sobrevivir, sin necesidad de mezclar mis sentimientos— decía mientras besaba con ligeros picos la cabeza goteante de mi pene. Quise decirle que se callara y luego me contara, que más bien empezara a mamármela, pero ella se merecía más— Cuando te conocí supe que algo había cambiado, que mi vida se complicaría absurdamente— metió mis bolas en su boca y jugó con ellas mientras mi rostro se transformaba, era delicioso— Y ¿Sabes qué?— dijo mirándome sonriente— No me equivoqué— metió mi pene en su boca y lo llevó hasta el fondo de su garganta, era tan placentero que cerré los ojos y cuando instaló su propia velocidad me dejé llevar. Sentía sus arcadas y volvía a sacarlo, se ayudaba con las manos y cada tanto besaba mis bolas, era una locura como todo entre nosotros, y no por eso dejaba de ser ideal.
No tardé en sentir mi pene tensarse y agarré su cabeza para apartarla, la saliva caía por su barbilla y no pude evitar bajar mi cabeza hasta su rostro y escupir en su boca, ella se tragó su saliva mezclada con la mía y me sonrió, en sus ojos brillaba la locura y la lujuria y prácticamente la empujé contra el colchón.
Abrí sus piernas y metí mi boca dentro de esa hermosa raya llena de jugos que mojaban las sábanas, trataba de juntarlas por puro instinto pero cada una estaba siendo sostenida por mis manos. Vi a un lado el vibrador que usaba, ya no era el mismo que antes y no quise preguntar qué le pasó al anterior. Llevé mi boca a su hinchado clítoris y sus manos en mi cabello me hundían más a fondo, encendí el juguete y empecé a penetrarla con él
—OH, EDER... MMM, SI, CARIÑO... OHHHH— sus gemidos eran música para mis oídos y sentí mi miembro a punto de explotar, pero no me importaba, primero ella. El juguete vibraba en su interior a máxima velocidad y vi sus ojos ponerse blancos junto a sus pestañas batiéndose, sus mejillas rojas y una fina capa de sudor sobre sus tetas. Estaba en el clímax y deseaba alargárselo lo más posible.
Metí mi dedo en su ya lubricado ano y mientras mi lengua jugaba en su botón y su juguete en su vagina, ese dedo se meneaba en ese orificio que tanto extrañaba.
Ella temblaba y gritaba muy fuerte, sus piernas se apretaban a mi alrededor y sentí su dulce sabor en mi boca cuando hizo un perfecto squirt que me hizo adorarla más. Dejé que los espasmos bajaran sólo un poco para apartarme y apartar el dildo, masajeando su sensible clítoris con mis dedos
—Ahora juntos, preciosa— mi voz era ronca y caí sobre ella aplastándola con mi peso y escuchando su risa, risa que ahogué cuando la penetré de una sola estocada. Estaba tan empapada que calentaba mi polla y me dediqué a amasar su nudo de nervios mientras metía en mi boca sus divinos pezones.
El orgasmo me atravesó y un enorme chorro de leche llenó el interior de mi chica, esa que no podía respirar debido al tercer orgasmo que recibió. Nuestras respiraciones estaban compitiendo por ver qué pulmón explotaba primero y, aún con mi miembro en su interior, busqué sus labios para besarla con toda la pasión del mundo.
El evento que ocurrió hace cinco días apenas nos había unido más aún y me quedaba más claro de lo que ya estaba que ella era la única e inigualable cachonda hermosa que había llegado a mi vida para revolverla, iluminarla y acomodarla a su jodido antojo.
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