( 18) SWEET CANDY y DARK SHANE - SEX HARD romance Capítulo 51

La vida me enseñó a ser un hijo de puta y no contar con nadie. Nunca había sentido nada realmente por la gente a mi alrededor, incluso antes de lo de mi madre. No fui un chico divertido y sonriente, no pensaba en los demás y mucho menos me interesaría por alguien que no fuese yo. Cuando Carish nació la atención fue más para ella que para mí y en parte lo agradecía, mi padre quería estar siempre sobre mi, durmiendo conmigo, dándome besos e incluso caricias en partes donde un papá no debe tocar a un hijo. Nunca sentí nada, excepto asco.

A Carish me gustaba joderla, me reía al escucharla llorar, esa era mi única diversión. Le jalaba el cabello, la pellizcaba, pero cuando creció empecé a hacerle otras cosas como cortar su cabello por gusto, golpearla para ver su piel tornarse violeta, le lanzaba fósforos encendidos a su cuerpo con la intención de que se quemara, me gustaba molestarla y escucharla rogarme por que me detuviese, por que la dañaba mucho, era música para mis oídos.

Cuando tenía 15 años y empezó mi abuso sexual, yo ya estaba casi destruido. Pensé en defenderla porque simplemente siempre odié que alguien que no fuera yo la hiciera llorar, cuando mi padre la obligaba a practicarme sexo oral y a mi con ella siempre lloraba mucho, eso era lo único que me gustaba de aquello.

Usualmente me alquilaban hombres que daban buena cantidad por mi, trabajaba cinco días a la semana por lo que eran muchos, tal vez demasiado. No veía nada de ese dinero pero sí como mi padre guardaba todo el efectivo en la caja fuerte que estaba justo tras la cabecera de su cama. La clave era 1418, las fechas de cumpleaños de mi hermana y yo.

La primera mujer con la que estuve tenía 40 años, yo 16 recién cumplidos. Lo primero que hizo al alquilarme por una semana a mi padre luego de pagarle muchísimo dinero, fue llevarme a su "cueva" y prepararme una tina caliente para bañarme. El baño olía a sales y era muy relajante, me recordaba a mamá cuando mi padre no estaba cerca. Ella tenía el cabello oscuro y sobre los hombros, su cuerpo estaba lleno de curvas peligrosas y era alta, sus mejillas estaban rellenas y su rostro tenía forma de corazón. Sus ojos eran muy llamativos, de color miel llenos de pestañas. No sonreía mucho y cuando me hablaba su tono era bajo y pausado, como si tuviese cuidado de no quebrarme. Tonta era puesto que mi papá me había quebrado hace un tiempo ya.

—Pásame la esponja— pidió a mis espaldas cuando me desnudé y entré con precaución, mirando todo a mi alrededor. Obedecí volteando para alcanzarle la esponja púrpura que estaba llena de jabón líquido, sorpresa la mía de que ella se estaba terminando de desnudar y caminaba en mi dirección con paso seguro. Sus pechos tambaleaban con cada paso y las areolas cafés eran llamativas contra la piel blanca, sus caderas eran gruesas y se metió en el agua detrás de mi. No la miraba pero sentí la esponja rozar la piel de mi espalda y no resistí el leve brinco que mi cuerpo dio inconscientemente.

—¿Cuantos años tienes realmente, lindura?— me dijo sobre mi oído y miré al agua. Papá decía que tenía 13 años porque los mayores no llamaban mucho la atención y valían menos, era delgado y la gente lo creía, él siempre decía que no dijese mi verdadera edad.

—13 años, señora.

—Sé que tienes más, cariño— dijo segura con las manos humedeciendo mi cabello. Cerré los ojos gracias al placer que me produjo sus uñas en mi cuero cabelludo— Tal vez tienes quince o dieciséis. Estás muy bien dotado para tener menos- abrí los ojos y me sonrojé, me daba vergüenza lo que me decía y sentí su risa en mi espalda, la humedad de su boca en el lóbulo de mi oreja me hizo encogerme— ¿Nunca te haz cogido a una mujer, cierto?— Parecía casi segura de sus palabras

—No, señora— mi tono era muy bajo y ella se levantó del agua para sentarse frente a mi, rozando su pubis y sus senos en mi rostro y causándome más vergüenza de la que ya sentía. Me miró a los ojos gracias a sus dedos en mi barbilla que me negaban la posibilidad de ocultar mi pálida mirada

—Tienes unos ojos hermosos— murmuró

—Gracias, señora- ella me sonrió y delineó mi labio inferior con su dedo, puso sus manos en mi cuello y acercó su cuerpo al mío quedando sobre mis piernas y apretando su busto contra mi pecho

—No te sientas apenado, yo voy a enseñarte lo que es dar y recibí placer de manos de una mujer. También vas a aprender como pasar del dolor al placer en un segundo— y me besó en los labios con fuerza asustándome por su dureza. Sus manos se clavaban en mi cabeza y sentía su lengua luchar con la mía sin experiencia alguna, luchaba por respirar pero luego de unos minutos que parecieron ser eternos no aguanté más y la aparté de un empujón.

Ella sólo sonrió con malicia y se acercó a mi lentamente aunque sin tocarme, pasó la lengua por sus labios y yo miré preocupado mi entrepierna, mi pene estaba despertando como cuando miraba a las chicas desnudas en las películas pornográficas. Se dio cuenta y una mano suya cubrió mi falo, me sobresalté por el toque pero me miraba con tranquilidad, de nuevo me besó en la boca, esta vez con más cuidado y yo decidí ser valiente y seguir su acción introduciendo mi lengua dentro de la suya y así sentir la batalla en mi cavidad bucal.

Su mano masajeaba mi pene subiendo y bajando de él y yo sentí mi respiración acelerarse, ella se separó de mi y puso su atención en mi entrepierna, ahora la otra mano jugaba con mis cojones y yo no reprimí un gemido ronco lleno de placer. Me sentía asqueroso pero muy dentro de mi estaba realmente sorprendido de disfrutar eso que me hacía. Sentí mi cuerpo tensarse como cuando los hombres estaban próximos a acabar dentro de mi y sabía que había llegado mi eyaculación. Ella también parecía saberlo por lo que se detuvo dejándome confundido, avergonzado y lleno de placer.

Sus ojos estaban oscurecidos y se puso de pie, el agua goteaba por su cuerpo y sus prominentes senos tenían los picos totalmente levantados. Miró hacía abajo y me apresuró a levantarme tomando mi mano.

La obedecí con resistencia, saber que su interior estaba lleno de mis jugos y los suyos me daba cierto asco, subí y bajé por toda su entrepierna con repulsión por el olor pero no dudó en hundir mi cabeza y no tuve más remedio.

—Eso rosado que esta por encima, eso es el clítoris. Ahí es donde esta el verdadero placer femenino. Unos toques ahí con tu lengua o tu dedo y llegaré lejos gracias a ti— explicaba ella y empecé a lamer sobre ese punto en específico— Mmm... sí— suspiró e imaginé que le gustaba. Subí y bajé por toda su raya un par de veces y empezó a jalar mi cabello con fuerza, los rasguños en mis hombros me incitaban a seguir, me estaba gustando el ardor que me dejaba. Decidí avanzar más allá y di suaves mordiscos en la carnosa piel llamada clítoris y su espalda se arqueó gritando aún más que antes— Cógeme con tu lengua, ya, hazlo— ordenó y busqué su agujero, todo me sabía salado y un poco ácido gracias a la mezcla de nuestros sabores y cuando encontré el hoyo empecé a meter mi lengua dentro y fuera hasta donde podía, penetrándola como hace un momento mi pene lo hacía—Dios... Que rico, maldito niño, mmm— gemía en lo alto y mi nariz estaba húmeda en la punta debido a la profundidad que estaba abarcando. Sentí que sus piernas temblaban y me asustó que no le gustara por lo que salí de ahí y empecé a lamer con fuerza su clítoris de nuevo, manteniéndolo dentro de mi boca y chupándolo a la vez— Fóllame con los dedos y no te quites de ahí, maldición— sollozó y decidí obedecer, metí dos dedos en su agujero y empecé a sacarlos y devolverlos dentro a una rápida velocidad. Su espalda estaba totalmente arqueada y sus muslos retaban mi cuerpo, me empecé a agotar de mantener la misma posición y mi lengua dolía pero ella no quería que me detuviese y la humedad que derramaba estaba empapando aún más las sábanas. Sus ojos estaban en blanco y palabras incoherentes salían de su boca, no me detuve hasta que vi como cayó torpemente de nuevo al colchón y su respiración se hizo pesada. Una gran cantidad de su flujo estaba en mi boca y quise escupir— Traga— ordenó con firmeza y así lo hice. Me sonrió y jaló hacía su pecho poniendo mi cabeza sobre su corazón— Fue delicioso, George, durmamos un poco y al despertar vas a aprender como se goza de verdad. Las sogas y cadenas, los látigos y esposas, la electricidad y las hojillas... Siento que eso sí que te mostrará como se disfruta con el dolor abrazado del placer.

Y esas palabras sí me hicieron tener una erección y sonreír abiertamente.

Ahí mi maestra me enseñó lo que era verdaderamente llamativo para mi: Los gritos de dolor me llamaban más la atención que los de placer pero en el BDSM parecía no poder separarlos y era un tanto frustrante para mi. Por eso hice mis propias reglas del juego, por eso descubrí mi fascinación por cogerme a una mujer que suplicaba piedad, por eso me excitaba ver como las chicas de los calabozos del Taller que con el tiempo heredé de mi padre se encogían de miedo al ver al Demonio Blanco llegar porque sabían que no volverían ahí siendo las mismas al volver, si es que volvían.

Maté con mis manos a los 83 hombres que me violaron gracias a mi padre y lo maté a él también, cogí con un harén de esclavas de mi NIRVANA como celebración, eran mujeres preparadas para el dolor y recibían gustosas lo que les proporcionaba con tal de complacerme a mí mismo. Ahí, luego de mucho, conocí a esa castaña de cuerpo hermoso y ojos coquetos que se volvió mi obsesión, mi razón de ser. No me temía sin conocerme siquiera y deseaba ver esos ojos llenos de placer como nunca antes quise ver otros que no fuesen los míos. Sin darme cuenta y de una manera obsesiva y enferma como lo era todo en mi vida, me enamoré.

Y por ese error ahora estoy siendo comido por buitres. Como en los viejos tiempos.

Pensé en Carish, mi ingenua y desafortunada hermana, y en como debía de estar muerta ya, decidí soltarme e imaginar esos ojos café de Verónica Tocker, la última imagen que vi antes de morir.

Todos somos luz y oscuridad, cada quién decide cuál le gusta más. El círculo vicioso no para hasta que alguien lo detiene, y ese alguien usualmente es la muerte.

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