( 18) SWEET CANDY y DARK SHANE - SEX HARD romance Capítulo 50

Siempre pensé que mi muerte sería trágica.

Una vez visité a una mujer psíquica en una feria y ella me dijo que no llegaría a los treinta años de vida, tenía razón dado el hecho que recién cumpliría los 28 por lo que esa mujer no se equivocó.

Escuchaba gritos desde hace minutos y sabía que era Gigi. Mi enfermo y pobre hermano George. Nunca fue malo conmigo, no realmente. Llegó a golpearme y gritarme alguna vez pero nunca fue en serio malo conmigo. Y nunca quise que muriese, sé que no lo parece, pero no se lo merecía. El no nació malo.

Mi papá sí.

Este tipo de lugares me incomodaban por lo mismo, me recordaba al Taller. Ahí donde me agarraron Eder y esa Verónica, ahí donde mi papá me enseñó a conciencia lo que era el dolor en su máxima expresión.

Sweet Candy. Un verdadero caramelo. Recuerdo bien como esa perra traidora y yo cogimos sin parar unas veces, aún cuando Gigi me había apagado un habano en el cuello por pedirle que me la cediera la primera vez que la vi. Saber que era la mujer de Shane sólo le dio sazón al caldo.

Ahora estaba siendo torturada por ese par de tortolitos, creo que en serio bajé demasiado la guardia con ella y sí, lo acepto, la cagué. Ahora gracias a esa maldita mi hermano estaba siendo asesinado quién sabe de qué forma, lo que sí, es que se escuchaba muy doloroso.

Las muñecas me dolían mucho y por más fuerte que fuese, mi cuerpo se disponía a humedecer mis mejillas con cierto líquido salado.

Aún recuerdo lo que mi papi decía sobre llorar...

FLASHBACK

El techo de mi habitación era blanco, había diseños de yeso en la unión con la pared rosa que tenían forma de relieve. En la oscuridad las formas eran curiosas y eso era lo que miraba fijamente mientras papá estaba sobre mí. Aún me dolía mucho cuando el me daba amor. Porque así le decía al acto de meter su verga dentro de mi pequeñísima vagina. Tenía seis años cuando empezó.

Mamá estuvo presente la primera vez, al menos en mi cabeza lloraba mares. Nunca la conocí, murió cuando yo era demasiado pequeña, una recién nacida, con el tiempo mi padre me explicó que lo había encontrado recibiendo una mamada cuando ella entró interrumpiendo, se lanzó a golpear a la mujer que estaba en el piso y se lo sacó de la boca. Él le dio una golpiza que la mató. Fin de la dulce historia.

Creciendo el consentido de la casa siempre fue George, y también, siempre fue un chico raro. Todo a su alrededor le daba igual, absolutamente todo, aún así era obsesivo con la limpieza y con el hecho de que el único que podía maltratarme era él. Cuando se dio cuenta de lo que nuestro papá me hacía tenía unos quince años. Se lanzó al cuello de él con una jeringa llena de aire que siempre llevaba en el bolsillo, aunque fue esquivado y castigado con... Lo mismo que me hacía a mi.

Ese hombre nos hacía vernos a ambos cómo violaba al otro desde ese momento hasta 5 años más tarde, cuando por fin pudimos librarnos de ese pedazo de mierda. Aún así, esos 60 meses, 1825 días, 43.800 horas... Fueron un verdadero infierno.

Visitábamos dos veces por semana el Taller, donde la mafia completa estaba, se hacían eventos, peleas clandestinas, asesinatos y también otras atrocidades.

Éramos cinco niñas la primera vez. Ya yo sabía lo que pasaría, Gigi fue primero que yo y me había explicado qué hacer y qué no hacer para cagarla. Con el tiempo mi hermano se volvió más arisco de lo que ya era, y aunque ya no me hacía maldades como cortarme con tijeras las piernas cuando usaba vestido o tirarme fósforos encendidos, en sus ojos se veía una oscuridad inmensa sobre ese pálido cuenco vacío y ojeroso. Estaba delgado y pálido y sabía -gracias a ser una cotilla- que eso era mi culpa. Se le dio la opción de que yo fuese siete días a la semana a un lugar llamado el Taller, llegando a una especie de acuerdo Gigi tomaría mi lugar ahí cinco días a la semana y yo dos. No sabía qué pasaría conmigo, sólo que el pacto se selló con una felación.

Era un largo lugar vacío y alejado del mundo donde estaban alrededor de cien vehículos entre carros y motos, y las cinco chicas que estaban junto a mi lloraban y pedían ser devueltas. Yo tenía nueve años pero mi cuerpo se había empezado a desarrollar después de mi primera violación por lo que me consideraba más maduras que ellas. No decía nada, sólo miraba mi alrededor.

Nos bajaron y caminamos en filas. Todas usábamos trajes de baños y los pies con sandalias sencillas. El mío era de dos piezas en color blanco y mostraba más de lo que debería a mi edad.

Llegamos a un lugar con duchas, largas cadenas caían del cielo en diferentes puntos de la habitación y sólo veía rostros masculinos cuando me agarró alguien y levantó mis brazos sobre mi cabeza. No forcejee. Papá me mantenía así cuando me encadenaba desnuda en el árbol del patio. Gigi sólo me miraba por la ventana y bajaba la cabeza, no sé si mi hermano alguna vez fuese capaz de llorar pero sí que me sentía marchitar aún a mi corta edad cuando la fría noche llegaba y mi piel era maltratada por el clima. En las mañanas papá me metía de nuevo a la casa, buscaba un pijama de seda que me había comprado y me hacía waffles.

—Carne fresca para los que estaban hambrientos por princesas— gritó una voz y todos rieron. Eran silbidos y palabras grotescas lo que recibían y no podía evitar sentir lástima por esas niñas a mi lado que temblaban y lloraban a todo pulmón.

Entre las primeras filas vi a mi padre, tenía su saco negro de siempre y esa actitud orgullosa que portaba. Sus ojos celestes pálidos casi tanto como los de mi hermano, miraban con sadismo y deseo.

Caminó hacía el círculo separado donde nos encontrábamos cada una atadas de manos por las cadenas que colgaban desde el techo, casi no podía tocar el piso y la pose que me dejaba expuesta a todos esos hombres peligrosos me causaba un revuelto en el corazón. Cuando llegó al medio todos callaron e incluso tomaron asiento, parecían listos para empezar una reunión.

—Bueno señores, ¿Quién será el primero en ofertar?

—Antes quiero ver qué tienen para dar

—Sí, queremos ver que hacen

—Si no veo no compro

— Pues bien, hermanos, sus deseos son órdenes- y me aterró su sonrisa.

Caminó hasta la chica de la primera punta, una rubia muy blanca y delicada de cabello rizado y ojos verdes, estaba roja de tanto llorar y su traje de baño tenía tanga.

Mi papá puso su mano en el cuello de la chica y murmuró algo en su oído que la hizo cerrar los ojos con fuerza y tragarse un poco sus ruidosos sollozos.

—Kelly Seith, 11 años— dijo mi padre en voz alta sin voltear al público. Agarró el bra del traje de la chica y lo soltó de su cuello dejando ver sus pubertos senos aún sin mucho desarrollo, su pezón era de un rosa pálido. Él bajó la cabeza a ellos y chupó el izquierdo mientras que el derecho era masajeado por sus dedos. La chica abrió los ojos con miedo y empezó a llorar de nuevo pero esta vez soltaba leves quejidos.

Mi padre se quitó y metió la mano en su vagina, bajando la pieza inferior y exponiendo un pubis blanco con apenas un polvillo de vellos. Sus piernas trataban de evitarlo pero sé por experiencia lo fuerte que es y de nada le sirvió cuando con su rodilla separó sus piernas e introdujo un dedo en su interior sin nada de pudor. La chica soltó un grito y él sacó de nuevo el dedo volteando al público.

—Nunca probada— dijo simplemente y caminó a la siguiente.

Era una trigueña pecosa y de liso cabello café, sus ojos eran grandes y estaban muy abiertos junto a sus labios muy apretados, su traje de baño era de strapple color rojo y su piel era muy blanca. Mi papá volvió a murmurar en el oído de la chica y ella lo miró negando con la cabeza con pánico, no dijo nada sólo le dio la vuelta mostrando las nalgas pequeñas de la chica temblando

—Pipper Adams, 13 años— dijo informando a la manada de simios que no dejaban de silbar y gritar en ningún momento. Papá metió su mano en la vagina de la chica aún con la tanga puesta y abrió los cachetes de su culo mientras sostenía en un sólo mechón su largo cabello sobre su cabeza— Probada por delante más no por detrás— más gritos ensordecedores y tragué grueso.

Era mi turno, se acercó a mi sonriente y sólo me dediqué a mirarlo sin gesto alguno

—Así que hablas, pensé que eras muda— dijo mientras seguía con su dedo moviéndose— Pero, cariño, pagué mucho por disfrutarte y eso pienso hacer.

Sacó el dedo y rápidamente sentí algo grande apretándose en la entrada de ese lugar, empecé a gritar contra el colchón cuando empujó con más fuerza y me dolió mucho cuando lo sentí dentro de mi. No dejaba de gritar y llorar y aunque no me movía y mantenía mis piernas como papá me había enseñado, el dolor era insoportable y parecía no acabar, lo tenía mucho más grande que mi papá y cuando por fin acabó de hundirse, salió para volver a entrar y así mantener un ritmo constante. Yo contaba cada entrada y salida en mi mente, para mí todo pasaba en cámara lenta

—Maldita estás tan apretada que siento que tu culo me estrangula— decía con voz ronca mientras jalaba mi cabello largo haciéndome doler el cuello y que mis gritos se escucharan junto con mis sollozos— Sí... Llora, grita.... Sí....Ohhh— su otra mano apretaba muy duro mi nalga y cada tanto lanzaba su mano sobre ella sorprendiéndome y causándome más daño—Acabaré en tu boca

Salió de mi para ponerme como perrito sobre la cama, ya se lo había hecho varias veces a mi padre e incluso una vez me obligó a hacérselo a mi hermano mientras él observaba, pero ese pene enorme olía a heces y me daba mucho asco. Empujó mi cabeza y tomé aire sintiendo mis ojos llenarse de lágrimas y mi boca de mierda.

Fue la acción de la noche que más me redujo a la nada. No tenía voz, voto ni decisión, era un juguete, un negocio de mi padre y nada más. Nunca más sería algo.

Mi boca no abarcaba su longitud pero poco pareció importarle ya que lanzó un gran chorro blanco a mi boca y junté el líquido en mis mejillas negada a tragarlo. Él jaló mi cabeza para que lo mirara y con una mirada de advertencia me ordenó

—Trágalo.

Y lo hice, con todo el asco del puto mundo.

Para ese hombre no fue suficiente por lo que siguió violando mi cuerpo por todos lados hasta que le dio la gana. Hasta que se sintió aburrido y decidió prender un cigarro en aquella oscuridad. Hasta que apagó el primer cigarrillo sobre mi vulva. La acción de verme retorcer y gritar desesperada pareció gustarle ya que a ese le siguieron ocho cigarrillos más. Un polvo, una quemadura.

Mi padre apareció dos días después, me montó en la camioneta aún desnuda sin siquiera mirarme ni dirigirme la palabra, estacionó, me bajó y lanzó bajo la ducha lanzando una mirada sobre el hombro antes de salir. Yo estaba llorando a moco tendido debido al hecho que me dolía todo, tanto el cuerpo como el alma.

—Llorar no sirve de nada, Carish. Llorar es sólo demostrar que no eres lo suficientemente fuerte, los hombres aman a las sumisas y así debe de ser, por eso te tocó esta vida, porque es tu deber. Ahora báñate, hueles a mierda.

FIN DE FLASHBACK

Así me sentía hoy, llena de mierda y orina, sangre, sudor y lágrimas, derrotada y humillada por la persona con la que decidí demostrar que sí podía y que podía más que el mismísimo diablo. El hombre al que se me ocurrió violar y que, gracias a mi hermano y mi prima, ahora acabaría conmigo de la misma forma que lo estaba haciendo con mi hermano. No tenía uñas ni cabello, sentía mi piel arder y mi corazón romperse en mil pedazos pensando en el sufrimiento de mi tonto hermano. Nunca antes se había obsesionado tanto con una mujer y usualmente las mataba antes de salir a luz pública con ellas, pero tuvo que caer en las manos de Verónica Tocker... Así como yo también caí ingenuamente. Algo les dijo George para salvarme y cuando ella preguntó sobre si estaba embarazada o no decidí ver eso como la última ayuda por parte de mi hermano. Por supuesto no me creyó e hizo una prueba casera, tonta yo por pensar que creería en mi palabra.

Ella no parecía ser realmente mala más sin embargo era una diabla inteligente. Tanto que jugó con ambos y acabó con nuestras vidas junto a ese demonio de ojos amarillos del que muchos se cuidaban hace unos años. Cuando Gigi me dijo que necesitaba mi ayuda con él no dudé ni un segundo, cuando la realidad es que ayudaba a la hija de puta de Melissa y su obsesiva relación con el dios sexual y enfermo que en su mundo era Eder Shane. Y yo moría de ganas por saber si la fama era cierta.

Oí pasos en la entrada y una cadena ser arrastrada, me hice la dormida cuando aquel hombre se ponía sobre mi y canturreaba para que me despertara, mis ojos se abrieron cuando entró a la habitación con un enorme pitbull negro y musculoso que me miraba tal cual su dueño: Con el verdadero odio.

—Él es Zeus y tienes una deuda pendiente con él.

Todo lo malo se paga, en esta vida o en la otra, aún cuando no siempre es nuestra culpa cometer los errores que nos impulsan a ser malas personas, es nuestra responsabilidad por no detenerlos a tiempo y acabar con la maldad antes que las acciones tengan reacciones y perdamos gracias a las consecuencias. Aceptarse a sí mismo y a la oscuridad que habita en cada ser es la clave para no sucumbir ante la misma.

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