Abandonada y Embarazada [#1 Trilogía Bebés] romance Capítulo 39

Una intensa claridad atacó mis ojos, intenté abrirlos, pero fue una misión imposible. Sentía una pesadez horrenda en mis párpados, como si una fuerza me impidiera abrirlos. No sentía mi cuerpo, de momento solo podía mover un poco los dedos de mis pies dentro de mis zapatillas; pero me sentía inmovilizada casi completamente.

¿Acaso estaba muerta? ¿Acaso ya había partido al cielo? ¿Qué había sucedido?

Intenté recordar, pero una punzada intensa atravesó mi cabeza y los recuerdos solo llegaban por retazos. Solo recordaba que había un agujero y que decidí tomarlo... ¿había sido ese el túnel de la muerte?

De repente... unas manos tocaron las mías; un suave roce deleitaba mi piel; parecían manos masculinas, pero eran tersas y suaves. ¿Sería mi papá dándome el último adiós?

Un suspiro y luego un cálido aire que llegó hasta mi mano y logró calentarme un poco.

¡Ay, no! ¡Estaba en el infierno!

—Mi Bella, si supieras que te amo —susurró una voz a mi lado y mis terminaciones nerviosas reaccionaron de inmediato—, siempre lo he hecho y lo seguiré haciendo.

Su aliento cálido acarició mi rostro y un destello se incendió en mi interior, formando un choque de emociones y sensaciones momentáneas de las que enredan las convicciones y seguridades, pero provocan paz al mismo tiempo. Tomó mi mano y sentí cómo se movía un poco, su respiración se iba acercando un poco más y pegaba directo a mi rostro, cuando estuvo bastante cerca, posó sus labios con suavidad en mi frente y la besó de forma silenciosa.

Todas esas emociones se empezaban a unir y ya no podía seguir sin poder moverme; intenté lo más que pude, pero al rozar su camiseta con mi nariz, me provocó un cosquilleo y forma involuntaria moví un dedo de la mano que tenía apretada.

—¡Se está despertando! —exclamó emocionado y pude imaginar su sonrisa de emoción y sorpresa. Besó mi mano y agradecí que se entretuviera porque así se quitó de encima y desapareció la comezón de mi nariz.

Escuché pasos apresurados, un leve correteo y de un momento a otro el olor de Mell llenó el ambiente. Estaba tan acostumbrada a su presencia, que podía reconocerla hasta con los ojos cerrados.

—¡Está viva! —vociferó mi amiga con euforia—. ¡Sabía que eras fuerte, nena! ¡No podías morirte, sexy baby mom, no podías dejarme sola... prometimos estar juntas para siempre...

«Te amo con mi vida, pero ahora no, Mell. Déjame hacerme la dormida. Necesito escuchar lo que Alex tiene que decir, necesito saberlo» pensé con fervor intentando que mi amiga me escuchara.

Ojalá existiera la telepatía o algún otro super poder que hiciera que Mell pudiera oír o sentir mis pensamientos y así me dejara escuchar eso que había salido de los labios de Alex y que yo necesitaba saber.

—Cariño, despierta mi dormilona —murmuró mi mejor amiga dándome un beso suave en la frente.

Mell no podía escuchar mis pensamientos y tampoco valía la pena hacerme la inconsciente por más tiempo solo para poder escuchar las palabras que quizás Alex no iba a seguir diciendo. sí que, esa era mi realidad y debía enfrentarla. Tal vez, detrás de la capa que me separaba de la vida real hubiera tiempo después para conocer el argumento de Alex, quizás podía sacarle la verdad con paciencia e insistencia y así saber de una forma más honesta lo que ocultaba.

En mi mente el laberinto empezaba a formarse y las dudas me invadían con precisión. Seguía sin poder dejar de pensar en sus palabras ¿qué significaba ese "desde siempre"? ¿Me amaba?

Escuché lamentos y sollozos, Mell era algo dramática, pero esa vez su llanto era de dolor, debía estar pensando que su mejor amiga había muerto y la había dejado sola con sus serios problemas de locura. Y pues, sí tenía curiosidad de saber más sobre lo que Alex me había dicho, pero tampoco era una mala amiga. No podía dejar que Mell siguiera tomándome por muerta sabiendo que ella era capaz de matarse con tal de irse conmigo.

Como pude forcé mis párpados, me costaba levantarlos, pero intenté despegarlos. De inmediato una luz blanca inundó mi vista nublada, pero poco a poco se fue normalizando y enfocándose en las siluetas que estaban a mi alrededor.

—¡Bella! —gritó mi amiga aproximándose hasta mí y sin esperar alguna respuesta, me abrazó con todas sus fuerzas.

—Cariño —murmuró Alex dando algunos pasos al frente con una mirada llena de ternura—. ¿Cómo te sientes? ¿Cómo está nuestro bebé?

Tomé una bocanada de aire para cuestionarle desde cuándo yo era su cariño y con qué derecho me llamaba de esa forma y decía que mi hijo también era suyo.

—Alex... ¿por qué...?

Mis palabras fueron interrumpidas por una joven pelinegra que entró a la habitación a grandes zancadas, en su cuello colgaba un estetoscopio y en su mano llevaba un tablón de notas, su mirada era escrutadora y bastante dura, pero al ver que junto a mi había dos personas, se alteró aún más.

—No pueden estar aquí, necesito que despejen el área... la paciente necesita ventilación —exigió con voz firme—. Solo puede quedarse una persona a acompañarla.

—¡Yo! —saltó mi amiga de inmediato y levantó su mano con insistencia.

—Yo soy... —replicó Alex rápidamente, pero se detuvo buscando un buen término para no provocar una guerra en la habitación—, el pa...

Mell emitió un gruñido y resopló.

—Yo soy la única que debe estar aquí con ella.

La doctora los miraba con los brazos cruzados, parecían dos niños peleando por un dulce. Mell desafiaba a Alex alzando una ceja mientras él seguía inmerso en su diccionario de términos, nervioso por mi mirada intensa y la furiosa de mi amiga.

—Doctora, ¿cómo está mi bebé? —cuestioné de inmediato y me adelanté antes de que alguien más pudiera interponerse ante la duda que me estaba dando vueltas en la cabeza y me provocaba preocupación en gran manera.

La chica bajó sus cejas, suspiró y negó con la cabeza mientras dejaba de lado la pelea de mis dos acompañantes para responder mi pregunta.

—Todo está bien; ambos se encuentran saludables —informó con voz amable—. Solo ha sido un susto, uno más a lo que veo—. Repasó con su mirada el tablón de notas y suspiré, de seguro era mi expediente y estaba escrito las veces que había pasado por un desmayo y pérdida de conocimiento.

—Has sufrido un desmayo, esto es bastante normal en los embarazos; se deben principalmente a las variaciones de la tensión arterial o la bajada del nivel de azúcar en la sangre —explicó y levantó su mirada para posarla en mí—. Dime, ¿estás alimentándote bien? ¿Has estado expuesta al sol, a situaciones de alta tensión emocional o que te pongan ansiosa o has estado en lugares aglomerados?

Negué con la cabeza y me dispuse a responder. Pero como retazos de pensamientos cortados por la tensión recordé lo que había sucedido, no sin antes un leve dolor de cabeza al estrujar mi cerebro en busca de alguna información relevante.

—Fui a la playa ayer, luego hoy recibí mucho sol, pero no me sucedió nada; el desmayo fue un par de horas después de que tomara sol, no creo que haya sido eso...

—¿Alguna situación previa al desmayo donde hayas estado expuesta a fuertes emociones o a altas tensiones? —inquirió la doctora con voz grave.

Sacudí mi cabeza debido al dolor palpitante y mi vista se posó directamente en Alex. Todo había sido su culpa, endurecí mi mirada, pero él respondió dedicándome una sonrisa tierna.

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