La escena que presenciábamos había robado un poco nuestra atención, pero eso no había evitado que mis músculos se tensaran y mis piernas sufrieran la debilidad ocasionada por el temor y el miedo de tener que confesar una gran verdad. Los policías salieron llevando a rastras a James hasta subirlo al auto policial. La verdad, yo esperaba que mínimo lo dejaran toda su vida encerrado en la peor celda de todas y que pagara por todas las cosas que había hecho para robar mi felicidad y tranquilidad, entre ellas, ese gran miedo que se había apoderado de mi cuerpo por su maldita pregunta dirigida a Alex y cargada de una gran dosis de veneno.
De un momento a otro Alex se separó de mí y quedamos nuevamente a unas cuantas pulgadas de distancia, tragué saliva y bajé mi cabeza para esconder mi mirada. Podía sentir sus ojos recorrer mi expresión y examinar cada movimiento que hacía y eso me ponía aún más nerviosa.
—Bella, ¿qué quiso decir James con eso? —cuestionó con voz grave, dulce pero preocupada y curiosa—. No entiendo a qué se refiere.
Suspiré y apreté mis ojos cerrados con fuerza, quizás ya era el momento de contarle la verdad. Sinceramente ya no aguantaba seguir escondiendo "eso" que me consumía el alma; no podía seguir ocultando que trabajaba en la panadería de Matt, la ex pareja de su hermana y su asesino, no podía seguir estando en medio de ambos.
—Alex, necesito decirte algo muy serio... —murmuré mareada y tomé aire antes de continuar porque los nervios me estaban traicionando—. Yo tra…
—¡Tragas mucho! —exclamó mi amiga de inmediato y con una voz demasiado agitada—. Claro, eso es. Tú comes mucho y siempre tienes hambre... ¡Lo adiviné!
Alex soltó una risita y enarcó una ceja con diversión. Sonreí nerviosa y miré a Mell con mucha rabia. ¿Qué se suponía que estaba haciendo? ¿Por qué evitaba que le dijera la verdad a Alex?
—Vamos a comer a otro lado, yo me quedé con las ganas del postre —agregó en voz alta y sacudí mi cabeza, me tomó de la mano para llevarme hacia una esquina donde Alex no pudiera escucharnos y ante la mirada confusa de Alex, ella añadió—: Vamos a decidir dónde podemos ir a comer, nunca coincidimos, es un asunto que nos lleva mucho tiempo concluir.
Sonreí de lado, intentando parecer convincente, pero de forma disimulada logré pellizcar a mi amiga por encima de su blusa negra. El chico nos miraba extrañado y confundido, sin embargo, seguía manteniendo esa sonrisa boba en sus labios mientras tarareaba una canción en inglés que resonaba en las bocinas.
—¡¿Estás loca?!─ susurró Mell entornando los ojos apenas nos detuvimos en una esquina bastante lejos de Alex—. ¿Qué ibas a hacer?
—Necesito contarle la verdad antes de que sea muy tarde —repliqué impaciente y crucé mis brazos—. Es importante que lo sepa, no quiero quedar en medio de todo como la mentirosa.
—Pero... es que, es decir, solo míralo, ¿qué crees que pasará cuando se entere? —interrogó lentamente y chaqueó su lengua, luego señaló con su cabeza hacia donde se encontraba Alex.
Miré con lentitud y noté cómo bailaba al ritmo de la canción, sin apartar su mirada de mí. Me lanzó un beso en el aire y luego sonrió con ternura.
—Parece muy inocente, es como un niño bueno. No sería muy prudente dejarlo caer de la nube en que está en estos momentos —agregó en un murmullo—, no sería generoso causarle más dolor.
Sonreí correspondiendo a Alex y luego giré mi rostro hasta chocar con los ojos de mi amiga, me miraba con impaciencia y preocupación. Asentí y luego dejé escapar un suspiro de dolor.
—No lo sé, Mell. Quizás Alex no es para mí, creo que estoy destinada a estar sola —murmuré bajando la cabeza con resignación—. Cada vez me convenzo más de que me toca alejarme siempre de los hombres y que moriré sola...
—De eso nada. Ni lo pienses, Bella Graze —interrumpió con severidad y luego suavizó su expresión para agregar—: Yo quiero envejecer contigo, aunque no haya un hombre a tu lado, quiero morir siendo tu amiga.
—Una amiga que oculta cosas —solté molesta y herida.
Rodó los ojos y bufó.
—Por favor, enfoquémonos en este momento, hablamos de eso más tarde —susurró sonrojándose y luego miró hacia Alex nuevamente—. Sea que lleguen a tener algo o no, igual no merece sufrir una desilusión tan grande, porque estoy segura de que no le gustará nada nadita enterarse de que eres la empleada del asesino de su hermana.
Abrí los ojos un poco y chisté para que se callara o bajara la voz.
—Lo dices así y me cae el peso de la culpa encima —susurré con lentitud.
—Es la verdad, Bella, a nadie le gustaría descubrir un asunto así de grave, y solo mira esa sonrisa de enamorado que tiene en sus labios.
Miré una segunda vez y se me achicó el corazón al ver cómo miraba con tanta ternura e ilusión.
—Es tan lindo. —Suspiré—. Me encanta, ya no puedo negarlo.
—Lo sé y por eso no le dirás nada. Quizás en otro momento y en un lugar más indicado, pero por ahora no —argumentó seriamente—. ¿Crees que es sano estar a solo cien metros del lugar de los hechos? ¿Quieres que salga corriendo a buscar a Matt y se arme una guerra entre ellos dos? ¿Crees que es buena idea remover esos recuerdos?
Negué con la cabeza pensando en el argumento de mi amiga. En parte era cierto eso de que podía pasar algo peor y mi día ya había sido alterado lo suficiente, ya no quería seguir alterándolo más.
—Estás tan ilusionada con él —murmuró con una sonrisa y luego suspiró con dramatismo.
—¿Cómo lo sabes? —pregunté de inmediato y no pude evitar sonreír al verlo—. No puedes saberlo...
—¡Uy, claro que puedo! Si vieras la cara de mensa que tienes en este momento sabrías porqué—interrumpió divertida y acto seguido soltó una carcajada estruendosa.
—Shh… —pronuncié escandalizada por las risas de mi amiga—. Estás llamando su atención.
—Negativo, camarada; tú eres la que llama su atención —dijo con voz gruesa, intentando parecer policía.
Solté una risita nerviosa.
—¿Te la sabes? —pregunté sorprendida ante su perfecto inglés.
—¿Me guardarías un secreto? —preguntó con una sonrisa en sus labios.
—Sí, claro que sí —respondí con rapidez y curiosidad al mismo tiempo.
—Me encanta —confesó con una sonrisa leve y seguido, me guiñó un ojo.
—Pensé que me dirías que eras gay —repuse con sinceridad y luego solté una carcajada—. A mí me encanta también, la amo.
—Y yo amo este momento —murmuró con dulzura antes de sentir sus labios en los míos y hacerme sosegar mis más intensas dudas con solo el sabor de sus labios y la intensidad de las emociones.
Fue un beso hermoso.
Maravilloso y único y de fondo una linda canción que acompañaba cada segundo de nuestras bocas unidas. No había dudas, tenía a dos príncipes junto a mí. Nos separamos con lentitud y sin romper nuestras miradas. Observé cada movimiento de sus labios que sostenían una sonrisa risueña.
—¿Sigues dudando de mí? ¿Aún piensas que soy gay? —preguntó divertido en un susurro y enarcó una ceja.
—Sí —bromeé con una sonrisa de lado intentando no romper la magia del momento—, aún lo pienso, pero, me gustaría que siguieras demostrándome lo contrario.
Esbozó una sonrisa y posó sus labios otra vez en los míos, esta vez con más pasión y fuerza. Abrí mis labios y di paso a su lengua, nuestras respiraciones eran agitadas y entrecortadas, podía sentir su aliento mezclarse con el mío en una dulce caravana de emociones y sentimientos al mismo tiempo que las mariposas revoloteaban con fuerzas en mi interior. Nuestras bocas se dedicaron a conocerse, a explorarse y no lo detuve, cada segundo unidos en ese beso, me hacía querer más, necesitar más.
Fue bajando de intensidad poco a poco, hasta terminar con un movimiento suave y perfecto, al mismo tiempo que la música se perdía en nuestros oídos y nos transportaba a la realidad, abrí mis ojos y lo encontré con los ojos cerrados, los que poco a poco fue abriendo mientras se dibujaba una tierna sonrisa en sus labios, los mismos que había besado con tanto deseo tan solo unos segundos antes.
Nos miramos y mis mejillas se sonrojaron, estaba siendo víctima de sus ojos, presa de sus labios y no me arrepentía. Sin mediar una palabra más, me levantó por la cintura; me agarré a su cuello y en el aire me besó, tan mágica y perfectamente que no me quedó dudas de que quería seguir siendo prisionera de sus besos.
—Linda princesa, te dedico cada palabra de esta canción —murmuró cuando me depositó en el suelo otra vez y mirándome a los ojos, dejó un beso en mi frente antes de caminar hasta el altavoz que se encontraba al otro extremo del salón, pulsó el botón de retroceder y la repitió una vez más.
La canción empezó a sonar y la melodía llenó el ambiente, sus notas mágicas me hacían recordar esos momentos mágicos que había vivido junto a él tan solo minutos antes. Agucé mi oído al escucharla, me encantaba, pero esta vez era diferente, porque era para mí. Escuché con detenimiento la letra mientras él se acercaba a paso lento y me miraba sonriente. Se posicionó detrás de mí y me rodeó con sus brazos, acarició mi vientre con ternura y suavidad y comenzó a moverse al ritmo de la canción, logrando que mi cuerpo se moviera también.
Más que en la música, debía enfocarme en lo que decía la canción. Era una letra profunda y hermosa, tenía todo el sentimiento del mundo. Pero logré captar el mensaje al transcurrir un minuto y medio; tragué saliva con dificultad al entender; las palabras de Alex en el hospital tenían mucho que ver en todo esto. Yo no sabía inglés a la perfección, pero las clases de Mell habían ayudado un poco a que lograra traducir algunas partículas de la canción y eso solo empezaba a complicar más las cosas… ¿mil años más?
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