Abandonada y Embarazada [#1 Trilogía Bebés] romance Capítulo 47

Me moví en la cama y mi rostro fue iluminado con los rayos del sol que se filtraban a través de la tela de las cortinas. Gruñí un poco y volví a girarme, estaba demasiado agotada, mi noche había estado repleta de continuas pesadillas y un malestar intenso me había atacado a media madrugada. Parecía imposible que tan rápido hubiera amanecido, casi no había descansado nada; pero, tenía que cumplir con mis responsabilidades, no podía seguir obviándolas.

Entre gruñidos, bajé mis piernas hasta que mis pies tocaron la mullida alfombra y lentamente fui incorporando mi cuerpo, dejé caer mis brazos contra mis muslos y el roce me provocó escozor. Abrí los ojos al instante y la claridad inundó mi vista, intenté ponerme de pie, pero al hacerlo, unas náuseas intensas se adueñaron de mi estómago, luego un rugido me asustó y me sostuve del borde de la cama para no caerme.

Poco a poco el malestar fue pasando y suspiré, mis acciones me estaban pasando factura. Hacía dos días, Mell y yo habíamos ido a comprar unos víveres y regresamos con un galón de helado para cada una, y, entre malvaviscos, galletas y abundante helado, pasamos una noche viendo una maratón de comedias románticas. Gracias a eso, mi cuerpo estaba pasando una terrible crisis estomacal, pero no podía dejar que eso me paralizara por completo. Tenía que cumplir con mi obligación. Tenía que trabajar.

Apenas pasó el mareo repentino, bostecé y al hacerlo, sentí una vibración, que rápidamente me hizo sentir un escalofrío. Pasé mi mirada por la cama y descubrí mi móvil en el extremo del colchón, a unos cuantos milímetros del borde, preparado para caer. Extendí mi brazo y ahogué un grito al ver cómo terminaba lanzándose y por fortuna pude tomarlo en el aire antes de que se hiciera añicos contra el suelo.

Temblorosa y aún incrédula de mi super poder, tecleé hasta que su pantalla se encendió y en el panel de notificaciones, pude ver que tenía dos mensajes más una notificación del nuevo video de Tik Tok que había subido mi mejor amiga. Sonreí y negué con la cabeza, pero ver esos dos nombres tan juntos, me provocó un choque de emociones y las pesadillas regresaron como retazos, para dejarme fría al mismo tiempo que una leve brisa se colaba por las rendijas de la ventana.

No podía dejar de pensar o de imaginar qué hubiera sucedido si no me hubiese ido ese día de aquel restaurante de comida rápida. Había pasado horas interminables creando distintos escenarios, donde siempre una guerra o una gran y fea disputa era la protagonista. Agradecí mentalmente haber podido escapar de ese lugar antes de que una bomba estallara entre nosotros tres y no hubiera marcha atrás.

Mis latidos rápidos eran testigos perfectos de lo nerviosa que me provocaba tan solo leer esos dos nombres juntos. Era una guerra y en medio de ella, yo era el punto blanco, el nudo de todo y no sabía cómo salir de ese laberinto.

Volví mi mirada a la pantalla y abrí el mensaje de Alex primero, necesitaba leer sus palabras dulces que ayudaban a tranquiliza un poco esa fea sensación. Los dos últimos días, habíamos mensajeado bastante y entre preguntas disimuladas, logré enterarme de que apenas me marché del restaurante él también lo hizo, así que por un lado me tranquilizaba, pero por el otro no dejaba de inquietarme que en algún momento se pudiera repetir ese encuentro de los tres.

Suspiré al leer su mensaje y un intenso aleteo se produjo en mi interior.

Alex :) 6:30 a.m

Buenos días princesa, ¿cómo están mis amores?

¿Estás mejor, cariño?

Ya los extraño =(

Besitos.

Una sonrisa se fue formando en mis labios y mi corazón rugió con fuerza. Era imposible no admitir que Alex me encantaba, cualquier palabra que me dedicaba siempre iba cargada de mucho amor y ternura, era como un príncipe de esos que solo viven en la imaginación, pero él era una realidad.

Regresé a la pantalla de inicio y dudé un poco antes de abrir el de mi jefe, sentía una pena inmensa y la vergüenza hacía que mi respiración se hiciera pesada. Había descuidado mucho mi trabajo por mis asuntos personales y mi condición de salud, y aunque él era un chico comprensivo, dulce y amable, me provocaba temor y nervios estar frente a mi carta de despido ante aquel mensaje sin leer.

Resoplé y me repetí varias veces «todo va a estar bien», antes de pulsar con mi dedo esa fría pantalla y sus palabras aparecieran ante mi mirada sorprendida.

Matt6:57 am

Buenos días, Bella. Espero estés mejor, si no puedes venir, no hay problema.

Regresa cuando te sientas mejor.

Los clientes te extrañan… y yo también.

Por una grieta entre mis labios salió todo el aire que tenía acumulado en mi interior y leí varias veces el mensaje hasta convencerme de que no era mi carta de despido. Perpleja e incrédula mis latidos y mi respiración se fueron acompasando al darme cuenta de que una vez más, me estaba dando la oportunidad de una comprensión total a mis problemas.

Parecía otra persona a la que mencionaban en los medios como "asesino". En realidad, me costaba creer o siquiera pensar en que pudiera ser malo si él solo derramaba bondad y comprensión por cada partícula de su ser. Toqué la foto de su perfil y de inmediato el recuadro se abrió, dejando ver la mitad de su cuerpo al lado de su motocicleta y unos cuantos anuncios sobre el servicio de entrega a domicilio. Su rostro sostenía una sonrisa fingida y una mirada enfocada en el lente de la cámara, pero era como si realmente estuviera perdida en otro lado.

No parecía tan malo como decían. ¿O sí?

Bostecé una vez más y me levanté de la cama, mis piernas recibieron todo el peso de mi cuerpo y pude imaginar cómo se suplicaban porque volviera a la cama y dejara mi cuerpo extendido sobre las sábanas. Caminé a paso lento y llevé una mano a mi cintura para impulsar mis pasos y con los ojos entrecerrados caminé hasta llegar al baño.

Ahogué un grito al ver mi reflejo en el espejo. Las manchas oscuras acumuladas bajo mis ojos y las enormes grietas en mis labios resecos eran una muestra de lo mal que estaba pasando. Además, mi cabello estaba totalmente despeinado y enredado y la palidez en mi rostro no me hacía ver mejor. Annabelle sin dudas. Eso parecía, una criatura fuera de lo normal.

El estrés y la tensión de esos últimos días eran los culpables de todo. Entre la preocupación por el encuentro entre mi jefe y Alex, la entrega de trabajos finales que me estaban comiendo los sesos, y la desastrosa crisis estomacal que me había atacado por exceso de helado, más las molestias físicas y emocionales que ya de por sí eran muchas por el embarazo. ¿A dónde iba a parar?

—Buen día, cariño —saludó mi amiga con emoción al mismo tiempo que entraba al baño con un pesado libro y un lápiz en la mano.

—¿Estás estudiando hoy, sábado? —pregunté en un bostezo mientras intentaba recoger mi melena desastrosa en una coleta alta.

—No estoy estudiando. Estoy investigando para el proyecto del profesor Collins —explicó de inmediato sin dejar de mirar mi reflejo en el espejo—. Me siento responsable. A propósito ¿ya lo tienes listo?

—Pues precisamente por eso —afirmó en un chillido y me giré para verla mejor—. Puedes investigar las leyes o no sé, quizás así lo dejen encerrado unos cuantos meses o años, si todos se enteraran de lo que están haciendo las autoridades en dejar libre a un hombre violento, estoy segura de que protestarían y quizá destituyan a esos policías que se dejan comprar.

Examiné su rostro a medida que hablaba y asentía a cada argumento que enumeraba. Sí, era una buena opción, porque también haría algo por la justicia, pero no era un tema que llenara del todo mis expectativas, porque una espina en mi interior me dictaba que Fernanda era capaz de pagar millones para cortar esa transmisión televisiva o detonar una bomba para evitar que la sociedad se enterara de la verdadera identidad de los Carter.

Rasqué un poco mi nuca y nuevamente miré hacia afuera. Cerré los ojos y la sensación de un vértigo se hizo espacio en mi estómago y luego sentí la debilidad en mis extremidades.

—¿A dónde vas? ¿Estás bien? —preguntó Mell asustada y se levantó de inmediato, apenas me vio correr hacia el baño con expresión de pánico.

—S-sí —respondí con voz entrecortada al cerrar la puerta del baño—. Solo es parte de esta crisis estomacal.

Escuché la estruendosa carcajada de mi amiga y luego en voz alta exclamó:

—¡Te dije que era demasiado helado para ti solita! ¡Te advertí que esos gases te saldrían dulces y cremosos!

Rodé los ojos al recordar que había sido ella la que insistió hasta el final para que compráramos tantas golosinas y, que además de todo, también se había comido medio galón más de helado que yo.

Sus carcajadas eran estruendosas, hasta que de pronto el silencio cubrió la habitación y me sorprendí de que se callara tan rápido, cuando normalmente tardaba más de veinte minutos riéndose como foca retrasada.

—¿Estás bien? —cuestioné preocupada y pegué algunos toques en la puerta.

Sus pasos apurados y un correteo por toda la habitación provocaron una vibración en el piso y me preocupé mucho más porque no me contestó y salió disparada hacia su habitación. Después de unos fuertes sonidos al otro lado de la pared, solté una risa burlona al entender qué era lo que había sucedido.

—¡Maldita crisis láctea! —gritó en un gruñido.

Sonreí y negué con la cabeza, mi amiga estaba realmente loca.

De pronto mi celular empezó a vibrar, lo saqué del bolsillo de mi camisón y me sobresalté al ver que era Alex haciéndome una videollamada. Mi corazón se aceleró porque sí quería verlo, pero no podía contestar en medio de lo que estaba haciendo.

—Rayos, maldita crisis láctea —confirmé con voz ahogada y agarrando mi vientre porque el dolor era insoportable, pero una risita se me escapó al escuchar como mi amiga maldecía al helado de chocolate, fresa y todos los sabores, por los siglos de los siglos.

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