Abandonada y Embarazada [#1 Trilogía Bebés] romance Capítulo 49

Mi mente se nubló y mis piernas se debilitaron, una amarga sensación se expandió en mi cuerpo y me quedé inmovilizada y seguramente, pálida, porque su visita me había tomado por sorpresa, y vaya qué sorpresa.

—Cielo —dijo con voz temblorosa.

Me quedé en silencio, mi mente maquineaba rápido una solución, una respuesta, pero lo que encontraba era una lista de reproches y preguntas. No podía emitir palabra alguna, mi respiración entrecortada me estaba causando un golpe interno en la garganta y no dejaba pasar las palabras.

Es que… ¿qué se suponía que debía hacer? ¿Tirarme a llorar en su hombro por haberme dejado sola? ¿Sonreírle y hacer como si no hubiese pasado nada?

Tantas cosas que había tenido que enfrentar sola y sin su apoyo, tantas situaciones difíciles sin ella a mi lado, más de tres meses sin verla, sin señales de un mínimo interés ¿qué se suponía que debía hacer ahora?

—¿Cómo estás, cariño? —murmuró al ver que de mis labios no salía una sola sílaba y luego se abalanzó sobre mí. Me abrazó y rompió en llanto apenas nuestros cuerpos hicieron contacto.

Intenté pasar mi mano por su espalda, pero no tenía la fuerza suficiente para hacerlo; mis manos estaban pesadas, tanto que ni siquiera podía moverlas. El dolor y la rabia empezaban a despertarse en cada poro de mi piel y la decepción al recordar cómo había preferido la opinión de los demás, que a mí; me formaba un nudo en la garganta y un deseo inmenso de alejarme lo más posible de su presencia. Pero, el calor de su cuerpo empezaba a despertar también, el amor que siempre le había tenido, era mi mamá, la misma mujer que me había dado la vida y cuidado por tantos años, sus sollozos estaban logrando remover la compasión que habitaba en mi interior.

—Ma-má —susurré con voz temblorosa al cabo de unos segundos y fue lo único que pude pronunciar, pero intenté con todas las fuerzas no dejar escapar un sollozo, no quería que viera lo conmovida que estaba por su regreso. Tenía que ser fuerte.

—Extrañaba escuchar eso —gimió y su voz acongojó un poco mi corazón.

—Extrañaba decirlo —repuse sin pensar y mordí mi labio, no sabía si estaba bien o mal, pero lo había dicho y era la verdad.

—Bella, soy una tonta —murmuró con dificultad—. Estoy tan arrepentida.

Suspiré y fruncí un poco el ceño, aunque no pudiera verme, porque su cabeza reposaba en mi hombro. ¿Realmente estaba arrepentida de lo que había pasado? ¿De verdad quería recuperar el tiempo? ¿Había cambiado su forma de pensar?

—Mamá…

—Tu-tu padre... se ha ido —balbuceó entre sollozos y volvió a llorar desconsolada, me apretó más fuerte y solo pude dejar escapar un gemido.

Mi mente sufrió un colapso y me alejé un poco, logrando que se separa y me mirara con sus ojos anegados en lágrimas.

—¿Cómo que se ha ido? —interrogué atónita y mareada a la vez, por la tensión y lo fuerte del momento—. ¿Por qué se fue? ¿Qué sucedió, mamá? ¿A dónde se fue?

Cerró los ojos y tomó un poco de aire, luego los abrió y me miró detenidamente, su mirada me partía el corazón, pero no podía demostrar que estaba tan mal como ella, debía hacerme la fuerte, a pesar de que por entro mi corazón se estaba haciendo añicos y de que mi alma estaba siendo atravesada por una espada filosa.

—Me abandonó —susurró en un gemido.

—Pero ¿por qué? ¿Qué sucedió? —insistí impaciente.

Suspiró largamente y secó sus lágrimas con un pañuelo que llevaba en su bolso.

—No lo sé, supongo que fue la monotonía. Desde que todo esto sucedió, nada volvió a ser igual, incluso entre él y yo. De un día para otro todo cambió y se fue alejando.

—¿Estás diciéndome que fue por mi culpa? —inquirí en un hilo de voz.

—Estoy diciendo que fue por todo lo que sucedió, no estoy diciendo que fue tu culpa —replicó de inmediato—. Hace meses nuestra relación estaba muriendo, pero de un día para otro todo cambió y se alejó cada vez más y… —su voz se fue apagando mientras me intentaba explicar entre sollozos lo que había sucedido—, esta mañana no estaba en casa.

Su voz se sumió en un gemido y contuve un sollozo. Una lágrima amenazaba por asomarse en mi ojo y el nudo en mi garganta se hacía cada vez más grueso. No sabía qué decirle o qué hacer, esa era una situación desesperante, decepcionante y muy difícil, hasta para mí, como hija.

—Tranquila, madre —susurré modulando mi voz para que no se quebrara y luego le di un par de palmadas en el hombro, intentando sacar fuerzas de donde no las tenía, porque en mi interior la niña que veía a su papá como héroe y como ejemplo, se encontraba sumida en una tormenta de decepción—, no llores, por favor.

—Han sido muchos años, más de veinticinco. Es tan difícil dejarlos ir así —musitó en un lloriqueo, luego se limpió su nariz con una mano y me miró para acotar—: Son muchos momentos, recuerdos y... ¡teníamos una familia! ¡Éramos una familia! ¿Éramos felices hasta que…!

Resoplé y rasqué un poco mi brazo. Lo éramos hasta que mi embarazo dañó su felicidad. Lo sabía, estaba segura de que esa era la finalización de su frase, pero quedó flotando en el aire y tragó saliva con fuerza. Suspiré y la miré.

—No pensé que Louis fuera capaz de hacer algo así —continuó—, si tan solo me hubiera explicado qué estaba sucediendo y no dejarme así, pero se fue y me dejó tantas dudas...

—Bella ¿quién era? —gritó Mell desde la segunda planta y su voz hizo eco por el espacio que nos separaba—. Si te demoraste es porque debe ser alguien importante. A ver, déjame adivinar ¿quizás el lindo Alex?

—¿Alex? ¿Quién es Alex? —preguntó mi mamá con el ceño fruncido y pasó el pañuelo por su nariz—. ¿Esperaban a alguien? —Retrocedió unos pasos y miró hacia la calle.

—Dile por favor, que baje sus manos, no quiero espectáculos en mi sala, mejor llévalo a tu habitación —bromeó mi amiga otra vez en un grito y mi rostro se sonrojó al instante. Gruñí un poco porque al escuchar esas palabras, mi madre giró su rostro con rapidez y su ceja se levantó con interés, curiosidad y mucha intriga.

—¿De qué habla tu amiga? ¿Estás teniendo una aventura? ¿Quién es Alex?

Sus preguntas enredaban más mis pensamientos y el color rojo de mis mejillas seguramente se intensificaba con cada segundo de la mirada penetrante de mi madre puesta en mi rostro. Mis labios estaban secos y la respiración entrecortada demostraba lo nerviosa que me sentía.

—Alex es... —respondí al cabo de al menos dos minutos y mi voz sonó como un murmullo. Mi mente intentaba descifrar lo que quería decir mi corazón, pero no encontraba el tpermino perfecto entre mi vocabulario para describir quién era Alex Queen. ¿Amigo? No, éramos más que eso. ¿Novio? No, tampoco éramos novios. ¿Amante? Pfff, ni novio tenía —, es el chico que me ha estado ayudando todo este tiempo —concluí no muy convencida y con los nervios de punta porque sus ojos me miraban de forma exhaustiva.

—¿Un chico? ¿Qué tipo de ayuda? —inquirió con curiosidad y pude notar en su voz a qué se refería.

—¡No soy una prostituta, mamá! —exclamé ofendida y dejé caer mis brazos sobre mi cuerpo—. Ayuda emocional, ayuda psicológica y ayuda motivacional… ayuda que obviamente tú no me has dado.

Su mirada se tornó más dura y mis ojos la miraban con una gran dosis de reproche y decepción. Ella había tocado era herida y yo no me iba a dejar tampoco, mucho menos después de su insinuación tan estúpida.

—Lo siento —susurró y suavizó su expresión, limpió un poco el residuo de sus lágrimas y me miró de una forma más amigable—. Pensé que James te estaba ayudando.

—¿Qué? —Abrí mi boca con sorpresa. ¿Realmente había escuchado eso de sus labios?

—Sí, él es el papá de tu hijo y es quien debe estar ayudándote en estos momentos —repuso con voz áspera.

¿Era en serio?

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Abandonada y Embarazada [#1 Trilogía Bebés]