Abandonada y Embarazada [#1 Trilogía Bebés] romance Capítulo 52

La lluvia comenzó a intensificarse y el sonido abrumador que provocaba, también me atemorizaba, pero lo peor llegó cuando mi jefe miró por la ventana y tras unos segundos intentando tranquilizarse, rompió en llanto al igual que las nubes.

Sus sollozos se acrecentaban y el dolor con el que los producía solo me hacían querer abrazarlo, pero necesitaba saber qué sucedía. Miré de forma incrédula hacia la mesa otra vez y mi corazón sufrió un vuelco al confirmar que sí se trataba de un lazo de cabello y un osito de peluche, tragué saliva con dificultad y cerré mis ojos, Matt no podía ser malo, no era un asesino, ¿o sí?

Intenté calmarme y pensar con la cabeza fría, si quería saber lo que realmente sucedía, tenía que tranquilizarme primero y no dejarme traicionar por mis emociones.

—¿Qué sucede, Matt? —cuestioné temblorosa—. Por favor, cuéntame, quizás yo pueda ayudarte —pedí en voz baja con total sinceridad, me partía el alma verlo tan afligido y sufriendo.

—No puedes hacerlo, nadie puede hacerlo. Ellos no están y no volverán —emitió con sus labios temblorosos y largó un suspiro que se convirtió en llanto otra vez.

Como una fuerza involuntaria, pero magnética, acorté la distancia que nos separaba y lo abracé, pasé mis brazos por su espalda y él por la mía lo apreté con fuerza y él me imitó. Me apretó tan fuerte que sentía su corazón desgarrarse y cómo nuestros latidos se unían en un mismo sonido. Tal vez necesitaba un abrazo hacía mucho tiempo; tal vez yo también lo necesitaba. Lloré, no pude contenerme ante el dolor de escucharlo sufrir de esa manera tan desesperante, las lágrimas corrían por mis mejillas y por las de él también, el dolor que brotaba por su piel era imposible negarse a sentirlo o percibirlo, Matt estaba sufriendo de verdad.

Luego de unos minutos, nos separamos lentamente y nuestros rostros quedaron cerca, tan juntos que podía sentir su respiración entrecortada sobre mis labios, acarició mi rostro al tiempo que me miraba con detenimiento y con sus dedos secó los restos de lágrimas que bajaban por mis mejillas.

Observé sus ojos y noté un brillo especial, pasé mi vista hacia el suelo, porque sentir cómo me miraba de una forma tan detenida, me hacía sentir un poco incómoda. Él era un chico muy guapo, lindo y tierno, pero no lograba despertar en mi interior, emociones más fuertes que las de una linda amistad. No sentía lo mismo con su mirada que con la de Alex, que, al verlo, nuestras almas se conectaban y encajaban tan perfectamente que podía pasar mi vida entera mirándolo.

Sus caricias me estremecieron y me aventuré a mirarlo una vez más, sus ojos estaban puestos en mis labios y su mirada demostraba más que una simple ternura o amistad. Me atrevía a pensar que iba mucho más allá, sus labios parecían estar deseosos por un beso y sus ojos denotaban algo más que cariño, quizás ¿amor?

Acercó con lentitud mi rostro más al suyo y rozó mi mejilla otra vez. Mis palpitaciones se aceleraron, pero no tanto por lo que provocaba en mí, sino en el nerviosismo que empezaba a despertarse, no me sentía bien haciendo eso. No en ese momento en el que había descubierto que estaba sintiendo grandes emociones y sensaciones por Alex. Debía ponerle un fin a la situación antes de que se saliera de control. Mis mejillas se sonrojaron y tragué saliva con dificultad.

—Lo siento, esto no está bien —susurré, pero con voz firme y quité su mano de mi mejilla rápidamente.

Me miró por unos segundos y el brillo de sus ojos se opacó. Luego bajó la cabeza en señal de resignación. El silencio se apoderó de aquella cocina que emanaba un rico olor a pan caliente, solo se escuchaba el golpeteo de las gotas gruesas sobre el techo y el sonido de la masa del pan hirviendo en el horno.

—Lo sé —murmuró en un hilo de voz e incluso noté como controlaba su voz para no sollozar—, discúlpame, por favor, Bella. He ido muy lejos con esto.

Tomé una bocanada de aire, pero eso no logró desatar el nudo que había en mi garganta. Tenía que ser sincera, pero era doloroso para ambos y no encontraba la mejor manera de hacerlo, sin dañar o hacerlo sufrir más de lo que ya estaba padeciendo.

—Ha sido culpa de ambos —repliqué en un susurro y cerré mis ojos—, pero yo…

Aclaró su voz un poco y me quedé en silencio, no sabía cómo continuar sin herir sus sentimientos, sus ojos estaban puestos en la imagen que nos ofrecía la ventana, donde el panorama no era muy alentador o esperanzador, estaba lloviendo a cántaros y solo provocaba más melancolía.

—Matt, yo... —susurré, retomando mi argumento y posé la vista también en el panorama lluvioso —hice una pausa y tomé todo el aire que pude para agregar—: no puedo verte como algo más que un amigo. Estoy agradecida por todo lo que has hecho por mi y mi bebé, pero…

—Lo sé. Sé que estás enamorada de alguien más —interrumpió mis palabras con algo de impaciencia y su voz se quebró.

Suspiré y asentí con lentitud. Me quedé en silencio y traté de calmar mis emociones. Me sentía tan confundida, tan ofuscada. Miré un punto fijo, un empaque de levadura que se encontraba en la mesa, no sabía que decir, cómo actuar o qué sentir. Ese era un trago amargo de tomar, estaba terminando de romper el corazón de mi jefe, estaba siendo inocentemente mala.

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