Abandonada y Embarazada [#1 Trilogía Bebés] romance Capítulo 55

Su voz resonó aún por encima de la fuerte lluvia e hizo que mis piernas desfallecieran. Me faltaba el aire, así que tosí un poco para poder recuperarlo, aunque mi tos salió temblorosa a causa de lo débil que estaba por la impresión de aquel momento. Estaba más que nerviosa, la guerra estaba por comenzar.

Intenté respirar pausadamente, sin embargo, los latidos fuertes y rápidos de mi corazón, me dificultaba mucho poder hacerlo. El latente dolor de cabeza apareció y sentí mi cerebro partirse en dos con una dolorosa cortada, además, las manos me sudaban y mis brazos se hacían pesados.

Sabía que podía suceder, sabía que iba a pasar; pero no me sentía preparada para enfrentarlo; mucho menos de esa manera, de esa forma que nos había encontrado, muy comprometedora, por cierto.

Lo que menos me imaginé aquella mañana al salir de casa, era que tendría que lidiar con ese momento al que le había estado huyendo hacía semanas. Me había ocultado en sueños y en la realidad, para no ser partícipe de una colisión del destino, y allí estaba, a la primera oportunidad se había presentado.

Maldije al destino por ser tan cruel y despiadado, no había términos que describieran lo malvado que podía llegar a ser cuando se lo proponía. Cerré mis ojos para intentar apagar esa escena como si fuese una película que no me gustara, sí, una de terror. Y poco a poco los abrí, pero el escenario seguía siendo el mismo, y la protagonista era yo. Sí, era mi película, mi propia escena de terror.

Un rayo partió el cielo nublado y me asusté en gran manera, estaba tan susceptible, que logró tener un impacto bastante grande en mi interior. Emití un gemido y pegué un pequeño salto cuando el estruendo se perpetuó por el firmamento y resonó con gran fuerza en las paredes de la habitación.

Ambos de inmediato intentaron ayudarme, dieron unos cuantos pasos para acercarse, pero con una mirada demostré que estaba bien, aunque realmente mi alma estaba en pedazos y demasiado confundida y atenta a lo que pudiera suceder apenas una de nuestras bocas se abriera, y obviamente, la mía no sería la primera.

Aunque, luego de dos segundos de pensarlo bien e intentar controlarme y tranquilizarme por el susto que me había llevado, quise hablar. Tenía que terminar con todo eso de una sola vez, no podía seguir dándole más largas. Si realmente quería salir bien, tenía que decir la verdad, aunque me costara, pero solo pensar en la decepción que tendría Alex por saber que le había mentido, me rompía el corazón.

Suspiré para intentar controlarme y evitar malos entendidos, no obstante, mi mente quedó en pausa, mis labios se enmudecieron y un escalofrío terrible recorrió cada centímetro mi cuerpo frágil cuerpo, cuando muy contrario a lo que imaginé, soñé, conjeturé y supuse, Matt se acercaba a Alex, bueno, esa parte siempre la supe, pero en lugar de llevar un mazo o una hogaza de pan para pegarle, simplemente llevaba una sonrisa radiante en sus labios.

¿Qué estaba sucediendo?

—Alex —saludó mientras limpiaba los restos de sus lágrimas—, no me dijiste que vendrías hoy, pero me da tanto gusto verte.

Mis ojos se abrieron lo más que pudieron y sentí mis pupilas secarse. ¿Por qué sonreía? ¿O era una técnica secreta de combate? ¿Un método intimidante, acaso? ¿Sus palabras eran reales o era un sarcasmo? ¿Todo era parte del show, cierto?

Preguntas pasaban por mi mente, interrogantes con sentido común, pero sin respuestas concretas, cuestionamientos que quería gritar, para entender tan solo un poco de lo que estaba pasando frente a mis ojos.

Mi boca se secó al sentir la intensidad de la mirada de Alex, suspiré e intenté evitarlo, pero como una fuerza magnética, mis ojos se guiaron solos hasta conectarse con los de él. Una fuerte emoción se despertó en mi interior y me hizo sentir mucho más culpable. Le había mentido. Mantenía una ceja levantada y su mirada puesta en mí. Su boca entreabierta y su expresión delataba el alto nivel de confusión que invadía su cuerpo y mente, tomé una bocanada de aire, necesitaba explicarle… pero, él parecía sorprendido, abatido, confundido y decepcionado.

Apenas mi jefe llegó lo suficientemente cerca, le extendió la mano y Alex la estrechó con fuerza. Allí estaba, ese era el primer indicio de la batalla campal, de la tercera guerra mundial. Estaba a punto de explotar esa bomba, iba a estallar la pelea, así que, me prepare mentalmente y entoné una plegaria porque lo que estaba a punto de suceder, podría cambiar el rumbo de mi vida.

Y sí que lo hizo.

De mi boca se escapó un gemido de incredulidad y asombro, mis piernas se debilitaron con más fuerza cuando mis ojos presenciaron esa escena, muy contrario a lo que mi mente había recreado tantas veces en sueños: golpes, gritos, sangre, matanza, crueldad y más sangre… se miraron unos segundos y luego se dieron un abrazo fraternal.

Tapé mi boca con ambas manos al mismo tiempo que las escenas de película de horror, se esfumaban con rapidez, perdiéndose en mis pensamientos turbios otra vez, pero sin tomar una forma definida. Restregué mis ojos con fuerza varias veces, intentando despertar de ese sueño, de esa extraña utopía, de esa ilusión; pero todo fue en vano: allí estaba frente a mí, bajo el tejado arremetido por la fuerte lluvia del mes de septiembre.

¿Qué rayos estaba sucediendo?

—Espera... ¿conoces a Bella? —preguntó Matt desconcertado al separarse un poco y notar que Alex no quitaba sus ojos de mí.

Él asintió lentamente sin apartar sus ojos de los míos y suspiré. Mis labios comenzaron a temblar; de repente, todo el calor que provocaba el horno frente a mí, no lograba calentar el frio que invadía mi cuerpo, realmente me estaba sintiendo mal.

—Sí —dijo en un hilo de voz y frunció sus labios un poco, su expresión me atemorizó. Estaba confundido y muy desconcertado, pero sus ojos se mostraban sin brillo y suspiré, quizás lo había perdido, tal vez ya podía ir dejando de hacerme ilusiones con él.

—¡Excelente! —exclamó mi jefe y seguido, esbozó una sonrisa y nos miró alternadamente—. Ya me ahorro las presentaciones; solo diré que ella además de Bella, también es hermosa.

Mis mejillas se sonrojaron al instante en que esas palabras fueron pronunciadas por mi jefe, porque el semblante de Alex se tornó más duro, pero a la vez más dulce. No entendía ni una pizca de lo que estaba sucediendo y necesita hacerlo o terminaría muriendo a causa de una sobre dosis de curiosidad no resuelta.

—Ella es hermosa, lo más lindo del mundo. —Esas palabras salieron de los labios de Alex con una facilidad tan grande, que parecía no hacer esfuerzo alguno por hablar.

Mi corazón comenzó a latir con rapidez y un intenso revoloteo de mariposas se despertó en mi interior. ¿Había dicho eso realmente o solo era producto de mi imaginación?

—No sabía que se conocían —susurró Matt confundido y me miró buscando una respuesta. Pero mis ojos solo tenían lugar para admirar los de Alex.

—Tampoco sabía que ustedes se conocían, y muy bien, parece —repuso Alex de inmediato y abrí mis labios, sabía que el momento estaba cerca, la verdad pedía a gritos ser liberada de mi cuerpo, ansiaba ser revelada, pero mi cuerpo no podía hacerlo, estaba demasiado vulnerable en ese momento. Sin embargo, de sus labios salió la pregunta que temía—: ¿Cómo se conocen?

Su cuestionamiento me hizo erizar los vellos, mi piel se tornó fría de un instante a otro y mis labios se secaron. Trague saliva varias veces, aunque había un nudo que se enredaba más en mi garganta con cada segundo que transcurría y ambos me miraban confundidos y desconcertados. Mis labios también temblaban, al igual que mis manos y me encontraba en un laberinto sin salida, una prisión sin escapatoria, una condena sin defensa y una muerte lenta y dolorosa.

Estaba a punto de perder todo lo que había construido con Alex, a punto de quebrantar toda la ilusión que se veía en sus ojos cada vez que me miraba y que por el momento estaba como en pausa.

Mis nervios aumentaron cuando Alex dio unos pasos hacia al frente y comenzó a acercarse a mí. Cerré los ojos y negué con la cabeza, destino desgraciado, me había juntado el ganado y ahora no tenía ni idea de qué hacer.

Con cada paso que él daba, mi corazón se aceleraba más y un intenso hormigueo comenzaba a recorrerme desde los pies hasta la cabeza, provocándome un escalofrío terrible que me hacía tiritar.

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