Abandonada y Embarazada [#1 Trilogía Bebés] romance Capítulo 57

Ambos se miraron de inmediato y fruncieron el ceño al mismo tiempo. Enarqué una ceja y asentí con la cabeza para reafirmar mi formulación. Esa pregunta había estado en mi mente desde que acepté acompañarlos al cementerio a visitar la tumba de Amy, pero por prudencia y condolencia preferí guardármela hasta que el momento indicado llegara, y ese era justo el instante para aclarar todo.

Las gotas de agua empezaron a tomar más fuerza y caían sobre la cubierta del auto, provocando un sonido estrepitoso y escalofriante. Peiné un poco los cabellos sueltos que se habían levantado con las ráfagas de viento antes de cerrar la puerta y puse toda mi atención en esos dos rostros que me miraban con mucha expectativa y una expresión ofuscada.

—¿Por qué nos llevaríamos mal, princesa? —cuestionó Alex desconcertado y me miró con una notable extrañeza, después de intercambiar algunas miradas con Matt.

—Pues, porque supuestamente y según los medios Matt es el… —respondí impaciente y sin pensar, pero me detuve al caer en cuenta de mis palabras, bajé mi tono de voz hasta casi hacerlo desaparecer y mis mejillas se calentaron por la vergüenza, había sido demasiado imprudente—. Lo siento.

Un silencio incómodo nos invadió y llevé las manos a mis mejillas para apaciguar la calentura que había empezado a subir por ellas, seguramente estaba tan roja como una fresa, pero más que eso, la vergüenza por mis palabras, empezaba a pesarme.

—Siempre nos hemos llevado bien, Bella —intervino Matt con voz dulce desde el asiento trasero, rompiendo el silencio tan abrumador que se había esparcido en el auto, y agradecí que no se hubiera molestado por mi comentario indiscreto—. Somos buenos amigos, en realidad, Alex es el hermano que nunca tuve.

Mi garganta se secó y tuve que incorporarme en el asiento para mirarlos mejor, aunque mi expresión era de una total perplejidad y confusión. Abrí mi boca un poco y lo que provoqué fue que más aire entrara y me terminara de secar la garganta, lo que llevó a que emitiera una tos seca y desesperada.

¿Estaban bromeando? ¿Cómo que buenos amigos? ¿Entonces debía olvidarme de la escena de guerra que tanto había estado temiendo? ¿Debía cancelar mi pedido de chalecos antibalas que había encargado en línea?

—Esperen… ¿nunca se han odiado? —susurré con voz temblorosa luego de recuperarme del ataque de tos—. ¿Nunca se han querido matar o caer a golpes? ¿No son enemigos?

Alex me miró confundido y mordió su labio inferior sin dejar de examinar mi expresión. Frunció el ceño con más fuerza y una línea apareció en su frente, luego carraspeó un poco y pronunció:

—No sé a qué te refieres exactamente, princesa… no entiendo qué quieres decir…

—Alex es mi mejor amigo, como te digo, es como mi hermano —replicó Matt con voz suave—. En realidad, él fue el único que consideró mi inocencia cuando sucedió el accidente, el único que creyó en mí.

Parpadeé varias veces y sacudí la cabeza para ahuyentar el dolor que comenzaba a acecharla. Mis manos comenzaban a sudar, a pesar del frio que se colaba por las rejas de las ventanas entreabiertas.

—No solo lo creo, lo sé —afirmó Alex y moví mi cabeza con lentitud, sentía que uno de mis ojos comenzaba a palpitar y los cerré un poco para evitar que siguiera ese movimiento rítmico que me incomodaba, luego bajó la voz y añadió entre pausas—: Amy nos presentó hace varios años, cuando solo eran amigos y yo fui el testigo más cercano de lo mucho que se amaban, sé que Matt jamás sería capaz de hacerle daño, ella era su reina y él era el mundo de mi pequeña.

Un sollozo salió de sus labios y Matt dejó escapar un suspiro de dolor. Tomé aire para oxigenar mi sangre, me estaba costando demasiado asimilar toda esa información y que se intentaba meter a la fuerza en mi cabeza para reemplazar las imágenes desastrosas que cada noche reinaban en mis sueños.

—De hecho, fue Alex quien pagó el abogado que me sacó de la cárcel cuando iniciaron las investigaciones —susurró mi jefe desde el puesto trasero—, hizo todo posible para que no clausuraran la panadería e incluso, accedió a firmar la renuncia a sus acciones en la empresa familiar, una absurda cláusula impuesta por sus padres solo por el hecho de estar en su contra y de testificar a mi favor y ser quien pagara mi defensa.

—Y lo volvería a hacer —aseguró Alex con una sonrisa—, no me arrepiento en ningún momento, soy más feliz sabiendo que hice lo correcto.

Contuve un gemido de asombro, realmente su amistad era muy fuerte y ese vínculo que los unía no era solo Amy ni el pequeño Matthew, era una conexión sincera y genuina.

—No lo es en lo absoluto. Para todos fue y sigue siendo doloroso enfrentarse a una realidad en la que ella y el pequeño Matthew ya no están, a mí me golpeó rudamente porque era mi confidente y mi compañera de aventuras y a pesar de que era tres años mayor, siempre fue mi pequeña, a la que amaba cuidar y ver sonreír, y saber que me daría la dicha de ser tío fue una enorme emoción —confesó en un hilo de voz tembloroso—, sin embargo, nunca dejé que el dolor me cegara o que me desviara de la realidad, sé mejor que nadie, lo mucho que se amaban y sobre todo, sé lo mucho que Matt se esforzaba en hacerla feliz y protegerla tal como lo haría yo.

Matt intentaba contener el llanto, pero tras las palabras de Alex, le fue imposible aguantar sus sollozos. Alex le dedicó una mirada cargada de comprensión y afecto, luego se movió un poco en el asiento y palmeó su mejilla con suavidad en señal de apoyo.

—Ellos te amaban y sé que ambos están orgullosos de ti.

Tapé mi boca con una mano y cerré mis ojos lentamente. Presenciar esa escena solo me hacía sentir un fuerte dolor de cabeza y en mi corazón surgían sentimientos encontrados. Las lágrimas empezaron a caer sobre mis dedos y ahogué un suspiro lleno de culpa y pesar.

—¿Estás bien? —preguntó Alex de inmediato y se acercó un poco, rozó mi brazo y tomó mi mano entre las suyas, luego la apretó y la besó.

—Soy una tonta… —balbuceé temblorosa, el peso de mi error comenzaba a causarme un amargo sabor y me impedía respirar con normalidad.

—Primeramente, puedo decirte que no eres eso que dijiste, eres lo más hermoso del mundo, todo lo que está bien en la vida —susurró con dulzura sin apartar su mirada de mis ojos llorosos—. Y no sé por qué estás así, princesa… a final de cuentas, los que te debemos una disculpa somos nosotros. —Miró a Matt y él se apresuró a asentir con una sonrisa triste—. No sabíamos que eras la misma persona de la que hablábamos, nunca lo imaginamos y…

—¡No, Alex! —exclamé en un sollozó y ambos se sorprendieron por mi reacción—. No lo entiendes… yo… —Hice una pausa y pasé una mano por mi rostro para secar las lágrimas que habían mojado mis mejillas—. Siempre creí que se odiaban, que el rencor les había ganado o que al encontrarse todo se resumiría a una guerra entre ambos y que si yo provocaba o causaba un encuentro todo terminaría mal…

—¿Siempre? —preguntó Matt en un hilo de voz y con una ceja arqueada—. ¿O sea que ya lo sabías?

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