Abandonada y Embarazada [#1 Trilogía Bebés] romance Capítulo 58

Suspiré largamente. Podía escuchar retumbar en mis oídos los latidos de mi corazón y un enorme vacío se abrió paso en mi interior, quizás era miedo o tal vez mi interior rehusándose a soltarlo. Los miré y fruncí mis labios, ambos esperaban una respuesta sincera, noble, pero estaba segura de que esperaban lo contrario a lo que realmente mi conciencia guardaba.

Abrí mi boca e intenté pronunciar algo, pero mi lengua se había inmovilizado y por mi garganta no salían las palabras, estaba siendo acechada por el temor de las consecuencias de mis acciones, así que, sin tardar o alargar más esa agonía, cerré mis ojos y asentí con la cabeza.

Despegué los ojos despacio y al hacerlo me encontré con la mirada de ambos puesta sobre mi rostro. Las facciones de ambos se tensaron un poco más y me miraron perplejos; Matt dejó escapar un suspiro y tiró la cabeza sobre el respaldar del asiento y luego la movió un poco, mirando hacia la ventana donde caían rebeldes las gotas de lluvia. Alex por su parte, se limitó a mirarme y examinar cada gesto o movimiento de mis facciones, su ceño fruncido no me ayudaba mucho a concentrarme en poner mi expresión más perdonable.

—¿Por eso me mentiste? —preguntó Alex con voz pausada y arrastrando las palabras—. Por eso me dijiste que trabajabas en esa empresa, ¿cierto?

Lo miré por unos segundos y las escenas vividas en mis pesadillas regresaron a mi mente, tantas veces había pasado evitando un encuentro entre ellos para no despertar el rugido del rencor o del odio, tantas madrugadas de desvelo imaginando una excusa lo suficientemente válida para justificar ese giro del destino… y ahora que me encontraba frente a la realidad, todo era tan distinto a lo que siempre creí o imaginé. No había preguntas ni cuestionamientos, tampoco reproches por haber acabado con la vida de esa dulce chica y tampoco gritos ni golpes o el deseo intenso de una venganza.

Solo había nobleza, bondad y una amistad verdadera.

—Yo no quería mentirles, he cargado un peso enorme estos últimos meses, desde que me enteré de que un secreto nos unía a los tres, mis sueños pasaron a ser pesadillas y siempre el final era trágico… solo quería evitar una confusión o que termináramos mal —dije entre lamentos y miré hacia la ventana, la luz de la entrada al cementerio me pegó de lleno y tuve que regresar mi vista hacia su rostro confundido otra vez—, por eso tuve que inventar esa mentira tan absurda y decir que trabajaba en esa empresa.

Bajé mi mirada porque realmente haber pensado tan mal de ambos solo me avergonzaba y me hacía sentir miserable. Sin embargo, un roce en mi mentón me sorprendió y poco a poco subió mi rostro hasta quedar a la altura de esos preciosos ojos azules que tanto me encantaban. Enarqué una ceja y mis pensamientos quedaron en pausa al ver que sostenía una sonrisa y se controlaba por no ampliarla más.

—Eres lo máximo, primero eras diseñadora de interiores y después fabricabas papel higiénico —dijo divertido y bajó voz para agregar de una forma dulce al mismo tiempo que acariciaba mi mejilla—: me encantas.

—Esperen… ¿dijiste que trabajabas en una empresa de papel higiénico? —inquirió Matt con interés y conteniendo una carcajada.

Resoplé impaciente y un mechón de mi cabello se levantó para después volver a caer sobre mi rostro, o moví para un lado y lo peiné, si iba a perder la dignidad, por lo menos debía verme guapa.

—Sí, pero no cualquiera, es una empresa de papel desechable de la mejor calidad —repliqué con voz formal y luego los miré y rodé los ojos—. Vamos, adelante, ríanse.

Pero fui yo la primera en soltar la carcajada, mi risa salió un poco nerviosa y temblorosa e incluso llegué a pensar que parecía una maniática, pero no pasaron cinco décimas de segundo cuando los tres estábamos envueltos en carcajadas.

Estuvimos así por unos minutos, hasta que un trueno estrepitoso nos sobresaltó e hizo que pegáramos respingo debido a la fuerte vibración que se propagó en los vidrios de las ventanas. Me asusté y cubrí mi vientre con las manos. Alex encendió el auto mientras intentaba tranquilizarme. Ya todo estaba bastante oscuro y a pesar de ser solo las cuatro de la tarde, parecía que estaba anocheciendo; debíamos regresar a la panadería, porque, aunque no había clientes, Matt no confiaba mucho en Julia y en dejarla a cargo.

El transcurso del viaje pasó en silencio, solo el sonido de la lluvia nos acompañaba mientras cada uno iba sumido en sus pensamientos. El dolor en mi cabeza poco a poco empezaba a reducirse a pesar de que intentaba creer todo lo que había sucedido en las últimas tres horas de mi existencia. Era increíble como el destino giraba los dados para hacerme la vida imposible, viví y sufrí muchos días y también noches, imaginando que ese temido encuentro terminaría en una tragedia y ahora estábamos recorriendo juntos las calles de la ciudad bajo una tormenta y con la certeza de que ese episodio nos uniría más a los tres.

El peso de la mentira gradualmente iba abandonando mi cuerpo y me sentía alivianada. Era como si las piezas del rompecabezas comenzaran a encontrar su lugar y el misterio al fin había sido resuelto, aunque seguía sintiéndome culpable por haber forjado una imagen tan equivocada del vínculo que tenían y los unía. Me parecía una forma cruel del destino, de esa forma darme cuenta de que mis hipótesis habían sido ilógicas, aunque, por otra parte, saberlo también lograba apaciguar mis temores y darme cuenta de que mi jefe no era malo, nunca estuve frente a un asesino, solo frente a un chico humilde de nobles intenciones y también me había demostrado una vez más, que Alex tenía un corazón tan precioso como su mirada.

Giramos a la derecha y nos dirigimos al estacionamiento de los locales comerciales del edificio en el que se encontraba la panadería, sin embargo, antes de que Alex apagara el motor del auto, me quité el cinturón y me incorporé en el asiento, necesitaba formular una pregunta porque el no saber la respuesta me estaba impidiendo sentirme en paz, mitigar el cargo de conciencia y al fin sosegarme por completo.

—¿Me perdonan? —pregunté en un susurro.

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