Abandonada y Embarazada [#1 Trilogía Bebés] romance Capítulo 59

Ahogué un grito de sorpresa. Conforme leía cada letra plasmada en esa hoja de papel, percibía cómo se expandía mi estómago, podía sentir cómo recobraba los latidos de mi corazón, se habían vuelto a encender, pero esta vez con más fuerza y me golpeaban con ímpetu por todos lados. La respiración se hizo más interrumpida, e intenté hablar, preguntar, indagar; aunque mi corazón ya sabía la respuesta.

Mi boca se secó y la garganta empezó a picarme, un hormigueo acelerado se apoderó de mis extremidades y se me hacía difícil poder moverme. La impresión que estaba sufriendo en ese momento, no tenía comparación. Tragué saliva y noté cómo luchó por abrirse paso entre el nudo apretado que se había adueñado de mi garganta, hasta esa acción automática se había pausado por el poder de la conmoción.

Mis manos temblaban y el papel sostenido por ellas, se mecía al compás de la vibración que producía ese movimiento frenético. Mi vista estaba clavada en el papel y aunque intentaba comprenderlo, lo más que lograba era enredarme y perderme más en el laberinto de preguntas al destino.

La intensidad de la lluvia iba disminuyendo, aunque mis palpitaciones hacían lo contrario. Las gotas esporádicas traían consigo memorias envueltas en sentimientos vehementes y cálidos y envolvían mi corazón ansioso en una capa de fuego.  

Levanté mi vista con mucha lentitud y al chocar con la mirada de Alex, lo miré incrédula. Pestañeé varias veces para que mis pupilas lograran humedecerse después de haberse secado por mantener la mirada foja por varios minutos en el papel. Él secó sus lágrimas y esbozó una sonrisa dulce.

—¿Có-cómo…? —rezongué temblorosa, sin embargo, mi pregunta fue silenciada con sus dedos que de forma suave y tierna se posaron en mis labios.

—Shh… no digas, más… solo quiero saber si… ¿lo recuerdas, princesa? —murmuró en un hilo de voz que se unió rápidamente al sonido de la lluvia.

Lo miré detenidamente y dejándome encandilar por su lindo mirar, pasé algunos segundos admirando cada centímetro de su rostro. No era posible.

Miré nuevamente hacia el papel y mi mano tembló mucho más al empezar a entender lo que estaba sucediendo. Mis dedos reconocían cada trazo, esa letra torcida y poco estética, esas primeras grafías que plasmaron, esas palabras esculpidas con tanto amor… esos sentimientos genuinos de mi infancia, esos días en los que mis únicos raspones eran los de rodillas y no los del corazón.

¿Cómo olvidar mi primera ilusión de amor? ¿Cómo borrar de mi corazón esas primeras palabras cargadas de amor? ¿Cómo enterrar las primeras poesías y versos que escribieron mis dedos siguiendo las órdenes de mi corazón?

Tapé mi boca para contener el llanto que se formaba en mi interior, con cada segundo que transcurría mi corazón latía más de prisa, sus palpitaciones vigorosas producían electricidad a mi cuerpo, sin embargo, mis emociones efervescentes y mezcladas, me impedían hablar o pronunciar algún sonido por mis labios.

“Te quiero, Alex”

Esa frase grabada bajo mi propio puño y acariciada con mis lágrimas desconsoladas de aquella mañana fría de invierno en que mi corazón sufrió por primera vez el dolor de un amor, esa despedida triste que tanto me hizo llorar.

Pasé mi vista una vez más por cada letra y cerré los ojos con fuerza, dejándome consumir por el llanto y las lágrimas rodaron por mi piel, dejando con cada paso una huella de ilusión que empezaba a brotar como una flor en plena primavera.

—Sí, lo recuerdo —susurré en un balbuceo y despacio abrí mis ojos, estaban anegados en lágrimas y al chocar con su mirada, me sorprendí al verlo también llorando.

—Sí cumplí mi promesa —musitó y esbozó una sonrisa, acercó su mano a mi rostro y con mucha parsimonia y delicadeza secó la humedad de mis mejillas—, por fin te encontré.

Mis labios se despegaron levemente al escuchar esa confesión, abrí mis ojos lo más que pude y sentí otra vez mi interior rugir con fiereza dejando salir una pizca de esperanza.

—¿Tú… tú? —inquirí de inmediato y él sonrió, luego se revolvió el cabello un poco y examiné cada facción de su hermoso rostro y por primera vez, el color de sus ojos me transportó en el tiempo y comprendí el porqué de esa conexión mágica que nuestras miradas tejían con hilos de dulzura.

Negué con la cabeza y enarqué mis cejas por la sorpresa y el asombro de lo que estaba sucediendo ante mis ojos. Mis manos temblorosas fueron calmadas por las suyas y con una dulce calidez las abrazó entre las suyas.

Seguía viajando en el tiempo y mi corazón los detuvo con rapidez al pasar por ese hermoso instante en que recibí una carta escrita en una hoja de un diario de su hermana y perfumada con la loción que mi padre le había regalado para Navidad, como premio por haber alimentado bien a los caballos.

Decidí responder a esa carta y luego una respuesta más elaborada llegó a mi libro favorito, era un poema, un precioso verso donde me explicaba de una forma dulce lo mucho que le gustaba mi sonrisa… y de esa manera, comenzamos un juego de mensajes llenos de inocencia y mucha ternura.

Todo cambió con la llegada de ese invierno, el más intenso por décadas, ese frio acabó con la vida de nuestros animales de granja y la nevada cubrió los cultivos que la granja exportaba como mayor productor de legumbres y frutas al mercado extranjero. Mis padres lo perdieron todo, el dinero se acabó y las posibilidades de seguir manteniendo la granja se anularon. Tuvieron que venderla y de esa forma decirle adiós a todo lo que por generaciones se había mantenido como una familia de gran poder, para caer de picada en una nueva ciudad, obligándome a dejar atrás esas cartas y ese amorío en el olvido.

Me dolió mucho dejarlo, a mis padres les dolía más haber perdido todo, de todas formas, nunca estuvieron de acuerdo en que hablara con el hijo de la sirvienta, pero para mí, ese niño era tan normal como yo. Alex era mi amigo, mi confidente a través de palabras escritas, el dueño de mis primeros sentimientos relacionados al amor, el dueño de las prosas más hermosas que mis ojos habían leído y, sobre todo, el motivo por el que siempre entendí que el amor vale más que el dinero.

Como por inercia, un dolor en mi cabeza me hizo recordar el frio de esa noche cruel de invierno, en la que debajo de mis cobijas, sabía que sería mi última noche en esa habitación y que tanto Alex como yo, nos veríamos por última vez la mañana siguiente cuando tuviéramos que abandonar la granja para separar nuestros caminos para siempre. Y esa, esa misma frase que tenía en mi regazo fueron las últimas letras que pude plasmar porque debido al llanto no pude escribir una despedida y opté por decir lo que en tantos meses no dije: “Te quiero, Alex”

A la mañana siguiente, un abrazo fuerte fundió nuestros cuerpos para no volver a unirlos nunca más, o al menos, eso creí hasta ese día.

“Juro que te encontraré. Te voy a querer siempre”

Esas fueron sus últimas palabras escritas en una carta atada a una rosa marchita y con pocos pétalos debido al frio, era el producto de una planta que ambos sembramos y que cuidó por muchos meses con la intención de regalarme sus primeros brotes y llenar mi balcón de rosas como siempre soñé.

El llanto desconsolado aquella mañana nos unió bajo la nieve y el destino nos separó. Él tenía una promesa, nuestra promesa y yo… yo la olvidé.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Abandonada y Embarazada [#1 Trilogía Bebés]