Abandonada y Embarazada [#1 Trilogía Bebés] romance Capítulo 60

Cubrí mi rostro con ambas manos y me dejé llevar por el llanto, las lágrimas eran imposibles de controlar y las emociones crecían en mi interior en una gama de sensaciones que hacían latir mi corazón al vaivén de los gritos de sorpresa envolviéndome en un juego más de las casualidades de la vida y los giros del destino.

—Te busqué, Bella —dijo Alex tembloroso, debido a la conmoción—, te he buscado toda mi vida y hoy que estás aquí frente a mí, no imaginas lo feliz que soy.

Mis dedos comenzaron a temblar y millones de mariposas aletearon con fuerza y alegría en mi interior.

—¿Q-qué? —tartamudeé y aparté las manos para verlo mejor. Su semblante mostraba la alegría que estaba sintiendo y sus ojos se iluminaron al hacer contacto con los míos.

—Quizás haya sido la búsqueda más ardua, quizás la menos esperanzadora… pero, ha valido la pena; lo haría una y otra vez con tal de encontrar otra vez esos ojitos preciosos. —Desplazó su mano por mi cuello y fue subiendo poco a poco a medida que secaba las lágrimas que caían. Intenté cuestionar, indagar o pronunciar algo, sin embargo, antes de que pudiera hacerlo, él se adelantó y en voz baja añadió—: Aquella mañana de invierno, una grieta se marcó en mi corazón y juré volver a encontrar y recuperar tu amor. Ese día también fue el inicio de muchas adversidades en mi vida.

—¿Por qué lo dices…? —inquirí de inmediato.

—La crisis económica en la que quedamos sumidos fue terrible, ese invierno azotó cada rincón y las oportunidades de trabajo desaparecieron. Tuvimos que vivir unos meses en una pequeña choza prestada, pero no teníamos nada, a veces no comíamos, pasamos hambre y el frio que pasamos aún puedo sentirlo en mis huesos —recordó melancólico y ahogué un gemido de tristeza, él lo notó y esbozó una leve sonrisa—, aunque no todo fue tan malo, no tuvimos una linda Navidad, pero, como un milagro de año nuevo, mi papá consiguió un empleo en una gasolinera y poco a poco nuestra economía fue mejorando. Yo crecí, estudié y me gané una beca para estudiar en esta ciudad; me emocioné tanto al pensar que podía encontrarte, aunque cuando llegué a las instalaciones del colegio, me di cuenta que era solo de hombres. —Soltó una risita y sonreí al escucharlo—. A los dos meses mi padre se asoció con un amigo y montaron una empresa, nuestras esperanzas estaban puestas en ese negocio, así que decidieron mudarse hasta esta ciudad para encontrarse conmigo, vivir juntos otra vez y establecer la empresa. Nos atemorizaba iniciar en medio de un lugar desconocido, pero afortunadamente todo fue un éxito, nuestra vida dio un giro radical y mi papá se convirtió en un gran empresario y en el mayor socio accionista de un concesionario de autos.

—Me alegra mucho, Alex…

—No, Bella —interrumpió con una sonrisa triste—. Lo tenía todo, menos a ti.

Abrí mis labios un poco y dejé salir el aire por ellos, temblando al mismo ritmo de mi corazón.

—Nunca nada me llenó como lo hiciste tú con tu sonrisa, no volví a ser tan feliz como cuando era niño, me refugié en la idea de que volvería a encontrarte y viví cada día ilusionado, imaginando que me esperabas —agregó en voz baja y bajé mi mirada lentamente—. Guardé todas las cartas que me escribiste, en ellas encontré la esperanza y la luz para seguir, tu recuerdo se volvía más fuerte cada vez que las leía y aparecías en cada letra, en cada palabra…, aunque, la que más valoro y recuerdo siempre fue esa. —Señaló mi regazo y tomé la carta otra vez entre mis manos, tragué saliva y sollocé al leer otra vez mis palabras escritas hacía quince años—. Porque decías que me querías y tan solo esas palabras bastaron para que mi corazón nunca te olvidara.

Pasé mi vista hasta su rostro y examiné su expresión, parecía estar inmerso en recuerdos y su mirada estaba perdida, como si viajara en el tiempo, tal y como me había sucedido minutos antes; sus mejillas estaban sonrosadas y sus labios sostenían una sonrisa que poco a poco se fue borrando y bajó su mirada, para segundos después tomar una bocanada de aire y agregar con voz triste:

—A pesar de que te busqué y vivía con la esperanza de volverte a ver, nunca pude hacerlo… nunca supe de ti —prosiguió en un hilo de voz—. Comencé a trabajar en el banco y un día inesperado, una invitación a una boda llegó a mis manos; una invitación para la boda entre James Carter y Bella Graze. —Ahogué un gemido y negué con la cabeza—. Inmediatamente supe que eras tú la de la foto de aquella tarjeta, sonreías abrazada a él, eras feliz junto a alguien más y le entregarías tu vida y… —Su voz se quebró y contuvo un lamento, aunque eso solo hizo que sus palabras salieran en un triste suspiro—. Se me partió el corazón, Bella.

Restregué mis ojos con fuerza y solo hice que las lágrimas se exprimieran y bajaran precipitadas por mis dedos. Tomé aire para renovar el oxigeno en mi sangre, porque me sentía hasta incapacitada para seguir respirando; en realidad, me sentía terrible; culpable. Había roto el corazón del dueño de mis primeras sonrisas risueñas y mis primeras miradas de ilusión. Cuando James llegó a mi vida, me cegué por completo y borré ese recuerdo tan hermoso que se había mudado conmigo y trasladado a miles de kilómetros. Me enfoqué tanto en mi nueva vida y también en seguir las estúpidas normas sociales impuestas por mis padres, que me olvidé de esa etapa de mi vida, siempre pensé que todo era un juego de niños, tampoco quería darle falsas ilusiones a mi corazón, me había mudado muy lejos y las posibilidades de volver a ver esos ojos brillantes eran casi nulas, sin embargo, para Alex sí había sido importante y sí había confiado en mis palabras. Él seguía siendo él.

—Lo siento tanto…

Levantó su rostro con lentitud y me miró, sus ojos estaban anegados en lágrimas, pero a pesar de eso, esbozó una sonrisa y asintió.

—Me cuestioné una y otra vez el por qué y esa mañana el destino me dio la respuesta —replicó.

—¿De qué hablas? —Mi ceja se enarcó de forma inconsciente.

—El día en que vi tus ojos otra vez, el día en el que mi sueño de volver a verte se hizo realidad. Parecías una agente secreta del FBI o la mano derecha de Bond —respondió y soltó una risita, sonreí entre lágrimas al recordar esa ocasión—. Te habías convertido en una mujer valiente y decidida, pero, sobre todo, no habías olvidado tu humildad y alegría espontánea. No te imaginas lo feliz que fui ese día; desde ese momento, todas las canciones de amor y también los versos de Neruda, cobraron sentido… y, por cierto, sabía que no eras arquitecta, pero decidí seguirte el juego y aparentar que me lo creía porque quería acercarme a ti.

—¿Por qué…? —interrogué entre balbuceos—. ¿Por qué nunca me lo dijiste?

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