Abandonada y Embarazada [#1 Trilogía Bebés] romance Capítulo 61

Los rayos del sol entraban por las cortinas color rosa haciendo un bello contraste que iluminaba mi rostro. Afuera resplandecía un sol candente que daba vida a las nubes que paseaban tranquilas por el cielo azul, en las que se perdían los pájaros contentos y luego volvían a salir deseosos de una aventura más.

No había rastros de la gran tormenta del día anterior, ni siquiera parecía que hubiera llovido tanto. Todo estaba en calma, así como mi corazón. Sonreí y sacudí mi cabeza al recordar todo lo que había sucedido, me parecía imposible, increíble, pero era cierto, el destino me había regresado al mismo punto de mi vida en el que fui tan feliz.

Enarqué una ceja al escuchar un papel moviéndose al mismo ritmo del suave viento que soplaba y miré en dirección a donde provenía el sonido. No pude evitar un gemido de sorpresa al ver que no solo era un papel, era un sobre insertado en la rendija de la ventana.

Me apresuré y acorté la distancia que me separaba de la ventana, cuando llegué tomé el sobre con cuidado y mi corazón se emocionó con ímpetu al ver esa caligrafía algo torcida que reconocí de inmediato por ser la misma que vi durante muchos meses.

Con los dedos temblorosos rasgué el sobre, mis emociones volvían a estar al límite y las mariposas también empezaban a despertarse con la ilusión de una mañana de primavera, saqué el papel contenido al interior de la envoltura y lo desplegué con cuidado porque se veía antiguo.

Querida Bella:

Un mes ha pasado y aquí nada es como antes, hace mucho frio, sobre todo en mi corazón.

Mis padres insisten en que los Graze son malos y que trabajar para ustedes fue lo peor que les pasó, pero yo sé que tú has sido lo mejor que me ha sucedido en la vida y te doy las gracias por eso.

Me haces mucha falta.

Con todo el amor,

Alex.

PSD: No sé tu dirección y por eso no me la aceptaron en el correo ☹

Una lágrima cayó al papel y esparció la tinta negra sobre sus palabras. Sollocé y me aferré con fuerza a ese lindo sentimiento que embargaba mi corazón. Le di una vuelta al sobre y solté una risita al notar un detalle que al principio no presté mucha atención.

En la esquina donde debía ir la dirección había una gran tachadura, aunque era posible leer a través de las rayas en forma de cruz que en un principio decía: En donde sea que esté Bella Graze, ahora era reemplazado por una caligrafía perfecta y bien moldeada y debajo del borrón colocó con tinta fresca: Casa de Mell, habitación de ventanas blancas.

Sonreí entre lágrimas y apreté el papel contra mi pecho con fuerza, como si intentara meter todas esas palabras que siempre debieron estar ahí, en mi corazón. Era un sentimiento hermoso saber que el destino había puesto a Alex de regreso a mi vida y me estaba ofreciendo la oportunidad que nos había quitado con brusquedad quince años atrás, arrebatando nuestro sueño de amor.

Me paré frente a la ventana, donde el calorcito del sol calentaba mi cuerpo y admiré el paisaje. Negué con la cabeza al imaginar a Alex subiendo por el árbol de naranjas que estaba a un costado de mi habitación, para colocar la carta en la ventana. Ese hombre era especial.

De forma inconsciente besé el papel y sonreí emocionada. Luego, bostecé varias veces y decidí recogerme el cabello un poco porque seguramente estaba despeinada y no sería grato para mis vecinos tener que lidiar con la imagen horrorosa que se reflejaba en la ventana.

Me sobresalté al escuchar la puerta abrirse con fuerza y Mell apareció por ella y se lanzó sobre mi cama, para después cubrirse con las cobijas y dejar solo su rostro afuera.

—Mi cuerpo aún piensa que hay tormenta —explicó con voz ronca y negué con la cabeza, para ella cualquier excusa era un ¿a válida justificación para quedarse en la cama—. Por cierto, ¿puedes explicarme qué sucedió ayer? —Su tono de voz se tornó a uno divertido y ahora fue su turno de fruncir el ceño.

—Nada —me apresuré a contestar y disfracé mi sonrisa risueña con un bostezo fingido. Miré hacia afuera y recordé el hermoso beso de despedida bajo la lluvia que había sellado mi noche con Alex, mordí mi labio y suspiré agitada al sentir otra vez sus labios sobre los míos con mucha dulzura y suavidad.

—¿Le llamas nada a esa cara de traviesa que traes? —inquirió mi amiga acercándose con expresión divertida y sacándome de mis recuerdos.

Pegué un pequeño brinco cuando me pellizcó una mejilla y sonreí como boba sin poder apartar el recuerdo de Alex acercándose a mi boca. No pude evitar un largo suspiro e intenté focalizar mi mirada para no parecer tan boba.

—Ahí está otra vez esa cara de maniática-drogada-risueña-enamorada —replicó Mell mirando hacia afuera también.

Hacía un día esplendoroso, después de la tormenta del día anterior, todo había cobrado vida, los árboles lucían más verdes, las plantas más alegres, hasta los vecinos sonreían —algo extraño, pero sí, era cierto—, todo parecía más lindo.

Suspiré y mi amiga rodó los ojos, se giró un poco y me miró con mucha impaciencia, luego cruzó sus brazos y examinó mi rostro lentamente. Frunció el ceño despacio y sin mucha anestesia soltó:

—¿Me vas a decir o no?

Pasé una mano por mi rostro para dejar ir un poco la ilusión que me tenía invadida, sin embargo, eso no funcionó. Miré hacia la carta y mi corazón latió de prisa, necesitaba contarle a mi amiga, aunque esa expresión de chismosa no me ayudaba mucho a inspirarme.

—¿Recuerdas al niño de ojos bonitos que trabajaba para mis padres en la granja hace muchos años? —cuestioné al pasar mi vista hacia ella otra vez.

Su ceño se frunció mucho más y sus labios se juntaron para después tirarlos un poco hacia el frente, señal perfecta y característica de que estaba haciendo un hueco en sus pensamientos y recuerdos.

—Bueno, no lo recuerdo porque no lo conocí… solo por lo que me contaste. ¿Hablas de ese niño que tenía la letra fea pero que era todo un Romeo? —musitó pensativa.

Asentí con rapidez y una sonrisa apareció en mis labios al recordar lo bien que se le daba a Alex los poemas. Mis piernas comenzaron a temblar y tuve que apoyarme del maco de la ventana para no caerme, la emoción que habitaba en mi interior empezaba a ganarme.

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