Abandonada y Embarazada [#1 Trilogía Bebés] romance Capítulo 62

Mell me miró desconcertada, sin embargo, hice caso omiso a su gesto. Me enfoqué en examinar a detalle la persona que tenía frente a mí y que me miraba ilusión con una sonrisa esperanzadora en sus labios.

—¡Mamá! —exclamé después de unos segundos.

Me acerqué hasta ella con rapidez, pero los recuerdos acecharon mi cabeza y detuve mis pasos al recordar lo que había sucedido la última vez que nos vimos. Mis facciones se fueron tensando y balanceé mis brazos hacia al frente y hacia atrás sin saber qué rayos hacer o cómo saludarla.

No había pasado ni siquiera una semana desde que junto a Fernanda me hicieron la estúpida y absurda propuesta de retirar los cargos contra James. Lo había olvidado; quizás entre la felicidad y la sorpresa del reencuentro con mi primer amor y de conocer al fin la verdad acerca de Matt, ese acontecimiento era irrelevante y por eso se había esfumado rápidamente de mi mente.

—¿No vas a saludar a tu madre? —preguntó con una mezcla de hostilidad y decepción.

Tomé una bocanada de aire y la miré incómoda, pestañeé varias veces y extendí mi mano temblorosa hasta ella.

Enarcó una ceja y su mirada se tornó dura y frívola. La sonrisa fue reemplazada por sus labios fruncidos y con una mueca de incredulidad, tomó aire para decir algo, sin embargo, Mell se adelantó con expresión enojada y antes de que mi madre pudiera decir o pronunciar palabra o reproche alguno, espetó:

—¿Qué quiere, que le bese los pies? ¿Quiere que le de un beso, un abrazo cuando fue usted la primera en dar el abrazo de la traición hace unos días?

El rostro de mi mamá palideció al instante y la vena de su frente comenzó a palpitar con más furia y velocidad. Rasqué mi nuca sin apartar la mirada de sus ojos y resoplé molesta, aunque para no armar una escena mucho más incómoda, decidí hacer como si nada sucediera y me giré sobre mis talones, para acercarme a la cama y doblar mis cobijas.

—No esperaba tu visita —murmuré al tiempo que acomodaba algunas almohadas sobre las cobijas recién dobladas—. No sabía que ibas a venir.

—Hoy es la cita, ¿recuerdas? —cuestionó con desconcierto, provocando que mis manos dejaran caer sobre la cama el osito de peluche que Alex me había regalado para el bebé—. No me digas que lo olvidaste, Bella.

Rodé los ojos y resoplé de forma casi silenciosa. Lo que sí había olvidado era que ese día que la vi, antes de salir de mi habitación tomó mi tarjeta de control de embarazo y me prometió a pesar de mi negación, acompañarme a la próxima cita con el doctor Smith. Y allí estaba, frente a mí, con la expresión de abuela resignada y esperando solo mi respuesta para emitir una reprimenda.

Miré a mi amiga por el rabillo del ojo y noté cómo movía de forma frenética su pierna en señal de lo impaciente que se sentía, yo estaba igual, pero quizás debía controlarme por el bien de mi bebé y de mi salud mental. No podía permitir que toda la emoción de la noche anterior se arruinara por la presencia molesta de mi madre en plan hipócrita de abuela abnegada.

—Mamá, no soy una niña… sé las cosas que debo hacer —repliqué y aunque me intenté contener, mi voz denotó lo ofendida que me sentía por su insinuación.

—Es normal que te sientas estresada o se te olviden las cosas, pero recuerda que serás mamá y tienes que ser responsable con…

—Gracias por decirlo. No lo sabía, madre —interrumpí sarcásticamente y ella bufó molesta, hice caso omiso y con voz amarga agregué—: Tengo muy presente las citas de control, las fechas importantes y todo lo que necesito saber acerca de mi embarazo, por fortuna existen manuales, internet y la ayuda de personas sinceras como Mell… con eso me basta. —Pasé una mano por mi rostro para dejar ir las groserías que se empezaban a formar en mi cabeza y suspiré, quizás estaba siendo muy dura con ella, después de todo, estaba allí frente a mí y con la intención de acompañarme para ver a su nieto—. Está bien, si quieres acompañarme lo agradezco… pero debes saber que hoy también irá… —mis palabras quedaron en el aire mientras pensaba con rapidez en una palabra para describir a Alex sin decir la verdad de quién era para no ocasionar más problemas.

—Su sexy, guapo y tierno novio —completó Mell en tono firme y me giré al instante para verla mejor. Ella me guiñó un ojo con picardía y esbozó una sonrisa divertida; estaba disfrutándolo y yo solo quería esconder mi rostro porque sentía como la calentura se apoderaba de mis mejillas y la mirada de mi madre penetraba hasta mi alma en busca de una respuesta de su agrado.

—¿Qué? ¿Cómo que tu novio? —saltó inmediatamente y sin apartar su mirada de la mía. Apreté los puños y fruncí los labios de lado hacia mi amiga, ella sonreía con suficiencia y rodé los ojos; sabía que esa era la reacción que ella quería despertar en mi madre y ahora me dejaba sola—. ¿O sea que sí estás saliendo con el tipo que mencionaste ese día?

—No es un tipo, es un bombón hecho persona —corrigió mi amiga sin dejar de sonreír porque disfrutaba cada gesto rabioso de mi madre.

—Ya, Mell —gruñí impaciente, porque solo estaba echando leña al fuego.

Mi madre pasó su mirada desconcertada y furiosa desde Mell hacia mí y tomó aire para proferir en tono frívolo, un argumento absurdo:

—Pensé que aún no habías olvidado a James, es el padre de tu hijo…

—Sí y también es el padre del hijo de Andrea y de quién sabe cuántos más —resoplé molesta—. Claro que no lo he olvidado, madre… ¿quién olvida una basura tan podrida como esa?

Mell soltó una risita e hizo un gesto grosero que mi madre reprendió de inmediato con su mirada y un gruñido repulsivo.

—¿Cuándo vas a entender que James no es un buen tipo? —agregué en el mismo tono—. Ya no lo amo, ¿es tan difícil de entender?

—Pero es que…

—Bella, ¿me puedes acompañar un minuto a la cocina? —pidió Mell en un susurro entre dientes porque intentaba controlar su ira.

Mi madre nos examinó detenidamente y asentí dándole la razón a mi amiga, ella me tomó de la mano y tiró de ella para guiarme hasta la puerta, pero mi mirada siguió puesta en la de mi madre.

Bajamos las escaleras en silencio y apresuradas. Cada escalón pisado me provocaba más ganas de salir corriendo al procesar lo que había estado sucediendo en la habitación.

—Cariño, lo siento… tu mamá me cae fatal. ¿Qué le pasa? —resopló en voz baja apenas estuvimos lo suficientemente lejos de mi madre y sus argumentos absurdos—. Está como loca —agregó respondiendo a su propia pregunta y soltó un bufido.

Moví mi cabeza de arriba hacia abajo.

—No lo sé, Mell. —Miré por la ventana de la cocina y fruncí los labios—. Quizás le haya afectado la ruptura con mi padre y su abandono; tal vez sea eso.

—Pues no me parece una justificación a su comportamiento tan inadmisible —comentó impaciente y rodó los ojos—, con más razón debió aprender que las cosas no son como ella piensa.

—Lo sé, Mell… sabes que ella es un ser… ¿especial?

—Triplemente especial —corrigió fastidiada—. No entiendo cómo puede pensar que James te merece o que por ser el padre del bebé tienes que dejarte pisotear solo porque a ella le da la gana.

—Tampoco lo entiendo —repuse en voz baja y me encogí de hombros—. Su presencia me causa incomodidad, pero tal vez deba darle la oportunidad de estar presente en la ecografía de su nieto. Y, por cierto, debo ir a bañarme y vestirme porque se me hace tarde.

—Uy, sí… así que vas con tu novio ¿eh? —dijo con voz divertida y movió sus cejas de arriba hacia abajo y sin dejar de sonreír con picardía.

—Tú lo dijiste —repliqué en el mismo tono y tomé una manzana del centro de la mesa del comedor.

—Yo lo dije, pero no te molestó —bromeó al mismo tiempo que le di un mordisco a la fruta.

—La verdad, no me molesta —confirmé segundos después y ella pellizcó mi mejilla y emitió un sonido pícaro, aunque opté por no darle más cuerda y recordé que mi madre había interrumpido mi relato sobre lo que había sucedido la noche anterior, así que carraspeé un poco y en un tono más bajo acoté—: me siento mal por Matt. —Suspiré melancólica y cerré mis ojos con fuerza. No había podido sacarme de la cabeza los sollozos de mi jefe y eso solo hacía que me sintiera culpable.

—¿Qué pasa con él? —interrogó confundida y ladeó su cabeza un poco, antes de tomar un sorbo de su café.

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