Abandonada y Embarazada [#1 Trilogía Bebés] romance Capítulo 63

Tomé un baño rápido mientras mi madre esperaba en mi habitación. Me vestí con un pantalón y una blusa blanca acampanada que cubría mi vientre y le daba una bonita forma. Me miré en el espejo y me posicioné de lado para ver cómo se veía mi panza, sonreí al ver que había crecido mucho desde la última vez que había hecho lo mismo. Ya me pesaba un poco más y se me hacía más difícil caminar con rapidez.

Coloqué crema hidratante en mi piel e intenté hacerme un maquillaje bastante sencillo, acabé de acomodar los mechones sueltos de mi cabello y los sujeté con pasadores a la alta coleta que me había hecho minutos antes. Sonreí satisfecha por el resultado; mis ojos tenían un brillo especial, no podía ocultarlo, era bastante visible mi felicidad y mi alegría, que incluso mi cuerpo lo reflejaba.

—Bella, ya llegó tu bestia —anunció mi mamá con fastidio al mismo tiempo que tocaba la puerta del baño con sus nudillos.

Abrí mi boca un poco y miré mi celular, no había un mensaje o alguna señal de que hubiera llegado, habíamos quedado en que me avisaría, pero obviamente él no sabía que mi madre nos acompañaría, así que quizás no vio necesario avisar con tiempo. Mis mejillas se tornaron rojas al imaginar el primer encuentro de mi madre con él y mis vellos se erizaron, decidí abrir la puerta de un tirón y cerciorarme de que no hubiera sucedido ya algo preocupante.

—¿Qué le dijiste?  —interrogué con rudeza a sabiendas de que mi madre era capaz de hacer o decir cualquier cosa con tal de alejar a Alex o de impedir que nos acompañara a la cita.

—Nada —replicó con ironía y se encogió de hombros—. Ni siquiera lo vi, aunque imagino que no es tan lindo como James.

Resoplé molesta y rodé los ojos. Me apresuré a guardar las últimas cosas necesarias dentro de mi bolso, me di una última mirada al espejo y tomé uno de mis abrigos por si acaso volvía a llover o si la temperatura bajaba mucho. Ella me tomó del brazo, sin embargo, me solté de su agarre y salí a paso rápido dejándola sola en la puerta del baño, mientras yo atravesaba la habitación.

—Amiga, hoy no podré acompañarte, pero no olvides que siempre estoy contigo —dijo Mell apenas llegué al último escalón—. No olvides traer la ecografía impresa para ver a mi pequeño príncipe.

Asentí con una sonrisa y la abracé con fuerza. Sabía que ella estaba siempre a mi lado, era la mejor de las compañías y que estaba afligida de verdad por no poder acompañarme, pero tenía que quedarse a recibir la visita espontánea y repentina de sus suegros que estaban a solo horas de arribar al aeropuerto.

Me despedí con un beso sonoro y atravesé el marco de la puerta central, seguida de los pasos acelerados y firmes de mi mamá, quien había logrado alcanzarme por la pausa que había hecho para despedirme de mi mejor amiga.

Apenas traspasé a la parte de afuera de la casa, mis ojos fueron atravesados por la luz intensa del sol radiante que iluminaba la mañana. Puse la mano sobre mi frente para taparme e intentar enfocar mi vista en el escenario que me ofrecía el ambiente y de inmediato noté entre sombras la figura elegante de espaldas de un hombre musculoso.

Caminé a paso lento, pero pisé una hoja seca y crujió alertando a Alex de mi presencia. Se giró sorprendido y al verme se emocionó mucho. Sonreí y pude sentir que me sonrojaba, aunque no me importó en lo más mínimo, por primera vez en todos esos meses, caminaba sabiendo que quien me esperaba era el amor de mi vida.

Él extendió sus brazos a lo lejos como si esperara para abrazarme y mantenía esa sonrisa hermosa que tanto me gustaba; usaba el mismo suéter de la foto y, además, tenía un pequeño ramo de rosas en una de sus manos. Se veía guapísimo, elegante y tan atractivo.

Apuré mi paso y al llegar frente a él, extendí mis brazos también y de inmediato sentí el calor de sus brazos envolver mi cuerpo con dulzura y ternura. Luego me dio el ramo de rosas y sonreí agradecida, pero cuando estaba a punto de hablar, él se agachó y acarició mi vientre para después dejar un beso tierno en él.

—Mi campeón —susurró emocionado.

Mi madre trastabilló un poco porque pisó mal una piedra pequeña y se sostuvo del auto de Alex, fue entonces cuando recordé que también estaba junto a nosotros.

—Alex, ella es mi mamá… Amanda —anuncié y la señalé. Sabía que él la conocía perfectamente, aunque tal vez mi madre no lo recordara o tal vez sí, pero una presentación después de tantos años y de tantos acontecimientos no estaba mal.

Alex se levantó de inmediato y asintió con su cabeza. Se miraron por unos segundos y él sonrió ante la notable perplejidad de mi madre, quien lo observaba con una mezcla de asombro y sorpresa. Tenía la boca abierta y sus cejas arqueadas como si aún no saliera de la impresión que le causaba lo guapo y elegante que era Alex. Y es que, James no era feo, pero obviamente Alex era super más lindo y elegante. Tal vez ella lo imaginó como un hombre maloliente y peludo, como ella misma lo había descrito: “una bestia”. Y se encontraba de frente a todo lo contrario, un bombón hecho persona, como decía mi amiga.  

—Mucho gusto, señora Amanda —saludó Alex con una sonrisa radiante y en un tono bastante formal, aunque después enarcó una ceja y su expresión cambió a divertida cuando agregó—. ¿o prefiere que le diga suegra?

Contuve una risita al ver cómo mi madre se tornaba pálida y sus ojos se abrían más de lo que ya estaban, Alex había dado en el clavo.

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