Abandonada y Embarazada [#1 Trilogía Bebés] romance Capítulo 67

Después de almorzar, nos quedamos un rato más recordando nuestros momentos vividos en la infancia. Las risas y las emociones reinaban entre nosotros, sus miradas eran tan dulces y sus palabras siempre lograban encajar a la perfección con la llama que se encendía en mi corazón.

—¿Sabes? —dijo de pronto, seguido de un suspiro y levanté una ceja con mucha curiosidad por lo que iba a decirme—. Tuve algunas novias y…

—No me extraña, eres muy guapo, romántico y dulce —interrumpí con una sonrisa.

—¿Ah sí? ¿Te parezco guapo? —cuestionó divertido.

Asentí y solté una risita nerviosa. Me sonrojé porque sus ojos se posaron en mis labios y mordió los suyos como si intentara controlarse.

—Bueno, déjame decirte que ninguna de mis relaciones funcionó —prosiguió y acarició mi mejilla con sus dedos suaves—, nunca me sentí amado y mucho menos amé a alguien como lo hago contigo, nunca llegué a sentir esto tan bonito que siento cada vez que te miro o te toco; además, vivías tan presente en mis pensamientos que me resultaba imposible pensar en alguien más. Incluso mis padres pensaban que no me gustaban las mujeres y que era gay.

Sonreí, pero luego suspiré con lentitud y bajé mi cabeza. Me sentía culpable y con un tremendo cargo de conciencia por haber sido quien impidiera que Alex siguiera su vida con normalidad. Yo había vivido todos esos años amando a alguien más, mientras él solo podía pensar en mí.

—No me arrepiento por haberte amado todo este tiempo, si es lo que estás pensando —repuso de inmediato—. Lo volvería a hacer.

—Pero...

—Eso es lo de menos, princesa. Ahora estamos aquí, juntos… como siempre lo deseé.

—Gracias por esperarme y hacerme sentir especial —susurré y esbocé una pequeña sonrisa cuando acarició mi vientre.

—¿Sentir? ¡Lo eres! —exclamó en tono afable y lo miré—. Bella, fuiste el amor de mi niñez, eres el de mi juventud y espero también seas el de mi vejez… por favor, quiero que seas mi único y eterno amor.

Su declaración me tomó por sorpresa y mis ojos se abrieron mucho. Mis palpitaciones se aceleraron y sus manos detuvieron las caricias sobre mi piel, luego pasó sus dedos por mis labios y tomé el valor de decir lo que mi corazón gritaba. Alex merecía a alguien mejor que yo. Sin saberlo le había destrozado la vida, tantos años que había perdido amándome y ya era momento de que fuese feliz junto a alguien mejor que yo, alguien con un pasado menos oscuro y, sobre todo, con una dignidad más intacta que la mía.

—No lo sé, Alex, yo...

Mis palabras fueron interrumpidas por la presencia de un camarero a mi lado y fruncí el ceño, extrañada por la repentina aparición. No había pedido postre y si se trataba de pagar la cuenta, ni siquiera cargaba dinero, Alex me había convencido de asistir a ese lujoso restaurante asegurando que todos los gastos correrían por su cuenta; si hubiera sabido que era a medias, habría retirado el dinero de la quincena en el cajero automático más cercano.

El mesero se inclinó un poco y fue cuando noté que llevaba algo entre sus manos, intenté ver de qué se trataba, pero se movió y perdí el enfoque de mi mirada. Posé mi vista en Alex y fruncí el ceño en señal de desconcierto total.

—Creo que ya no hay impedimentos, obstáculos o secretos, princesa… —susurró con dulzura.

—¿De qué hablas? —cuestioné desorientada y volteé hacia el mesero otra vez, pero al hacerlo mi nariz chocó de lleno contra algo muy suave y de dulce aroma. Miré hacia abajo y un gemido brotó de mi interior. Un enorme ramo de rosas turquesas bordeadas con blanco se alzaba ante mis ojos y en medio, había un sobre como el que había encontrado en mi ventana la mañana de la cita de control a la que habíamos ido juntos.

Miré emocionada hacia donde estaba Alex y él se limitó a encogerse de hombros y parecer tan confundido como yo. Sonreí y tomé el sobre entre mis manos temblorosas, al hacer contacto el papel con mi piel fue como si los recuerdos regresaran a mí y me transportaran a aquellos momentos tan hermosos en los que escribirnos cartas era parte de nuestro juego de amor.

Leí la dirección en el sobre y una sonrisa inevitable se dibujó en mi boca. En una letra elegante y pulcra rezaba la frase que me causaba emoción:

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