Abandonada y Embarazada [#1 Trilogía Bebés] romance Capítulo 71

En un instante mis miedos se aliviaron y las mariposas se despertaron esperanzadas por ser libres y felices otra vez. De mis labios salió un suspiro de alivio al saber que no estaba sola. Esa voz había logrado apaciguar el frio en mi interior y amortiguar un poco el dolor que me provocaba el agarre de James en mi brazo; esa voz había logrado encender la chispa de mi corazón que me llevaba a sentirme segura y protegida, a salvo.

Intenté girarme, sin embargo, James con su otra mano puso toda su fuerza en mi cuello, obligándome prácticamente a quedar con la cabeza ladeada y mi cabello ondeando con el viento nocturno. Sollocé entre lágrimas y sintiendo como mis piernas se empezaban a dormir, siendo corroídas por el hormigueo intenso que alertaba de que pronto podrían darse por vencidas y desplomar mi cuerpo.

No tuve que esperar morir del dolor para poder encontrar alivio, porque cuando creí que mi cuello terminaría por quebrarse o mi cabeza quedar en la mano de mi ex, un fuerte sonido metálico seguido de un alarido de dolor resonó en medio del callejón. Al sentirme liberada de la presión y el dolor, el alma volvió a mi cuerpo y tosí un poco porque tenía un nudo en la garganta que hacía casi imposible mi respiración. Mis piernas tambalearon al tener que sostener el peso de mi cuerpo otra vez y mi corazón empezó a bajar la intensidad de sus latidos, el ardor se pronunciaba en donde segundos antes, la piel de James había rozado con una fuerza brutal la mía; masajeé mi cuello un poco para volver a posicionar los músculos y los nervios en su lugar, aunque sentía la humedad asquerosa por todo el camino que ese maldito había recorrido con su lengua.

Intenté despejar mis pensamientos y olvidar lo asqueada que me sentía, necesitaba encontrar la salida a ese mal momento y regresar a los brazos de mi ángel; mi Alex. Fue casi pensarlo y sentir como el calorcito de su cuerpo y su olor me embriagaban con dulzura, proveyéndome toda la seguridad y el alivio confortante que necesitaba. Me hundí en su pecho mientras él sin decir palabra alguna, se limitaba a acariciar mi cabeza y con sus dedos acariciar mi cuello adolorido.

—¡No podemos dejar que escape! —exclamó una voz conocida y de inmediato supe que se trataba de mi jefe.

Ahogué un grito al abrir mis ojos después de varios segundos y encontrarme con varias siluetas a mi alrededor y a un costado, se encontraba la figura bamboleante de James intentando mantenerse en pie, a la vez que tapaba la parte lateral de su cabeza. Detrás de él, Matt se mantenía amenazante con un bate metálico de béisbol levantado entre sus brazos dispuesto a volver a dejarlo caer otra vez sobre su hueca cabeza.

Abrí mi boca sorprendida por lo que estaba viendo entre penumbras, dos sombras más acorralaban a James para evitar que escapara. El cabello lacio de mi amiga y sus piernas bajo las licras eran inconfundibles; ella mantenía una posición de Karate con la pierna levantada y sus brazos listos para despedir un golpe, aunque la verdad, no sabía desde cuándo ella entendía esas artes marciales. A su lado, la otra sombra luchaba por no salir de la oscuridad, a pesar de las señas y gestos de Mell indicándole que cuidara el otro extremo para evitar la fuga del odioso Carter.

Fruncí el ceño e intenté descifrar de quién se trataba, aunque me fue inútil todo esfuerzo, porque bajo las sombras de los arbustos, era imposible saber quién era. Tal vez era Javi o algún compañero de Alex, o tal vez Samantha, ella solía ser muy tímida.

—¿Qué hacen aquí? —interrogó James de pronto, al verse acorralado. Su voz sonaba asustada y temblorosa, aunque luchaba porque saliera firme e intimidante.

—¿Qué haces tú aquí? Esa sería le pregunta correcta —exclamó Alex con voz firme y áspera, al mismo tiempo que se separaba un poco de mí y me tomaba de la mano—. Al parecer no logras comprender que solo estorbas en nuestro mundo.

—¿Quién les dio el derecho de golpearme? —volvió a cuestionar, aunque esta vez sonó desafiante y dio un par de pasos hacia Mell como si intentara amenazar.

Alex dejó un beso en mi frente y me abrazó de forma fugaz, para luego dirigirse a las sombras que estaban a unos cinco metros de nosotros, se levantó un poco su camisa y dejó sus brazos fornidos al aire, movió sus dedos y formó dos puños fuertes mientras se acercaba.

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