Abandonada y Embarazada [#1 Trilogía Bebés] romance Capítulo 81

La noche era realmente hermosa. El cielo tapizado de colores oscuros hacía que la luna se viera mucho más brillante; las estrellas resplandecían en un manto de destellos centelleantes que se mezclaban en un juego perfecto entre los tonos pincelados del firmamento. Era magia; una noche mágica.

Unas manos se posaron en mi cintura y me giré de inmediato para descubrir esos ojos hermosos que me hacían estremecer. Los últimos minutos había pasado contemplando la belleza apoteósica de la noche, que había olvidado que estaba en el jardín del hotel esperando que Alex terminara de hablar con uno de sus jefes que también había asistido al evento.

—Es hermoso que me feliciten por tener por novia a la ganadora de la noche, pero es aún más hermoso saber que siempre lo has merecido, no solo ahora… siempre has sido la mejor —susurró y esbozó una sonrisa mientras pasaba sus dedos con suavidad por mi mejilla.

—Tú eres mi mejor premio —repuse en el mismo tono, correspondiendo a sus caricias posicioné mi mano sobre la suya y ladeé un poco mi cabeza.

—Eres mi orgullo, princesa —agregó, provocando que mis ojos se cristalizaran por el amor con el que pronunció esas palabras—. Estoy tan orgulloso y agradecido porque eres más de lo que soñé. De verdad, te agradezco desde lo más profundo de mi corazón y con cada parte de mi ser que hayas decidido esclarecer el caso de Matt y sacar esa verdad a la luz. La muerte de mi hermana nos pegó muy duro a todos los que la conocimos, pero sé que a él le dolió mucho más, porque también perdió a su hijo. Y escucharte hablar de su inocencia con tanta seguridad y certeza fortaleció mi convicción y estoy seguro que incluso a él lo hizo sentirse más libre y abandonar la idea de su culpabilidad que por tanto tiempo lo ha atormentado.

—No tienes que agradecerlo, cielo. Era lo correcto y sentía que debía hacerlo, era la oportunidad perfecta para hacer justicia y ser la voz de una verdad que fue silenciada por dos años, dos dolorosos y solitarios años para él. No es justo que cargue con una culpa que no existe. Esa misma culpa que arruinó su vida y le robó la felicidad a sus días y la esperanza de encontrarla otra vez.

Mi novio asintió y pasó su mano por mi cintura para después abrazarme.

—Estoy seguro que las cosas van a cambiar de ahora en adelante, gracias a ti —dijo después de depositar un beso en mi cabeza.

—¿A mí? —repetí dudosa y me separé un poco—. No Alex, Matt no es culpable de nada, nunca debieron juzgarlo ni pensar en que él había tenido que ver con la muerte de Amy; así que si cambian solo será gracias a esa misma verdad.

—Tienes toda la razón, no debieron, pero lo hicieron y si tú no hubieses informado la versión correcta y verdadera seguirían creyendo en un rumor falso. Y sí, te lo agradezco y mucho, porque ni siquiera yo había tenido la voluntad y la fuerza de luchar contra la corriente como lo hiciste tú. Te lo agradezco y siempre lo haré, por mí, pero, sobre todo, en nombre de mi hermana y mi sobrino. —Su voz se quebró en la última frase y cerré los ojos porque entendía el dolor que Alex debía estar sintiendo al remover aquellos recuerdos tan tristes.

—Amor… yo…

—Te admiro mucho, Bella —interrumpió con suavidad y sonrió—. El discurso de Mell fue maravilloso e increíble y digno de una amiga invaluable. Escuchar tu historia me convenció aún más de que eres extraordinaria, fantástica y admiro cada paso que has dado hasta llegar a ser la mujer en la que te has convertido. Esta noche reafirmó el amor que siento por ti y mi anhelo de ser parte de tu historia para convertirla en nuestra historia.

Sonreí cuando limpió una lágrima que perlaba en mi mejilla y me acerqué hasta sus labios para luego unirlos con los míos en un beso de eterno agradecimiento. Siempre agradecería a Alex por reunir todos los pedacitos de mi corazón e intentar con amor y suavidad volver a unirlos con vendas de ternura, comprensión, respeto y afecto sincero; por darme un espacio importante en su corazón, por permitirme escribir un cuento de princesa en mi libro de la vida y por llevarme a alcanzar los más nobles sentimientos recorriendo de su mano un camino de felicidad.

De pronto sentí que soltó mi mano y me rodeó, creí que recibiría un abrazo, sin embargo, abrí mis ojos lo más que pude al sentir una de sus manos en mi espalda y la otra en mis piernas y cuando menos lo esperé, me levantó entre sus brazos como una niña pequeña.

—¿Qu-qué haces, cielo? —tartamudeé al notar cómo los demás nos observaban sorprendidos.

—Solo abrázame —pidió y esbozó una sonrisa radiante mientras caminaba y se abría paso entre la multitud que salía del hotel y que empezaba a dispersarse por la carretera transitada. Me di por vencida y pasé mis brazos por su cuello al mismo tiempo que nos dirigíamos hacia el estacionamiento donde estaba el auto.

Al llegar al auto me depositó con cuidado y lentitud en el suelo y abrió la puerta para darme paso de una forma elegante y caballerosa. Fruncí el ceño y lo miré extrañada, quise preguntar, pero puso su dedo sobre mis labios en señal de que guardara silencio, resoplé y él cerró la puerta para después rodear el auto y llegar a su puesto de conductor.

El tiempo para poder tomar un lugar en la carretera fue de aproximadamente veinte minutos, el tráfico era tan pesado que se hacía imposible avanzar rápido, entre tantos autos por la avenida, solo formábamos parte de una larga fila, hasta que de forma milagrosa se fue descongestionando la vía y tomamos la avenida principal.

—Tengo algo que mostrarte, princesa —anunció con alegría y sosteniendo una sonrisa amplia. Al fin le había dado por hablar y esas palabras solo me causaban curiosidad—. Y no acepto preguntas hasta que lleguemos o por cada una me deberás un beso.

—¿De qué hablas, amor? —cuestioné confundida y con una ceja enarcada.

—Uno —repuso complacido y bufé, crucé los brazos sobre mi pecho y negué con la cabeza, aunque debía admitir que me estaba divirtiendo.

Los siguientes diez minutos transcurrieron con rapidez mientras observaba con más detenimiento el pequeño trofeo dorado simbólico que me había otorgado Mario Antonio Villa con el contrato de trabajo para su empresa. Recordar esos momentos de triunfo y emoción por haber alcanzado una meta más, solo me llenaba de alegría por segunda vez. Sin dudas, era una oportunidad preciosa que me estaba dando la vida y me sentía afortunada, pero mi felicidad crecía cuando recordaba que mi mejor amiga también sería mi compañera de trabajo. Sonreí imaginando la bomba explosiva que seríamos trabajando juntas, aunque eso ya era tema de otro momento.

Un sonido en la bocina del auto se escuchó por encima de la música y en una voz femenina automática dijo:

“Gire a la derecha para llegar a su destino”.

Fruncí el ceño y me incorporé de inmediato. Miré por la ventana y noté cómo efectivamente tomábamos la derecha para adentrarnos por una calle más solitaria y llena de luces hermosas provenientes de lámparas elegantes que solo dejaban ver que estábamos acercándonos a una villa de residenciales.

—¿A dónde vamos? —interrogué confundida y me giré para mirar por el vidrio trasero cómo abandonábamos la vía contraria, la que nos llevaba a la casa de Mell—. Alex…

—Dos besos —replicó con una sonrisa y negué con la cabeza—. Relájate, princesa; ya casi llegamos.

Suspiré y miré por la ventana una vez más ahora sí llena de curiosidad y ansiedad por entender qué hacíamos en un lugar tan bonito y privilegiado. Bajé el vidrio y fui sorprendida por una brisa cálida que rápidamente pegó en mi rostro y despeinó mi cabello, levantándolo y haciéndolo bailar al mismo ritmo del vaivén que mecía algunas palmeras plantadas en perfectas hileras a lo largo de la vía.

Escuché un sonido inconfundible y abrí mi boca ligeramente al entender que nos acercábamos a la playa. El ruido relajante de las olas rompiendo a lo lejos, comenzaba a acercarse a medida que el auto se adentraba más por la calle. Cerré los ojos y me dejé acariciar por el viento suave. Olía a mar, a sal y días de verano.

De pronto el auto se detuvo y abrí los ojos de forma abrupta para sorprenderme aún más al ver que estábamos rodeados por edificios enormes de varios pisos. Todos se veían espectaculares y aunque algunos estaban en total silencio y oscuridad, otros estaban habitados y mantenían sus luces encendidas. A lo lejos, en medio de la playa, la luz de un faro se encendía cada cierto tiempo y dejaba ver lo hermosa que era aún en medio de la oscuridad y el contraste que hacía con aquella noche estrellada. Parecía una imagen de película.

—¿Qué hacemos aquí? —cuestioné con voz ronca debido a mi embelesamiento.

—Hemos llegado a nuestro destino, princesa —afirmó. Abrió la puerta y se bajó del auto para luego darse la vuelta y abrir la mía. Extendió su mano esperando por la mía y aunque estaba por rehusarme, al ver su linda sonrisa acepté.

De forma instantánea mis piernas fueron recibidas por el aire cálido y suave y mis sandalias se hundieron un poco entre la arena. Acomodé un poco mi vestido y acaricié mi vientre con una mano al mismo tiempo que miraba hacia el mar y las luces rojas que se notaban muy a lo lejos.

—Es hermosa… ¿cierto? —cuestionó Alex detrás de mí—. Aunque tú sigues siendo más hermosa; más que el mar, más que la noche, más que todo.

Sonreí por inercia, las palabras de Alex siempre lograban traspasar mi piel y acomodarse en mi corazón con mucha ternura, así como él las pronunciaba. Me giré y aunque quise mirarlo y dedicarle una linda sonrisa, fue imposible no contemplar los elegantes e impresionantes edificios que habían detrás de mi guapo novio, pero más aún al ver que sacaba una especie de llavero de su saco.

—Antes de que me preguntes y me debas otro beso, te diré que no, no vinimos a ver el mar —repuso en voz baja y sus ojos brillaron cuando una de las luces se encendió y pegó directo en su rostro, haciendo resaltar cada facción preciosa de su rostro.

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