Los minutos siguientes estuvieron repletos de besos, sonrisas y caricias dulces; hasta que mi novio esbozó una sonrisa y al notar su mirada emocionada supe que algo se traía entre manos.
—¿Quieres conocer nuestro apartamento? —cuestionó sonriente—. ¿Me acompañas, mi amor?
Asentí con rapidez, aunque, a decir verdad, él no esperó mi respuesta porque tomó mi mano y me guio hasta el elevador. Nuestras miradas dentro del ascensor eran de emoción total y una complicidad tierna, ni siquiera yo podía creer que eso estaba sucediendo. Apenas salimos del elevador, Alex me condujo por un elegante y espacioso pasillo del piso ocho y me señaló la puerta del final. Sacó las llaves que había visto al bajar del auto y negué con la cabeza, seguía sin poder creer que él había sido capaz de hacer todo eso.
—Quiero que lo abras tú, princesa —susurró con voz dulce, dejó un pequeño beso en mi cabeza y después extendió las llaves.
Me negué de inmediato, no podía hacerlo.
—No… no puedo hacerlo, Alex —repliqué nerviosa.
—¿Lo hacemos juntos? —propuso en un susurro y asentí. Él sonrió y negó con la cabeza, me tomó de la mano y la unió a la suya al mismo tiempo que sostenía la llave y la insertaba en la cerradura. Mi corazón palpitaba con rudeza y aunque sabía que era un espacio vacío lo que había detrás de esa puerta, sin conocerlo ya para mí era perfecto.
Giramos la llave y la cerradura cedió, la puerta se abrió con lentitud dejando un hermoso panorama ante mis ojos. Era realmente hermoso, acogedor, enorme y perfecto.
Mis labios se ensancharon por la emoción y la felicidad recorrió cada partícula de mi ser cuando lo miré y noté que él también estaba emocionado, pero su mirada estaba puesta en mí como si mirarme fuese su increíble descubrimiento.
—Es… perfecto —fue lo único que pude pronunciar y me acerqué para abrazarlo con fuerza.
—Lo más lindo es que es nuestro, así como este amor, así como esta historia —susurró y me rodeó con sus brazos. Sollocé en su pecho y me sentí en paz ahí, al lado de sus latidos rápidos, sabiendo que mi lugar no estaba en ese apartamento, sino en su corazón.
Él acarició mis cabellos y pasó su mano por mi espalda, luego dio un pequeño beso en mi frente y abrí los ojos que segundos antes había cerrado para disfrutar con calma de sus mimos. La habitación apareció otra vez ante mi vista y caí en cuenta de un detalle.
—Espera... ¿está amueblado? —pregunté asombrada y él asintió vehemente—. Pero… en el letrero dice que aún no está terminado.
—No hay nada que un hombre enamorado no pueda hacer —replicó con voz dulce—, aunque nada de esto es más importante que la mejor parte de este apartamento. —Tomó mi mano y tiró de ella para adentrarnos en las otras partes del enorme espacio.
Me condujo hasta una puerta y lo miré emocionada, de seguro hablaba de nuestra habitación. Aunque, cuando la abrió, lo que mis ojos vieron fue algo totalmente distinto. La emoción recorrió mi cuerpo al instante y actuó como una vibración en todo mi ser y de forma incontrolable e inexplicable, las lágrimas brotaron de mis ojos.
—¡Es-esto es… hermoso! —estallé emocionada y embelesada por la habitación decorada con temática infantil—. Es mucho más de lo que imaginé —balbuceé entre sollozos y de pie frente a mil detalles que hacían que mi corazón palpitara más de prisa. Las paredes blancas daban un aspecto tan acogedor, la cuna era gigante y preciosa, las lámparas iluminaban discretamente el lugar y me hacían desear con mucha más fuerza e impaciencia la llegada de mi bebé. El cambiador, el armario repleto de ropa diminuta y tierna, los juguetes, las almohadas, las frazadas, las alfombras… todo… todo era hermoso. No había palabras para describir las lindas emociones que reinaban en mi corazón en ese momento tan mágico.
—Amo a nuestro campeón —repuso y se acercó para después acariciar mi vientre—. Los haré tan felices, los amaré por esta vida y todas las demás, Bella. Gracias por dejarme hacerlo, por permitirme un pequeño espacio en tu corazón y darme la oportunidad de…
La intensidad del beso subió y también el calor en mi cuerpo. Mis mejillas estaban enardecidas y mi respiración empezaba a tornarse agitada debido a la ferviente energía que liberaba con cada segundo de ese beso intenso. Su lengua recorría cada rincón de mi boca y sus labios acaparaban con una inexplicable ansiedad sutil cada milímetro, despertando una vibración en el resto de mi ser.
Poco a poco fue descendiendo, casi milímetro a milímetro, y sus labios rozaron mi mentón, levanté mi cabeza para darle paso hasta mi cuello. Podía escuchar su respiración tan agitada como la mía y el sonido que hacía con cada beso que plasmaba en mi piel imprimiendo su deseo.
—Te amo, Alex —gemí y aunque intenté disimular el placer que estaba sintiendo, mi voz brotó pausada y sensual.
—Te amo más mi princesa —murmuró con voz entrecortada al compás de los suaves besos que seguía dejando a lo largo de mi cuello. Quise sonreír ante sus palabras, pero un gemido fue arrancado de lo más profundo de mi interior cuando sentí el calor aumentar porque sus besos en mi piel se volvieron más intensos después de escuchar la declaración de mi amor por él, aunque pasados un par de segundos tomó una gran bocanada de aire y se detuvo. Lo miré confundida y con mis mejillas totalmente enardecidas y el corazón palpitante a mil por segundo, noté cómo su excitación había provocado un abultamiento en su pantalón, no obstante, se había detenido y me miraba con una gran culpa, carraspeó de forma débil y con voz pausada pero intermitente dijo—: Perdóname, no debí hacer eso, Bella. Prometí respetarte y esperar que…
—No hay nada que esperar, Alex… quiero hacerlo —interrumpí agitada y con mucha seguridad, me estaba tornando demasiado ansiosa por volver a sentir sus labios en mi piel. Quería más, estaba loca por sentir más placer, por sentirlo a él y cada cosa mágica que hacía y provocaba fuego en mi cuerpo—. Estoy lista para ti.
—Princesa, quiero hacerte feliz y sé que el momento es perfecto, pero aún así no quiero que te sientas presionada o…
—Me haces la mujer más feliz del mundo y el momento es justo como lo imaginé —interrumpí impaciente y me acerqué hasta él para empezar a desabrochar su camisa con delicadeza, luego me puse de puntillas para llegar a su oído y con sensualidad agregué—: ahora solo hazme tuya, Alex Queen, mi niño de los ojos bonitos.
Noté como la comisura de sus labios se ensanchó y se giró con rapidez para después tomarme entre sus brazos y besarme con gran pasión, mientras me conducía hasta la habitación dispuestos a amarnos y unir nuestros cuerpos entre lazos de amor, ternura y placer.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: Abandonada y Embarazada [#1 Trilogía Bebés]