Abandonada y Embarazada [#1 Trilogía Bebés] romance Capítulo 84

El sonido de las olas se coló por la ventana abierta, los rayos de un tenue sol iluminaban mi rostro, pero al abrir los ojos, el panorama fue mucho más hermoso. Estaba frente a la imagen de un increíble amanecer y el mar agitando sus aguas con sosiego mientras el sol empezaba a adueñarse del cielo rosáceo, contrastando cada vez más su intensidad con las nubes.

Me moví un poco y sentí sus brazos envolviendo mi cuerpo con suavidad. No pude evitar una sonrisa de emoción al recordar la noche tan perfecta que habíamos pasado juntos y las veces que nos entregamos a nuestro amor hasta rozar el cielo con los dedos.

—Buenos días, mi princesa —susurró en mi oído con dulzura. Su voz sonaba ronca, sexy y gruesa. Excitante.

—Buen día, mi amor —murmuré entrelazando mi mano con la suya.

—¿Has dormido bien? —preguntó con dulzura en mi nuca, dejando pequeños besos.

Sonreí.

—De lo mejor —contesté con total sinceridad. Había tenido un sueño reparador y mi cuerpo se sentía agradecido de al fin haber desatado el fuego que me consumía en silencio—. ¿Y tú, cielo?

—Cada segundo a tu lado es hermoso, pero me diste la mejor noche, princesa y dormir a tu lado no solo es bueno, es la perfección —repuso seguido de un beso en mi brazo.

Alex era el hombre perfecto.

Sonreí y me giré lentamente hasta quedar frente a él, pero mi sonrisa se amplió al confirmar que también era el más guapo. Se veía más lindo que nunca, bastante despeinado, dándole un aspecto más natural y jovial, aunque lo más precioso era el mar que contenían sus ojos azules que me hacían perder, naufragando en todo el amor con el que observaba cada centímetro de mi rostro, asimismo como la noche anterior.

—¿Sabías que te ves más lindo por las mañanas? —cuestioné al mismo tiempo que revolvía su cabello con una de mis manos para terminar de despeinarlo.

—Debo advertirte que no siempre —replicó con una sonrisa, aunque también se veía aún adormilado—. Lo que sucede es que nunca había dormido con la mujer de mis sueños, debe ser eso, la felicidad de al fin compartir a tu lado una noche de estrellas. —Acarició mi rostro con sus dedos y de forma suave se detuvo en mi nariz para después dibujar un corazón invisible en la punta.

—Realmente no me importa si amaneces como un hombre lobo o como Alex Queen, me encantas, me fascinas… eres tan apuesto que siempre estás guapo —murmuré con dulzura y me acomodé en su pecho.

Mi cabeza reposó en su pecho y él la besó varias veces. Me concentré en mirar por el ventanal que estaba frente a nosotros y que se mantenía entreabierto; el sol ya había alcanzado despejar las nubes y empezaba a demostrar su poder porque cada vez los rayos se calentaban más.

El pecho de mi novio subía y bajaba acompasado de su respiración. El sonido de las olas se mezcló con los latidos de su corazón, formando una linda música donde sus pálpitos resonaban en mis oídos, eran lentos y fuertes. Era hermoso escucharlo y saber que mi hijo y yo estábamos ahí, guardados en un lugarcito especial.

—Te amo, Bella Graze —murmuró mientras jugaba con mi cabello—, en realidad no dejé de hacerlo nunca y ante este precioso amanecer te prometo seguir cumpliendo mi promesa.

Acaricié su piel con mucha lentitud, formando círculos entre los músculos de su abdomen para evitar que las lágrimas de felicidad terminaran de brotar por mis ojos, porque sí, ya estaban a solo un paso de salir. El hecho de coincidir había sido hermoso, pero el hecho de reencontrarnos había sido inefable.

—Y yo te prometo seguir viviendo a tu lado este amor verdadero —musité segura de cada palabra que salía de mis labios—, porque te amo mi niño de los ojos bonitos.

Lo abracé con fuerza y él besó mi cabeza y estrechándome entre sus brazos dejó salir un suspiro cargado de emoción. Nos quedamos así, en silencio, admirando el paisaje tan hermoso frente a nuestros ojos, aunque en realidad, lo mejor era la calidez con la que me acogía su corazón.

De pronto se escuchó un sonido extraño entre nosotros, pero lo más raro era que provenía desde su estómago.

—¿Eres tú? —pregunté asombrada y levantándome sobresaltada hasta quedar en la orilla de la cama.

—Sí —respondió segundos después, totalmente avergonzado—, en las mañanas me levanto con mucha hambre —murmuró de forma casi inentendible y sus mejillas se sonrojaron al instante—. Lo lamento mucho, princesa.

—¿Estás loco? —pregunté sonriendo de lado y sacudí mi cabeza—. ¡Somos almas gemelas! ¡Me pasa igual! —exclamé tirándole una almohada en la cara intentando disolver la tensión del momento, aunque si era verdad y por eso Mell siempre me sorprendía con desayunos antes de que mi león se despertara.

Su boca se abrió un poco cuando la almohada cayó sobre las sábanas después de haber golpeado su pecho, así que tomó una de ellas y la lanzó hacia mí y pegó de forma suave en mi pecho cubierto por su camisa blanca. Dejé escapar una risita y negué con la cabeza, no sabía con quién se estaba metiendo, la ganadora por diez años consecutivos de las guerras de almohadas contra mi mejor amiga, ahora si iba a conocer el espíritu de la mejor gladiadora de combates almohadísticos.

Él esbozó una sonrisa desafiante y le guiñé un ojo antes de lanzar un almohadazo directo a su cabeza. Y así empezamos una guerra de almohadas. Las carcajadas reinaban en el apartamento, pero no importaba, éramos los únicos que estábamos ahí y no nos molestaba el ruido de la felicidad.

Minutos después terminé agitada de tanto reír y tirada en la cama con Alex a mi lado agotados de reírnos y de jugar como si fuésemos niños otra vez, como si volviéramos a recuperar una milésima de ese tiempo que el destino nos había arrebatado.

—No pue-des negar que gané —expresé entre resoplidos y risitas nerviosas.

—Pero me tomaste desprevenido y eso te convierte en una tramposa —replicó tocando mi nariz con sus dedos.

—Por años he sido campeona olímpica de las guerras de almohadas, ¿crees que decir que es trampa te salva de la derrota? —repuse y él soltó una carcajada al escuchar mis palabras.

—Bueno, señorita campeona olímpica, acepto que ganaste solo con una condición —propuso en tono divertido.

—Te escucho.

—Tienes una deuda pendiente conmigo, porque sí, no se me ha olvidado —murmuró sonriendo con picardía y abrí mis ojos al tiempo que mi expresión se tornaba divertida—, pero si la pagas puedo aceptar tu triunfo en esta épica batalla.

—¡No se vale! —refunfuñé conteniendo una risa para parecer más formal y seria en la negociación—. Eso es chantaje.

—Es justicia —corrigió en el mismo tono, aunque la comisura de sus labios dejaba entrever que se esforzaba en no sonreír y tuve que contenerme para no besarlo por lo guapo que lucía así tan divertido—, es ser equitativos y darle a cada uno lo que se merece, aunque, tú te mereces todo y mucho más.

Esas últimas palabras las pronunció en un tono tan seguro que me hizo dudar de mi firmeza y postura en la negociación, lo miré directo a los ojos y mi corazón se estremeció a sabiendas de que ese hombre frente a mí, era el amor de mi vida. Nos quedamos en silencio y sin pensarlo, me acerqué a su rostro y mordí mi labio antes de dejar no solo tres, sino una buena cantidad de besos intensos en su exquisita boca deseosa de la mía.

—Ga-gané —gemí entrecortadamente a causa de las sensaciones que Alex empezaba a despertar en mi interior con el fervor de sus caricias y besos que se esparcían por mi cuello—, gané y debes aceptarlo.

Él se detuvo, pasó una de sus manos por mi mejilla y esbozó una sonrisa amplia, me contempló por unos segundos y luego afirmó:

—Ahora sí, princesa… eres la ganadora.

—Y, por cierto, ¿cuál es el premio? —interrogué con una sonrisa triunfante.

Su mirada penetró la mía con mucha intensidad y luego unió sus labios a los míos, envolviéndolos en movimientos suaves, pero a la vez feroces, a los que mi boca respondía con tanta facilidad porque reflejaba el deseo hirviente que me recorría entera.

La verdad es que yo también tenía muchísima hambre, a pesar de que en la madrugada Alex había pedido pizza a domicilio porque nos habíamos quedado varias horas viendo la luna desde la cama, pero nuestras fuerzas se las había llevado nuestros cuerpos después de haber hecho el amor varias veces.

—Y tú eres tan hermosa. —Depositó un beso en mi frente antes de meterse al baño y sonreí embobada al ver cómo su silueta se marcaba detrás del vidrio empañado de la regadera. Demasiado sexy, demasiado provocativo.

¿Y si terminábamos de agotar nuestras fuerzas en la regadera?

******

Subimos al auto después de una sesión de besos frente al mar. Adoraba ese lugar. Alex no habría podido escoger un lugar más hermoso para vivir, era el punto donde el comienzo y el final se unían, el final de una ruidosa ciudad y el comienzo de un mar inmenso de aguas cristalinas que sosegaban nuestros corazones.

Y había sido el testigo de nuestra entrega total, de nuestras almas entrelazándose y fundiéndose en una sola, y nuestros cuerpos entretejiendo sensaciones fervientes que nos habían hecho tocar el cielo con esa colisión mágica de nuestros corazones latiendo al mismo ritmo de la satisfacción de una entrega total y por amor, nuestro amor.

—¿Cuándo volveremos? —preguntó mirándome con fijeza e interés apenas subimos.

—Pues es tuyo cariño, imagino que vendrás cuando... —repliqué sin entender con exactitud de qué hablaba.

—Nuestro —corrigió con una sonrisa—. Princesa, lo de anoche no fue una broma, es para nosotros, para los tres —agregó sin apartar la mirada de mis ojos—. Y lo que menos busco es que te sientas obligada o presionada a aceptar, incluso, si deseas puedo comprar el apartamento de al lado para mí y cuando te sientas preparada para vivir juntos entonces nos mudamos a uno solo.

—Pero hay un problema —interrumpí con seriedad y arrugando la nariz para darle un toque de misterio y suspenso a mis palabras.

Pero es que sí, realmente había un problema, un gran detalle.

—Lo sé. No quieres vivir conmigo —murmuró triste y bajó la cabeza con lentitud en señal de resignación—. Debí suponerlo, tenemos poco tiempo de ser novios...

—No quiero vivir sola, quiero vivir contigo —interrumpí esbozando una sonrisa de lado.

—¡¿En serio?! —exclamó casi gritando de la emoción. Luego tomó mi mano y la llenó de besos.

—Sí, Alex. Contigo lo quiero todo, por ahora y por siempre. Contigo me siento amada, nos sentimos amados. Eres mucho más de lo que merezco y…

—Eso si no es cierto, princesa —refutó de inmediato y me miró con seriedad—, el destino nos ha puesto en el lugar y el momento correcto y el afortunado soy yo por soñar con una familia a tu lado y hoy poder decir que se ha hecho realidad.

—Gracias por esto —susurré entre lágrimas que habían salido como por arte de magia cuando mencionó esas hermosas palabras—, sé que serás el mejor intérprete de "La vaca Lola" y el mejor acompañante para una tarde de "Los Backyardigans" o “Las Pistas de Blue”, o lo que quieras, a tu lado será el mejor hogar que mi bebé podrá tener.

Sonreí cuando sus ojos brillaron y su sonrisa radiante se amplió aún más. Y sí, estaba convencida de que quería emprender una vida al lado de Alex, una aventura dulce junto a él, una familia y mil cosas más. Ese corto pero intenso tiempo me habían demostrado lo enamorada y fascinada que estaba con Alex. Era el mejor novio del mundo y, además, el mejor papá. Habían sido horas maravillosas a su lado, sus palabras hermosas, pero aún más sus actos se ganaban mi corazón entero una y otra vez.

—¿Qué se hace cuando se está demasiado feliz? —preguntó emocionado y noté como reprimía las ganas de saltar en su asiento.

—Esto —murmuré y me giré de lado un poco en el asiento hasta quedar frente a él. Luego tomé su rostro entre mis manos para besarlo como si fuese la última vez, aunque mi corazón sabía que nuestra historia apenas comenzaba y esa sería la primera de cientos de miles de veces en que nuestros labios se unirían con tanta felicidad y emoción, como ambos desde niños lo soñamos.

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