Abandonada y Embarazada [#1 Trilogía Bebés] romance Capítulo 87

Los días siguientes pasaron con mucha rapidez. Un mes más fue tachado en el calendario y un mes menos para conocer a mi hijo. Y cuando pensé que mi vientre ya no podía estirarse más, lo hizo en un abrir y cerrar de ojos, en pocos días mi vientre se expandió mucho, como muestra de que mi bebé seguía creciendo en mi interior.

El aumento de las micciones nocturnas comenzó a manifestarse y mis noches se volvieron tediosas al no poder dormir bien por la frecuencia de mis idas al baño a descargar mi vejiga. Y es que, no era fácil levantarme cada cuarenta y cinco minutos con mi enorme panza de treinta semanas e intentar caminar por el pasillo manteniendo el equilibrio a pesar del sueño que me consumía.

Por sexta vez en esa noche de verano, me levanté como un zombi, despeinada y aturdida. Con los ojos entrecerrados empecé a caminar con dificultad y pesadez, mis piernas no respondían mucho al peso de mi cuerpo y además estaban agotadas por los ejercicios físicos que habían hecho esa tarde, y para rematar, mis brazos tampoco ayudaban mucho. Trastabillé y pensé que caería al enredarme entre la alfombra, pero una mano me sostuvo por espalda y al reincorporarme un brazo rodeo mis hombros.

—¿Estás bien, princesa? —cuestionó mi novio con voz ronca y preocupada en medio de la oscuridad.

—Sí, amor… solo es otra ida al baño… pero vuelve a dormir, debes descansar —susurré con voz soñolienta.

Esa noche estábamos en el apartamento, aún no nos habíamos mudado del todo, porque al residencial todavía le hacían falta algunos detalles para poder ser inaugurado y habitado; pero algunas veces nos quedábamos a dormir juntos, desde aquella noche en la que nos amamos con locura entre esas sábanas, sentíamos que pertenecíamos a ese pedacito del mundo que pronto sería nuestro hogar por completo.

—No princesa —replicó Alex de forma rotunda—. Me levantaré junto a ti las veces que sean necesarias, casi no puedes caminar y estuviste a punto de caer y yo… me muero si les pasa algo, prometí cuidar de ustedes y así será, incluso si es de la cama al baño. —Su voz sonaba determinada y firme, pero a pesar de ser gruesa y ronca, era inconfundible la dulzura con la que siempre se dirigía hacia mí. Pasó su mano por mi vientre y lo acarició suavemente.

—Gracias por todo lo que haces por nosotros —murmuré al mismo tiempo que una brisa suave se coló por la ventana y sacudió las cortinas, abriéndolas y levantándolas para dejar ante nuestros ojos la luz intensa de la luna que iluminaba el cielo oscuro de la madrugada.

Horas después desperté de golpe al sentir un delicioso olor que atravesó mis fosas nasales y advirtió a mi estómago que era hora de despertar de aquel profundo sueño al que había sido sumido mi cuerpo después de tantas veces que me había levantado al baño. Sin querer me había dormido profundamente quizás varias horas, pero aún así, mi cuerpo se sentía cansado y agotado.

Abrí los ojos, de inmediato percibí la intensidad de los rayos del sol y tuve que taparme con una mano para impedir que siguiera encandilándome. Ya era de día, quizás hasta era medio día o mucho más tarde, pero había dejado mi celular cargando en el otro extremo de la habitación y solo podía dejarme guiar por el esplendor que reflejaba el sol, que solo era muestra de que no eran ni las siete ni las ocho de la mañana.

El olor delicioso volvió con más fuerza cuando una corriente de aire caliente entró y lo esparció por la habitación, pero lo extraño era que también iba acompañado de humo y sí, eso era muy extraño. Se suponía que Alex no sabía cocinar, así que esa opción estaba descartada… porque si era él, entonces ¿qué estaba haciendo? ¿quemando las cortinas?

No. No olía a tela quemada ni a nada chamuscado. Por el contrario, los olores que salían de aquella cocina eran realmente agradables, deliciosos y comenzaban a despertar al leoncito que habitaba en mi interior. Dudé por algunos segundos si debía levantarme, aunque también se me hacía raro que, si Alex se había ido, no se hubiera despedido o al menos dejado una señal de que había tenido que salir.

La curiosidad me comenzó a carcomer, aunque más lo hizo ese vacío que comenzaba a apoderarse de mi estómago tras haberse despertado con esos aromas culinarios. Así que, no aguanté más y me levanté con algo de dificultad, me sentía flotando en el aire porque después de haber dormido tanto, no me acostumbraba todavía a la realidad. Caminé en silencio atravesando el espacio que dividía la habitación de la cocina y esbocé una sonrisa, tal vez era mi mejor amiga en una visita sorpresa y demostrando sus habilidades para los desayunos. Aunque, mi sonrisa se amplió aún más y mi corazón latió con fuerza, cuando en lugar de ver a Mell en aquella cocina, vi a mi maravilloso novio de pie, revolviendo algo en la estufa al mismo tiempo que movía su cadera al ritmo de una canción que provenía del televisor en la sala.

Mordí mi labio inferior porque verlo así, con medio cuerpo desnudo, porque solo llevaba un pantalón corto, y bailando tan sensual solo me excitaba, pero, aunque mi cuerpo gritaba lo necesitado que estaba por una dosis de su amor, mi estómago exigía satisfacer esa enorme sensación de hambre que ya empezaba a taladrarme.

Caminé despacio e intentando no advertirlo de mi presencia me posicioné detrás de él y contuve un suspiro al sentir el calorcito de su cuerpo y ver cómo seguía bailando a tan solo milímetros de mi piel. Sonreí y lo rodeé con mis brazos por la cintura, planté un beso suave y lento en su espalda desnuda y escuché como gimió cuando se arqueó y rápidamente sentí como sus vellos se erizaban al tacto de mis labios sobre su piel.

—¡Mi amor! —exclamó sobresaltado—. Buen día, princesa. Pensé que estabas dormida, después de lo cansina que fue tu noche, imaginé que dormirías más.

—Si dormí, cielo —repuse de inmediato para aliviar su preocupación—, pero después de este exquisito olor… ¿quién puede dormir? —agregué divertida y me alejé un poco para tomar una rebanada de pan tostado que se veía delicioso y calientito—. Y buenos días, amor.

Sonrió de forma dulce y me tomó por la cintura para después besar mis labios suave y pacientemente, segundos después posicioné mi cabeza en su pecho desnudo y su piel cálida me acogió gustosa. El ritmo de sus palpitaciones eran música a mi oído y él se distrajo acariciando mis cabellos y dejando besos intermitentes en mi cabeza. Me encantaban mis mañanas así, amada y consentida por ese hombre tan dulce y guapo que, además, era demasiado sexy.

Segundos después nos separamos un poco y me dirigí hacia la mesa que estaba en el centro de la cocina, mientras él siguió cocinando y revolviendo lo que tenía puesto en el fuego. Me senté en una de las sillas de madera y lo miré una vez más. Parecía un experto en la cocina, con una mano revolvía y con la otra sacaba y acomodaba rodajas de pan tostado en un plato, eso sin contar lo delicioso que olía todo.

—¿No era que no sabías cocinar? —inquirí divertida y con una ceja arqueada al ver lo bien que se manejaba en la cocina. Tomé un arándano del frutero de la mesa y lo lancé con suavidad, pero con tanta precisión que pegó en su pecho y recorrió su torso, pero antes de que terminara de caer, Alex hizo un movimiento rápido y lo tomó entre sus dedos para después metérselo a la boca y saborearlo al mismo tiempo que curvaba sus labios y una hermosa sonrisa se iba formando en ellos.

—Digamos que, cocino solo en ocasiones especiales… pero, por ti cocino, limpio, decoro, lavo, friego, barro, trapeo y para ti seré tu cocinero, tu chef privado, guardia de seguridad, plomero, electricista, carpintero, arquitecto, bombero y maestro; en fin, todo lo que necesites —respondió con dulzura.

—Gracias, por tanto. —Lo miré con fijeza y mi corazón vibró con fuerza al saber que efectivamente estaba frente al amor de mi vida—. Eres el mejor de todos, pero se te olvida el puesto más importante, principalmente necesito que sigas siendo tú, mi Alex, mi niño de los ojos bonitos.

Se acercó a paso lento y se posicionó detrás de mí, me rodeó con sus brazos y besó mi frente para luego hundir su mentón entre mi cabello y quedarse así por unos segundos antes de decir:

—Mi pequeña…

Suspiré y mi corazón latió de prisa cuando mi novio dejó de abrazarme y se arrodilló a mi lado, sus ojos brillaban con mucha emoción y yo solo pude sonreír, porque amaba verlo así, tan feliz como yo lo era también.

—Lo más importante siempre serán ustedes —susurró y tomó mi mano entre las suyas, la acarició con sus labios y al instante mis emociones se dispararon, aunque un segundo después mi corazón se aceleró a un ritmo desenfrenado cuando acotó con dulzura—: pero no solo quiero ser tu novio, también puedo ser tu esposo.

Abrí mi boca y mi garganta se secó, tuve que contener el grito de sorpresa que estaba por salir de mis labios. ¿Era lo que estaba pensando? ¿Acaso era una petición? ¿Qué era lo que quería decir realmente con esa frase?

El silencio nos envolvió con su palpitante incertidumbre y mis piernas comenzaron a perder fuerza, aunque mi corazón seguía agitado, mi cuerpo no reaccionaba ante la tensión del momento. Me sentía paralizada por la emoción, pero más por el desconcierto y el deseo de no hacer sufrir a Alex con mi respuesta, no quería lastimarlo, no quería herirlo. No lo merecía.

Bajé mi mirada por unos instantes y mi corazón se acongojó cuando por mi mente pasaron recuerdos de aquel día tan decepcionante y doloroso que hizo trizas mis sueños. Recordé de golpe todo el dolor y la depresión angustiante a la que me arrastró ese día.

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