Abandonada y Embarazada [#1 Trilogía Bebés] romance Capítulo 94

Dios nos había bendecido con una noche espectacular, el cielo parecía encantado, las estrellas tomaban su lugar llenando el lienzo de destellos que dejaban ver la magia y el poder de la inmensidad del firmamento. Las olas del mar eran tranquilas, la marea había bajado, el agua estaba tibia y nos envolvía con su sal. El viento era plácido y suave, nos deleitaba con su vaivén y las palmas se mecían bailando a su mismo ritmo. En aquel rincón de la ciudad y en aquella noche tan majestuosa, la playa nos acogía y nos daba un respiro de libertad, alegría y tranquilidad.

Suspiré y fue imposible no sonreír al ver lo bien que lo estaban pasando los demás, eché una mirada a mi alrededor y mi corazón sintió un atisbo de paz y sosiego porque me hacía feliz verlos felices.

Angie se divertía jugando con Matt en la arena, escribiendo palabras y adivinando la letra faltante, pero era más que obvia la atracción que sentían el uno por el otro. No dejaban de mirarse y aprovechaban la mínima situación para acortar distancias.

Mell y Javi estaban encantados cocinando mientras bailaban salsa y algunas veces reguetón, tomados de la mano contaban chistes y se reían.

Samantha y su novio estaban acostados en la arena admirando la noche, se habían alejado un poco de donde acampábamos, pero la mirada furtiva de Alex no faltaba cada diez minutos.

Con Samantha había llegado una tía de Alex, una señora muy alegre y divertida que le gustaba mucho el mar y apoyaba mi relación con su sobrino. Mi papá no dejaba de mirarla hasta que la señora se acercó y entablaron una conversación, divertida al parecer, porque mi papá no paraba de reír desde entonces.

Me sobresalté cuando sentí unas manos en mi cintura y mis pensamientos fueron interrumpidos. Me encontraba en el balcón del apartamento disfrutando de la noche y esperando que mi novio se pusiera su traje de baño. Un beso tierno acarició mi cuello y cerré los ojos para disfrutarlo.

—Estoy listo, princesa —susurró en mi oído y me giré con lentitud, pero al verlo las ansias por tener sus labios en mi cuello aumentaron. Su bañador se ajustaba tan perfecto a su cuerpo, su pecho iba cubierto por una camiseta blanca que enmarcaba sus músculos y lo hacía ver demasiado guapo, demasiado sexy, demasiado provocativo.

Me puse de puntillas para besar sus labios de una forma en a que solo él podía entender lo ansiosa que estaba por él. Nuestros besos subieron el calor de nuestros cuerpos y las respiraciones se mezclaron en un círculo de deseo y pasión. Sus besos por mi cuello, sus labios recorriendo mi piel, mis manos recorriendo su cuerpo y nuestros corazones agitados eran la muestra perfecta de lo deseosos que estábamos por sentir el placer de entregarnos el uno al otro y llegar al clímax de la satisfacción de la llama que se encendía con solo el roce de nuestras bocas.

—¿Crees que les hagamos falta? —preguntó en un tono demasiado sensual y se detuvo unos segundos mientras bajaba un poco mi blusa y se adueñaba de mi cuello.

Negué con la cabeza y lo miré en medio e la oscuridad de esa noche estrellada.

—Lo único que creo en este momento es en que quiero que me hagas tuya una vez más, por hoy y por siempre.

—Por siempre mía, por siempre tuyo —susurró con dulzura en mi oído.

******

Las horas pasaron y la fiesta estaba demasiado buena, la madrugada comenzó a caer y la marea empezó a subir. Habíamos aprovechado la marea baja para bañarnos en el agua tibia de la playa y hacer algunos juegos, pero ya hacía algo de frio y las olas comenzaban a ser más fuertes, de modo que, estábamos sentados formando un círculo jugando a preguntas y respuestas mientras la carne seguía asándose en la barbacoa.

—¿Cómo se llamó el quinto presidente de los Estados Unidos? —interrogó mi papá con seriedad, después que le tocara el turno de hacer la pregunta.

Nos miramos con el ceño fruncido y solo el sonido de las olas se escuchaba entre nosotros. Todos rompimos a carcajadas.

—No la sabemos —exclamamos al unísono.

—¡Ni yo tampoco! —exclamó mi papá y soltó una carcajada.

Reímos aún más, se me hacía que la tía de Alex tenía mucho que ver en la alegría inminente de mi papá, pero me gustaba verlo así, en el tiempo que estuvo con mi mamá siempre lo veía cohibido y avergonzado, pero ahora se veía tan libre, tan lleno de vida, tan alegre… tan él.

Suspiré y sonreí. Mi novio me rodeaba con sus brazos y dejaba besos intermitentes por mis hombros y mi cabeza.

Todos estábamos sentados en pareja, incluso mi papá y Anna, la tía de Alex.

La ronda de preguntas continuó y hasta ese momento, iba ganando Matt, porque además de ser panadero, también conocía de muchas otras cosas y llevaba la delantera en el juego de conocimiento.

De pronto, la música cesó para el cambio de canción y entonces algo raro sucedió.

Todos nos quedamos en silencio porque un sonido extraño se escuchaba en medio de la noche. Me atemoricé y Alex se levantó de inmediato, era un ruido incesante. Mi novio me tranquilizó y dio unos pasos al frente, quizás se trataba de algún animal porque se escuchaba como si comiera algo, quizás nos habíamos descuidado y nos habían llevado la carne de la barbacoa, porque Mell y Javi habían ido por más refrescos.

Alex se acercó a paso sigiloso y lento para no ahuyentar al animal y abrió con ambas manos un par de hojas de palmeras pequeñas que estaban detrás de nosotros, pero la sorpresa fue aún mayor cuando en lugar de un animal, encontramos la sonrisa sorprendida y apenada de mi mejor amiga.

—Holi —dijo en un susurro y mordió otro pedazo de coco que llevaba en su mano—, antojos, ya saben —agregó con las mejillas sonrosadas al notar que todos la mirábamos.

—¿Cómo lo conseguiste? —pregunté conteniendo la risa al entender que el sonido extraño era provocado por ella al masticar el coco.

Señaló hacia una palma gigante de cocos, ahí estaba Javi bajando con las piernas entrelazadas en el tallo de la planta. Al ver que lo mirábamos, nos saludó y sonrió nervioso.

—Sí, que las amamos —respondió Javi con una dulce sonrisa.

Mell le guiñó un ojo y le dio un beso en la mejilla, pero después me miró y adoptó una expresión decepcionada. Obviamente estábamos emocionadas y felices por el viaje a París que nos esperaba, pero también nos hubiera gustado ser vecinas y seguir compartiendo nuestra amistad así, siempre cerca.

La fiesta continuó y entre más alegrías porque con la noticia de que nos iríamos de viaje, todos comentábamos acerca de lo bonito que era Francia y su capital. Pasamos un rato más jugando y comiendo de la deliciosa carne asada que Javi y Mell habían preparado y como a las tres de la mañana decidimos irnos a dormir, todos se quedarían en nuestro apartamento porque ya era muy tarde para viajar.

Terminamos de instalar a todos en sus respectivas camas inflables que compramos días antes y cuando todos estaban cómodos decidimos que era hora de dormir, estábamos exhaustos.

—Ha sido una bonita noche —susurró Alex en mi oído, caminando detrás de mí hacia nuestra cama.

—Ha sido perfecta —repuse con una sonrisa—. Gracias por este maravilloso detalle, amor. Es un sueño.

—Tú cumpliste mi sueño.

—¿Cuál sueño? —interrogué desconcertada y me detuve para mirarlo mejor, sus ojos azules se posaron en los míos y una sonrisa de lado poco a poco se fue formando.

—Ir a las estrellas cada vez que me miras —susurró en mi oído y sus labios destilaron ternura pura.

Esbocé una sonrisa y ladeé mi cabeza un poco cuando pasó su mano por mi mejilla en un roce dulce y suave que me hizo estremecer.

—Amas mucho a Mell, ¿verdad princesa? —cuestionó en un murmullo suave y sonreí. Obviamente él sabía la respuesta, aunque si era lo que estaba pensando, siempre se lo agradecería.

Tomé una bocanada de aire para responder, pero fui interrumpida por un grito sorpresivo desde la habitación de al lado y pegué un pequeño brinco que fue acompañado por una risita de mi novio.

—Bella, ¿escuchaste eso? —clamó mi amiga y tocó la pared con sus nudillos—. ¡¡¡Seremos vecinas!!! —agregó en un alarido que quizás se escuchó hasta el otro edificio.

Abrí mi boca en señal de asombro y puse mi mejor expresión de sorpresa para no levantar sospechas de que lo sabíamos antes de tiempo. Mi novio asintió y solo pude abrazarlo con todas mis fuerzas. Él decía que yo había cumplido su sueño, pero lo que no sabía era que mi sueño era él.

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