Desde que Moana entró hasta que salió, no pasaron más de diez segundos. Alfredo observó su silueta alejarse y sus oscuros ojos comenzaron a llenarse de una sensación seria.
Extendió su mano para coger el acuerdo de divorcio sobre la mesa. En un lado, Moana ya había firmado, y el espacio restante estaba reservado para su firma.
El documento no era extenso, apenas llegaba una hoja y los términos estaban claramente especificados: no quería ni un centavo de su fortuna.
Después de leer el acuerdo de divorcio, Alfredo no pudo evitar reírse.
¿Ni un centavo?
¿De dónde sacó Moana tanta confianza?
¡Era bastante bueno!
Quería ver si realmente iba a divorciarse de él así de fácil.
La mirada del hombre se volvió sombrío, y sin más, rasgó el documento del acuerdo de divorcio.
Cuando Casandro entró y vio a Alfredo parado frente a la ventana panorámica, mordiendo un cigarrillo y emanando una apariencia gélida desde su traje negro, de repente, se sintió intimidado para dirigirse a él.
Pero la reunión era importante, así que Casandro, con dificultad, se atrevió a decir: "Sr. Báez, la reunión de las diez ya comenzó."
Al oír sus palabras, Alfredo, aún frente a la ventana, giró y sus oscuros ojos parecían cuevas de hielo, con un frío que calaba hasta los huesos con solo una mirada.
"Ya voy."
Él frunció ligeramente el ceño, apagó el cigarrillo intacto y lo lanzó al cesto de basura, antes de pasar junto a Casandro y salir directamente de la oficina.
El Sr. Báez estaba de muy mal humor ese día.
Casandro, pensando en la reunión que seguía, repentinamente sintió lástima por el orador de hoy.
Moana solo tardó seis o siete minutos, de principio a fin, habló con el corazón tranquilo, sin sentir la angustia y la lucha que había imaginado.
Al final, cuando la desilusión se llegaba a acumular, ya no quedaba esperanza.
Al salir de Tecnológica Luciérnaga, alzó la mirada hacia el cielo nublado, sintiendo una sensación amarga en su corazón, pero sin la opresión asfixiante de antes.
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