"Termino de arreglar unas cosas por aquí y me regreso a casa."
Del otro lado del teléfono, César también se atragantó con las palabras: "De acuerdo, tu madre y yo te estaremos esperando en casa."
"Vale."
Después de colgar, Moana se cubrió la cara con las manos.
¡No podía creer que a su edad todavía hiciera preocupar tanto a sus padres, y todo por Alfredo!
¡Se sentía muy incompetente como hija!
Gabriela cogió el teléfono, quedándose en silencio a un lado, esperando a que Moana desahogara su frustración.
Pasados cinco minutos, ella se calmó, cogió una servilleta para limpiarse las lágrimas y con voz ronca le preguntó: "¿Crees que podrías prestarme una de las cuentas de marketing de la empresa de tu primo?"
La famosa Producciones Azul, que manejaba el primo de Gabriela, Camilo Chávez, tenía varias cuentas para la promoción diaria de sus artistas.
Gabriela se sorprendió por un momento, pero rápidamente sacó su teléfono: "Espera, ahora mismo le pido a mi primo que nos ayude."
"Vale."
Moana asintió con la cabeza, mirando por la ventana hacia el edificio de Tecnológica Luciérnaga, esbozando una sonrisa irónica.
¿Cómo había podido pensar que podría ganarse el corazón de Alfredo?
Después de tres años, afortunadamente se había dado cuenta de ello: definitivamente no podía hacerlo, porque su corazón ya le pertenecía a otra persona.
Eso era bueno, al menos podía aceptar su derrota con el corazón tranquilo.
Pero no iba a dejar pasar de esa manera todas las injusticias y los malos momentos que había pasado por Alfredo.
Gabriela, después de hablar con Camilo, volvió a mirar a Moana, quien aún miraba hacia fuera del coche.
El cielo estaba oscuro, y su rostro parecía fusionarse con esa oscuridad exterior.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Adiós, Amor Tóxico! Hola, Herencia Millonaria