Sofía y Fernando se quedaron un rato más junto a la hoguera antes de regresar a su mesa, pero cuando volvieron, todos se habían ido. Aunque no le importó, así que se sentó. Después de haber bebido unas cuantas copas de vino con el estómago vacío y de haber comido unos cuantos kebabs, se le revolvía el estómago. Intentó bajarlo con un poco de jugo, pero no tuvo mucho efecto.
Fernando estaba sudando de tanto asar la carne, pero seguía sonriendo a Sofía.
-Revisé el pronóstico del clima para mañana. Dicen que no hará tanto calor, así que vamos a hacer una pequeña excursión. Planearé el itinerario. ¿Qué te parece?
Sofía se quedó mirando el asiento en el que estaba Leonardo antes.
—Ya veremos. —No estaba de humor para pensar en el evento del día siguiente.
Ahora no había ningún espectáculo en el escenario, pues todo el mundo estaba bailando alrededor de la hoguera, aunque era el momento más alegre de la noche.
Fernando miró en dirección a la hoguera.
-¿Por qué no vamos a divertirnos alrededor de la hoguera? Todos están bailando allí, y parece divertido.
Sofía miró a los bailarines con displicencia.
—Quiero descansar un poco. Creo que no me siento bien. «Sí, tengo náuseas».
Eso preocupó a Fernando.
-¿Qué sucede? ¿Qué te pasa?
El aroma de la carne a la parrilla llegaba desde lejos, pero a Sofía le daba asco ahora a pesar de lo bien que olía. Miró a Fernando.
-Me duele el estómago, ¿puedes ir a la recepción y traerme unas pastillas? -Todo el color que tenía al calentarse en la hoguera fue sustituido por una mirada cenicienta.
Fernando se levantó rápido.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Adiós, mi falso matrimonio