Sofía se despertó por el dolor de esa noche. Le ardía el estómago y sentía unas náuseas terribles. Aturdida, se levantó de la cama y se dirigió a tropezones al baño.
Se agarró el estómago durante todo el trayecto y no encendió las luces. Sofía rebuscó en su memoria hasta llegar al lavabo, y entonces vomitó. Por instinto, pensó que era bilis. El interruptor de la luz estaba justo al lado, así que lo encendió, pero lo que la recibió fue una escena de terror llena de sangre.
Cerró los ojos. No era la primera vez que ocurría, así que no se asustó. Sofía abrió el grifo para vaciar la sangre, y luego gorgoreó. Un momento después, volvió a su cama, todavía sintiéndose desanimada.
Tomó su teléfono de al lado de la almohada y miró la hora. La una de la madrugada. Sofía, sin explicárselo sintió ganas de reír.
«Si me muero aquí y ahora, tal vez nadie se enterará».
Todo el miedo, la ira y la tristeza brotaron, pero Sofía los superó. Se tumbó en la cama, pensando en aguantar hasta la mañana, pero diez minutos después, las náuseas volvieron a atacarla. Se dirigió rápido al baño y, tras otra ronda de vómitos, pensó que esto la mataría. Tropezando y tambaleándose, Sofía volvió rápido a su cama, pensando que debía llamar a Gerardo, ya que sólo él podría ayudarla.
El estómago se le revolvía mucho y le entraba un sudor frío. Con las manos temblorosas, abrió sus contactos y entrecerró los nombres. Después de encontrar el número de Gerardo, lo llamó. El teléfono empezó a sonar, así que lo colgó y se acurrucó con las manos en el estómago. Gerardo sólo tardó unos segundos en tomarlo, pero le pareció una eternidad.
—¿Hola? —Sonaba ronco.
Sofía respiró profundo.
—Gerardo, estoy... -Antes de que pudiera hablar, la ola de náuseas la inundó de nuevo, pero Sofía se contuvo—. Me siento incómoda, ¿puedes venir un momento? -Sonaba débil, ya que le costó todo lo que tenía para mantener la
compostura.
-¿Qué pasó? —preguntó Gerardo.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Adiós, mi falso matrimonio