Dolor, es eso lo que siente Enola por el rechazo de su destinado, desde que despertó tres días después de haberlo marcado, él simplemente se vuelve más bestia de lo que es y se niega a la conexión que forzosamente se afianza entre ambos.
Se le ha dificultado todo debido a la debilidad de su corazón y el de su loba, no ha podido patrullar con normalidad porque en cuanto ve a un salvaje pierde el control y los mata sin antes averiguar qué es lo que quieren.
Los trillizos han notado el estado de su madre y por primera vez ella no les cuenta nada de lo que está pasando, el más frustrado es Tahiel, ver a su madre sufrir de esa manera por el hombre que tienen en el calabozo y el cual no dejan verlo, lo enfurece mucho. Nadie debe hacer sufrir a su madre.
―Naran. ―La beta giró sobre sus talones al escuchar aquella voz tenebrosamente tierna.
―Mi futuro alfa. ―Hizo una reverencia, es así como le gusta que se refieran a él, con respeto.
―Si lo haces por molestarme, es mejor que no lo hagas. ―Naran carcajeó al verle el gesto contraído.
―Vale, no lo haré, pero debes aceptar que causa gracia. ¿Por qué eres tan estiradillo? ―Enarcó una ceja al tirarle de la trenza que cae por el costado izquierdo de su cara.
―No es divertido, me gusta que se reverencien ante a mí. ―Naran alzó las cejas, si la alfa lo escucha tendría castigo. ―Vale, no pongas esa mirada. ―Sonrió como casi nunca. ―Me gusta como me obedecen sin cuestionar, eso sí, es divertido. ―Naran negó, ese niño es muy pequeño para ser tan perverso.
―¿Dónde están tus hermanos? ―Lo miró con ojos entrecerrados.
―Están con madre, la hechicera la ayuda para que no sienta tanto dolor. ―Se volvió a poner serio. ―Necesito que me lleves con el cautivo, sé que mi madre sufre por su rechazo. ―Naran se tensó. ―No quiero una negativa, si yo no cuido de mi madre, mis hermanos y yo quedaremos solos. ―Le dio una mirada intimidante. ―Me llevas tú o voy yo solo. ―Naran gruñó para sus adentros, esos niños no hacen más que darle problemas y ponerlas en situaciones desagradables con su alfa.
―Si tu madre se da cuenta, te echaré toda la culpa a ti. ―Lo señaló. ―Sé que a ti no te arrancará la cabeza.
―No deberías hablarle de esa manera a un niño de cinco años. ―La miró con el ceño demasiado fruncido, aquel gesto le provocó risa a Naran, pero la contuvo.
―Esa es la edad que tiene de haber llegado al mundo, tú pareces más adulto que yo. ―Inició a caminar. ―No te acercarás a la celda, solo mirarás a esa bestia y de una distancia prudente. ¿Estamos claros? ―Tahiel no respondió nada, por supuesto que tendrá una extensa charla con ese tipo que está haciendo sufrir a su madre.
Tanok se sentó al sentir aquel olor, fue el mismo que percibió el día del ataque y el cual parece que estaba acostumbrado, pero, sin embargo, no había olido nunca en su vida. Acercándose a los barrotes, miró en espera de que apareciera el dueño de ese aroma.
―Dame privacidad. ―Le pidió mirándola. ―Por favor, solo quiero hablar con él, no me fuerces a usar mis poderes.
—Eres un niño muy malcriado. ―Protestó molesta. ―Tu madre no les permite usar los poderes. ―Se negó.
―¿Irás de chivata? ―Le sonrió con picardía. ―Vamos, tú eres la única que me entiendes. ―La miró con ojos de cachorritos. ―¿Me negarás la ayuda para que mi madre mejore?
―¡Por Dios, qué niño más adorable! ―Naran tiró de él y tras abrazarlo inició a besarlo, Tahiel resistió lo más que pudo, odia que lo toquen, pero si ese es su precio a pagar para hablar con aquel hombre, lo pagará.
―Ya, está bien. ―La separó de él al darse cuenta de que no lo soltaría. ―No deberías de ser tan cobarde, eres grande e intimidante. ―Soltó al estar frente a Tanok quien no cabía de la incredulidad, su estupefacción lo paralizó por completo. ¿Por qué ese niño se parece a Ikal cuando tenía su edad? ¿Por qué siquiera parece una versión más pequeña de él mismo? ―Tu cobardía está haciendo sufrir a mi madre y nadie puede hacerla sufrir. ―Lo miró a los ojos así obligando a Tanok a sentirse peor.
―Tú… tú… ―Tanok por primera vez en su vida no pudo decir lo que pensaba, los sentimientos en su interior son demasiado explosivos, intensos y confusos como para poder coordinar bien su cerebro.
―Soy el hijo mayor de la alfa, de tu destinada y de la misma que ha estado sufriendo por dos largas semanas gracias a tu incapacidad de aceptar tu naturaleza. ―¿Cómo es que podía ser tan intimidante? ¿Cómo un niño puede hablarle de manera tan directa? ¿Por qué tiene el mismo color de sus ojos? Tanok no podía hacer más que preguntarse mil cosas a la vez sin poder contestarse ni una sola.
―¿Cómo es que se parecen tanto?
―No lo sé, creo que el pasado de mi madre la alcanzó. ―Naran estuvo en total acuerdo con el pequeño perverso. Que ese hombre sea el destinado de su alfa y que ella lo haya marcado aun cuando se negaba a una relación con cualquiera sería una explicación lógica, pero ¿Por qué se separaron en primer lugar? ¿Por qué un lazo tan fuerte se rompería? ¿Por qué no se sintieron uno al otro antes de la batalla? ―Deja de hacerte tantas preguntas. ―La detuvo Tahiel con dolor de cabeza por escuchar sus enloquecidos pensamientos. ―No podremos responder a nada, no puedo meterme a su cabeza y sé que mi madre no nos dirá nada por lo pronto.
―¿Qué te han dicho de meterte en la cabeza de los demás? ―Lo miró molesta. ―Es mejor que vayamos con la alfa, ella sabrá si perdonar la osadía de este hombre por rechazarla. ―Tanok se sentía como un niño pequeño, está tan absorto en sus pensamientos tratando de atar cabos que los siguió sin rechistar.
Él jamás había visto a esa mujer y ninguno de los guerreros la reconoció, ella tiene un hijo idéntico a él, es su destinada y lo marcó sin importarle nada. ¿Pueden las cosas ser más confusas? Se preguntó gruñendo.
Kato se apresuró a sostenerla para ayudarla a caminar, le dejó en claro que no podía ser ella la primera en marcarlo, siempre sufre más el que marca al otro y ella no le hizo caso, simplemente se dejó llevar.
―Tranquila, despacio. ―Hizo la función de bastón. ―¿Cómo fuiste tan insensata en marcarlo?
―Es mi alfa. ―Susurró con una sonrisa en sus labios. ―¿Cómo no hacerlo? Solo me bastó ver esos ojos brillantes para convencerme.
―¡Cuidado! ―La sostuvo para que no callera.
Tanok detuvo sus pasos al ver a quién se supone que es su pareja en brazos de otro hombre, pero nada se comparó al saber quién es. Con la furia, dominándolo por completo, se aferró a su camisa y tiró de él para separarlo de Enola.
―No la toques, Kato, hijo de perr4.
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