Felicidad, esa es la palabra con la que Enola describiría la última semana, sus hijos han traído de vuelta las risas y la diversión, ella finalmente piensa en algo más que su salud y está dispuesta a seguir luchando hasta el final para encontrar a la única mujer que le puede explicar lo que le está pasando.
Tanok es el hombre más feliz sobre la faz de la tierra, que su mujer sonría todo el tiempo, es un sentimiento que no puede explicar, tener a sus hijos ahí es refrescante para su alma. Las cosas parecen que finalmente se pondrán bien, no sabe por qué lo piensa, pero algo en él lo dice.
―Los chicos de la otra calle vendrán hoy. ―Tahiel miró a su hermano. ―No debiste enfrentarte a ellos, ¿Qué haremos si mamá se da cuenta? ―Aluhe no le prestó atención, ya está aburrido de tanta palabrería.
―¿Puedes relajarte? ―No lo miró. ―Ellos quisieron pelear por su territorio y yo les demostré que tomo todo lo que quiero. ―Se encogió de hombros. ―No es mi culpa que ellos estuvieran tan confiados en que me ganarían, ahora soy su rey y pueden hacer lo que quieran, no voy a ceder.
―Si ambos siguen discutiendo así, mamá los va a escuchar. ―Huilén los regañó. ―Rueguen que papá no se dé cuenta de lo que hicieron. ―Tahiel miró a su madre, han estado hablando lo suficientemente fuerte y ella parece no escucharlo.
―Madre. ―Dijo en voz normal, en ese tono cualquier lobo escucharía, pero su madre ni siquiera se movió. ―¿Madre? ―Dijo más alto, pero sin alzar la voz lo suficiente. ―¡Madre! ―Gritó esta vez.
―¿Qué sucede, cariño? ―Enola miró a sus tesoros con una sonrisa.
―Nada, solo quería ver tus ojos. ―Le sonrió haciendo sentir demasiado bien a su madre. ―Te amo, lo sabes, ¿Verdad? ―Enola miró a sus bebés con un puchero.
―Por supuesto que lo sé, amor… yo también los amo a ustedes con mi vida. ―Los niños sonrieron complacidos.
―Ya no nos escucha, su olfato tampoco funciona y no la he visto convertirse para soportar un poco más el dolor. ―Tahiel inició a maquinar. ―Algo muy malo está pasando con mamá, creo que las cosas no son como ella lo demuestra, ha de estar peor.
―Si eso es verdad, jamás se los perdonaré, tenemos derecho a saber toda la verdad, es nuestra madre. ―Frunció el ceño Aluhe. —¿Por qué no buscamos nosotros mismos a esa bruja? Ya sabemos dominar mucho más nuestros poderes y no hacemos más que quedarnos de brazos cruzados.
―No podemos darles más problemas. ―Huilén los miró con seriedad. ―Si ellos nos están ocultando las cosas, es por algo, no podemos meternos todo el tiempo en temas de los adultos.
―Mamá nos crio asistiendo a las reuniones del consejo, nos entrenó junto a otros soldados y nos dijo las cosas siempre de frente. ―Tahiel miró a su hermana. ―Quien nos subestima y nos mira como unos simples niños es nuestro padre…
―Y eso está bien. ―Refutó Huilén. ―Porque esos somos, Tahiel, niños que no podemos con todo como lo creemos, ¿Piensas que si necesitaran de nuestra ayuda ya no la hubieran pedido? ―Los miró a ambos. ―Siempre han pedido nuestra ayuda cuando es necesario, dejemos que papá resuelva esto. ―Los chicos resoplaron, por supuesto no deseaban quedarse sin hacer nada, pero su hermana tenía razón.
―Bien, vayamos con Valentina, no quiero que se sienta excluida. ―Los tres salieron de la casa directo a la piscina, es el lugar favorito de Vale.
Tanok entró a la casa al ver salir a los niños y una sonrisa se le dibujó en el rostro al ver a su mujer leyendo ese libro que la mantiene despierta más de lo que debería. Hasta un poco celoso se siente por la tanta atención que les da a esas páginas y no a él.
―¿Pasa algo? ―Enola alzó las cejas, la mira con mucha atención.
―Nada. ―Tanok siguió caminando. ―Solo estaba apreciando lo afortunado que soy por tenerte como esposa. ―Besó su frente. ―¿No quieres salir a la piscina? ―Se arrodilló frente a ella. ―Vamos, el sol es estupendo y te hará bien compartir con otra mujer, Kioni está aquí. ―Enola se puso seria, hay algo de esa mujer que no le termina de convencer.
―¿Sabes? Hay algo con ella que no me deja quieta… ―Se puso pensativa. ―Es hermosa, sé que tiene buen corazón, pero esa mirada tiene muchas cosas. ―Miró a su hombre a los ojos. ―Si algo tenemos los Dioses es que podemos descifrar todo lo que una persona es y siente con solo mirarla a los ojos y por mucho que yo he vivido, no había visto jamás algo así. ―Tanok frunció el ceño.
―¿Algún secreto? ¿Quizás sufre por algo? ―Enola asintió.
―Un poco de todo, amor. ―Acarició la mejilla de su esposo y en un arranque tiró de él e inició a besar la cicatriz de su cara. ―Te amo tantísimo que respirar tu olor me da más vida. ―Por último, besó sus labios. ―Vamos, llévame con los demás, quiero ver a mis bebés divirtiéndose. ―Tanok tomó a su mujer en brazos, no sin antes quitarle el libro y colocarlo sobre la mesa de centro.
―¡Eso, llegó la que faltaba! ―Andrés se emocionó al ver a Enola, es la mujer más fuerte que conoce después de su amada, ambas son unas guerreras. ―¿Lista para la diversión? ―Le sirvió un poco de zumo de naranja.
―Por supuesto que sí. ―Le guiñó. ―Hola, Kioni, ¿Cómo estás? ―La mujer posó sus enormes ojos verdes en Enola y sonrió.
―Muy bien, gracias por compartir con todos. ―Enola agrandó un poco más la sonrisa.
―¿Cómo perderme eso? Señaló a los niños jugando en la piscina. ―Eso me llena de vida, es la mejor medicina. ―Kioni la miró un poco más y después desvió la mirada a los niños.
―Los amas muchísimo, ¿Cierto? ―Preguntó curiosa.
―Por supuesto, no hay nada más valioso en mi vida que mis hijos. ―La miró. ―Los hijos son una parte esencial de los buenos padres, cualquiera puede tener hijos, pero no todos son padres. ―Ladeó la sonrisa. ―Cuando una personita salga de tu cuerpo o sea puesto entre tus brazos y mires por primera vez sus hermosos ojos, sabrás que ya tu mundo no depende de ti y que tu vida es totalmente insignificante comparada a la del bebé. ―Kioni miró a los niños y una sonrisa triste se dibujó en sus labios, los hombres no se dieron cuenta de eso, pero Enola pudo notarlo a la perfección. ―¿No piensas tener hijos? ―Aprovechó que los hombres se apartaron para beber. ―Quizás lo que tengas con Andrés es meramente diversión, pero es un padre excepcional, creo que lo has podido ver esta última semana.
―No puedo tener hijos. ―Soltó como si no le importara. ―Pero puedo imaginarme lo que sientes, he tenido amigas y familiares que han tenido bebés y realmente su mundo cambia. ―Enola sonrió.
―Bueno, es culpa de tu muchacho, ¿Por qué retar a alguien y después no aguantar? Mi hijo hizo lo que cualquier hombre haría, defender su honor y probar que es más fuerte. ―El hombre gruñó.
―Enséñales a tus muchachos que no todo el tiempo pueden ganar. ―Le aconsejó.
―Lo que yo le enseño a mis hijos es a tomar lo que quieren y nunca huir de una pelea. ―Se encogió de hombros. ―Tus muchachos querían probar y lo hicieron, ¿Por qué vienes a quejarte ahora conmigo? ¿Demasiado doloroso que unos niños más pequeños le ganaran en su propio territorio? ―Ladeó la sonrisa. ―No te preocupes hombre, el territorio es tuyo, únicamente que mis hijos son los que tienen el respeto. ―Se miraron a los ojos, sabiendo que no podían dejar sus identidades al descubierto.
Las chicas llegaron para ponerle fin a la disputa y todo quedó en palabras, Tanok se enteró de que había otros lobos cerca y eso le preocupó, cuando hay lobos en el mundo de los humanos suelen ser muy territoriales y eso significa guerra.
―Dioses. ―Enola intentó respirar, pero la tos no le daba tregua. ―No pue… puedo respirar. ―Miró a su esposo asustada, la tos no le permite llevar aire a sus pulmones.
―Nena. ―Tanok la ayudó a sentarse. ―Tranquila, debes respirar. ―Enola se llevó la mano al pecho, el dolor se ha intensificado y no puede conciliar el aire. ―Carajos, ¡Tahiel, ven aquí! ―Gritó tomando a su mujer en brazos para sacarla de la habitación y llevarla a la sala.
―¿Padre? ―El niño llegó rápidamente. ―¿Qué le pasa a mamá? ―Se preocupó al verla escupir sangre como si fuera agua.
―Quiero que intentes sanar a tu madre, ¡Hazlo! ―Ordenó en un grito de desesperación.
―¿Mamá? ―Aluhe y Huilén se le unieron a su hermano. ―¿Qué sucede? ¿Por qué mamá sufre de esa manera? ―Huilén inició a ponerse nerviosa.
―Deben curar a su madre hasta que Jessica llegue. ―Tanok movió a su mujer al escucharla quedarse tranquila. ―Cachorrita, debes despertar nena, vamos, abre los ojos.
―¿Está muerta? ―Valentina se llevó las manos a la boca.
―No… no… no… ―Huilén desapareció y tras de ella Aluhe.
—¡Niños! —Gritó Tanok al ver a sus hijos desaparecer ante la presencia de Valentina y Andrés, pero no era momento para preocuparse por eso, su esposa ya no se movía.
―¿Madre? ―Tahiel se quedó petrificado al dejar de escuchar su corazón.
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