Amante peligroso romance Capítulo 172

Ah... Ya se acordó, ¿cómo podía no dolerle?

Si no dolía, ¿por qué había invertido más de la mitad de su vida?

Si no dolía, ¿qué tonta se tomaría la mitad de su vida para apostar por esa victoria o derrota?

¿Y la recompensa era que finalmente se dio la vuelta para echarle un vistazo?

Se tomó tres años obligándose a aprender la indiferencia y la insensibilidad de esa persona, obligándose a reconocer la realidad. Ya lo recordaba, ya se había acordado de eso... Era realmente cruel que no le permitiera ni tener la oportunidad de ser una cobarde.

Intentaba desesperadamente convencerse a sí misma de que ya no le importaba y ya no le amaba. Para así poder escapar de ese extraño círculo a partir de ese momento. Al final, se tragó eso de que ya no le importaba y ya no amaba, pero aun así no se escapó de esa prisión.

Resultó que todavía le importaba.

Resultó que todavía sentía dolor.

Resultó que la sensación de estar enamorado de una persona siempre sería inolvidable en su interior.

Levantó la cabeza y miró al techo, en ese momento solo anhelaba las típicas escenas de ser atropellada por un coche y perder la memoria como en las novelas, porque solo así se olvidaría de todo.

Sería genial si pudiera olvidarlo de verdad.

Bajo las miradas de un grupo de personas en esa habitación, esa mujer parecía un poco diferente, dando una sensación de tristeza a la gente.

La estilista estaba a punto de hablar para seguir burlándose, -De verdad...- La mujer lentamente recogió la ropa, y el sonido áspero de la orden sonó con indiferencia, pero determinado.

-Salid.-

La estilista se sintió humillada sin motivo, -Señorita Denis, ¿te consideras la dueña de esta casa? ¿Qué derecho tienes para darnos órdenes?-

-Salid.-

Todos pensaron que la mujer quedaría en vergüenza y se pondría tan pálida de humillación y burla por la estilista como antes, ¡pero no esperaban que la mujer cogiera las tijeras de la mesa y empezaría a cortar el vestido!

-¡Qué estás haciendo!- gritó ansiosa la estilista.

Nadie notó las manos temblorosas de la mujer, y nadie notó que la mujer estaba tratando de contener que ese cuerpo temblara incontrolablemente.

La mirada de Denis era de burla hacia sí misma, luego echó un vistazo con desprecio hacia sus manos que sostenían las tijeras y el vestido, era desprecio hacia sí misma... Sabía muy bien que sin importar la decisión que tomara, sin importar el dolor y la tristeza que sentía en su interior, ese cuerpo solo aprendió de esos tres años algo que nunca olvidará: “temer”.

Por muy recta que ponía su espalda, ese cuerpo se había grabado la palabra “humilde” en esos tres años. Cuando se encontraba con algo que temía, por condicionamiento su cuerpo empezaba temblar y temer.

Respiró hondo y susurró con voz áspera, -Largaros si aún queréis este trabajo.-

-Tú-

-Dile también a Patricio que deje de jugar con sus trucos.-

-¡No sé de qué estás hablando!- La estilista palideció, todavía defendiéndose.

-A Joaquín no le gusta el blanco, sino el rosa.- dijo Denis a la ligera con su voz desagradable.

-¿Eh?- Como Denis dijo una frase sin sentido, la estilista no entendió al principio, pero después de unos segundos, de repente lo comprendió.

Quizás porque no tenía la razón, o quizás porque esa mujer no era tan fácil de intimidar como pensaba. Los débiles eran fáciles de intimidar, pero ahora mismo esa mujer había descubierto su punto débil, por eso el delicado rostro de la estilista se puso pálido, por eso no se atrevió a decir nada más.

-Vamos.- Después de un rato, gritó malhumorado la estilista.

Denis se dio la vuelta y sacó un vestido negro del armario. Se puso el abrigo, se puso los tacones altos, se dio la vuelta y salió del dormitorio.

Se empezaron a escuchar los sonidos de los tacones.

Un paso, dos pasos, tres pasos...

Un paso... ¿Por qué estaba sobria? ¿Por qué no la dejaban sentirse confundida y pensar que ya no le importaba y ya no lo amaba?

Dos pasos... ¿Era amor u odio? ¿O amor y odio?

Tres pasos... A partir de entonces, ¿qué debería hacer? ¿Escapar o quedarse? ¡Qué querían que eligiera! Todavía le importaba, pero para ella era lo más difícil del mundo aceptar que le importara.

No era que no amase, solo era que el amor le había sido demasiado duro y doloroso, y por lo tanto preferiría hipnotizarse constantemente en cada momento de cada día que ya no le importaba.

¿Por qué tenía que haber visto a esa maldita estilista hoy?

¿Por qué esa maldita estilista tenía que ser tan mala de decirle tantas cosas?

¿Por qué esa maldita angustia era tan inolvidable?

“Joaquín, ¿cómo puedo enfrentarme a ti?

Me importas, pero ya no puedo aceptar que me importas”. Ella pensó.

¡Lo odiaba!

¡Odiaba a él, y odiaba aún más a sí misma!

Solo se siente extremadamente humilde por esa humilde obsesión por amar a alguien. ¡Lo que era más aterrador era que no podía rechazar esa humildad! “Denis, ¿por qué no te mueres?”. Cerró los ojos y finalmente se paró en lo alto de las escaleras.

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