Amante peligroso romance Capítulo 325

Si no fuera una persona cuidadosa, no podría darse cuenta de que, aparte de la fuerte ira, había tristeza y desesperación en las palabras del hombre.

Sí, ¡desesperación!

Los delgados labios del hombre mostraron lentamente una pequeña sonrisa,

-Antes huiste hasta el Mar Fresco. ¿Y a dónde vas a escaparte ahora?-

Los labios de la mujer se volvían cada vez más blancos y seguían temblando.

-Shhhh…- el hombre puso su dedo sobre sus labios que estaban temblando, y se rio, -Hace tres años, usaste todas las ideas para escaparte hasta el Mar Fresco. Y ahora… ¿Quieres escaparte otra vez usando la muerte? ¿Quieres utilizar la muerte para escaparte de mí?-

La mujer no habló pero empezó a sudar por la frente.

El hombre sonrió fríamente,

-Denis, te estoy preguntando… ¿Hacia dónde quieres escaparte esta vez? ¡Respóndeme!-

Ella no le quería ver, y no se atrevía a ver esos ojos tan rojos.

Su barbilla fue agarrada fuertemente, -¡Te estoy preguntando! Mírame, respóndeme, ¿a dónde quieres ir?-

Él la miró, a la mujer que tenía a mano, y los dos estaban tan cerca pero él no sentía nada aparte de la frialdad.

Cerró los ojos y los abrió de nuevo, -¡Denis! ¡Eres increíble!-

¡Incluso moriría para poder escaparte de él!

“¡Eres increíble!”

-Te lo digo yo, ¡si te digo que vivas, vives, si te digo que mueras, mueres! aún sigues teniendo mi apellido, ¿crees que podrías estar mejor si te mueres? Aunque estuvieras en el infierno o en el paraíso, si yo no me rindo, no te podrás escapar ni morirte.-

¡La cara de la mujer se quedó pálida totalmente!

El hombre de repente se agachó y la cogió, -¡Ven conmigo!-

-¡No quiero!-

-¡Eso no depende de ti!- el hombre sonrió fríamente, cogió a la mujer y se fue.

La enfermera reaccionó y le paró, -Señor, no puedes…-

Los guardaespaldas la pararon cuando ella ni siquiera había terminado la frase.

Denis acababa de enterarse de que Andrés ya había regresado.

Ella vio la determinación que tenía el hombre, y desapareció su última esperanza, -¡Joaquín! ¡Suéltame!-

Su voz era grave y parecía cansada.

-Claro…- la respondió como una burla, al hombre le dolía mucho el corazón, y estaba desesperado.

¡Y se volvió en un loco después de la desesperación!

El coche corrió por la carretera, y Andrés se encargó de conducir. En el espacio lúgubre, la mujer estaba en el asiento de detrás, y el pequeño cuerpo estaba temblando ligeramente.

Un abrazo la abrazaba fuertemente, y ella no podía moverse.

En lugar de un abrazo, era más dejarla quieta sin poder moverse libremente, y el hombre que la estaba atrapando estaba muy enfadado.

Andrés estaba sudando, pero tenía miedo y hasta no atrevía a limpiar el sudor.

Las dos personas que estaba llevando en ese momento podrían llegar a tener una gran discusión.

Había un ambiente tenso alrededor del hombre.

Andrés empezó a envidiar a los demás.

Por lo menos, no tenían que quedarse con el hombre que se parecía a un león que estaba volviéndose loco.

El coche giró hacia el carril de la izquierda en un semáforo, y de repente, sonó una voz fría desde el asiento de detrás,

-¿Te había dicho que vamos a volver a la mansión García?-

Andrés se asustó, -Jefe, entonces, ¿a dónde?-

-A casa.- dijo el hombre fríamente.

Menos mal que Andrés era listo, no preguntó nada más, dio la vuelta al coche y cambió por completo la dirección del coche.

La mujer no dijo nada en todo el camino, ya que no tenía ni idea de qué decir excepto el silencio.

No sabía ni qué le iba a hacer.

El coche llegó al apartamento donde habían vivido los dos juntos.

La mujer había sido agarrada fuertemente por un brazo durante todo el camino, la puerta se abrió en el garaje, había sido arrastrada casi hasta fuera del coche por el brazo ese.

En ese momento aún estaba Andrés, por eso ella estaba aguantándose durante todo el camino, no hablaba porque quería mantener su ridículo orgullo y no quería rendirse.

Denis no se atrevía a pensar qué era lo que quería hacer este hombre.

Subieron hasta la planta donde vivían desde el ascensor.

-Se me han olvidado las llaves.-

Ella se resistió instintivamente, la puerta que estaba delante suya era familiar para ella, pero no quería entrar.

El hombre no le hizo caso y sacó las llaves.

Ella abrió grandemente los ojos, la puerta se abrió con sus llaves, ella ya no se podía aguantar más, empezó a temblar pero no por miedo sino por ira.

-¿Cómo puedes tener las llaves?-

Ella preguntó con una voz baja y ronca.

-Esta es mi casa, ¿por qué no puedo tener las llaves de aquí?- habló con un tono burlón y claro, y la miró con cínico. La mujer se enfadó cada vez más.

Él estaba controlando su furia.

-La situación de Valentín es muy complicada.- ella no tenía nada más que decir, ya que le conocía demasiado bien a ese hombre.

-Entonces, ¿te sacrificarás por él?- el hombre seguía con su fría risa.

-Solo quería donar la médula ósea, no quería morir.-

-A los demás no les pasaría nada pero a ti… ¡Denis! ¿Te atreves a prometerme que no te pasaría nada? Sabes que si te sucediera algo, yo podría…- preguntó enfadado y se paró de repente.

Solo que estaba apretando el puño con tanta fuerza que hasta salía un sonido.

Estaba respirando rápidamente, ¡a ella no le importaba nada! ¡Nada! ¡Ni siquiera él!

Había mucho dolor en sus ojos pero el hombre cerró los ojos, no la quería dejar ver cómo estaba.

En lugar de ira, era más desesperación.

Ella ya no se preocupaba por él.

No le importaba de verdad.

Aunque ella supiera cómo estaba su salud, aunque supiera la crisis que la iba a pasar, seguía escondiendo a él.

-Él es mi hermano.-

Joaquín se burló, ¿su hermano?

Un hombre así, ¿cómo podría ser su hermano?

Un hombre así, ¡no tenía derecho a ponerla en riesgo!

-Denis, dime que me quieres.- la ordenó, él se lo dijo a sí mismo, si ella lo dijera, se lo creía, y olvidaría lo que había pasado hoy.

¡Mientras ella lo dijera!

Pero esa mujer mala no había querido hablar ninguna palabra.

El tiempo estaba pasando. Él la estaba esperando, y se dijo a sí mismo que podía esperarla.

Mientras fuera ella, él podría pasarse el resto de su vida esperándola, mientras dijera eso.

-Dime que me quieres, dilo.-

Cuando él se ponía cada vez más duro, ella se quedaba cada vez más silenciosa.

De esa manera…

El corazón del hombre le dolía como si se le estuviera quemando, parecía que había perdido algo importante.

Algo que era más importante que su vida.

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