Capítulo 39: Convertirte en una perra por dinero
Al día siguiente, me desperté por el aroma de sopa de arroz.
A decir verdad, no había comido nada en casi 24 horas y mi garganta estaba reseca y sedienta.
Miré a mi alrededor y era obvio que era una casa de un hombre solo.
Ya había adivinado dónde estaba.
Intenté levantarme, pero justo cuando lo hice, ¡casi me desmayaba!
Volví a caer en la cama.
Justo en ese momento, la puerta de mi habitación se abrió y Yonatán estaba de pie en la puerta, sosteniendo un pequeño plato con un tazón de sopa de arroz, y un plato de tapas.
Cuando me vio levantarme, puso inmediatamente las cosas que tenía en la mano sobre la mesilla de noche y me levantó con una mano, - ¿A dónde quieres ir cuando tienes fiebre tan grave? -
Con eso, me inmovilizó de nuevo en la cama y me entregó la sopa.
Intenté cogerlo, pero me detuvo, -El cuenco está caliente, te lo guardo -
Me dio un poco de vergüenza y quise terminar la sopa a toda prisa.
Pero la sopa estaba caliente, y me las pasé soplando durante medio día hasta que apenas pude tomar un sorbo.
Yonatán me observó beber la papilla, con los ojos llenos de tensión, - ¿Cómo fue? ¿Qué sabor tiene? -
-Sí, es bueno -
Asentí con la cabeza.
Esta sopa tenía dátiles rojos, por lo que tenía un toque de dulzura.
Mi cumplido hizo que Yonatán respirara aliviado, -Eso está bien, yo solía cocinar para mí, es la primera vez que lo hago para otra persona, temía que no estuvieras acostumbrado -
Aceptar la amabilidad de Yonatán para mí hizo que mi corazón se sintiera muy culpable.
Después de todo, ayer casi le hacía perder un gran pedido.
Mientras me tomaba la sopa, sin saber qué decir, oí a Yonatán decir -Nos hemos retirado de ese proyecto, así que no tienes que preocuparte y puedes volver a trabajar sin preocupaciones -
Sus palabras me dejaron atónito - ¿Qué quieres decir? -
Lo miré, y la determinación de su mirada envió una oleada de calor a mi corazón, más caliente que esta sopa de arroz.
Sin embargo, este día, Yonatán se quedó para cuidarme.
Pero su teléfono no se detuvo, una llamada de mensaje de texto tras otra.
Pero Yonatán nunca me molestaba.
Me preocupó un poco si este incumplimiento de contrato había causado muchos problemas a Yonatán.
Esa noche, Yonatán me retuvo una noche más.
Al día siguiente, ya estaba mucho mejor, así que seguí a Yonatán a la empresa.
Cuando le seguí al vestíbulo de la empresa, el recepcionista vino corriendo, -Señor Vergara, el Señor Hector llegó temprano por la mañana... -
Giré la cabeza y miré a través de la pared de cristal de la sala de reuniones justo a tiempo vi a Hector, con un vestido con un traje oscuro, estaba levantándose del sofá y salió directamente de la sala de reuniones.
Cuando me vio de pie junto a Yonatán, sus ojos oscuros se mostraron despectivos y hablaba sin sonido -Julieta, con un año y medio de prisión, aún no has cambiado tu problema, convertirte en una perra por dinero–
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