Amor desgarrado romance Capítulo 60

La persona que estaba detrás de mí no era otra que el tío de Hector, el que vi en la casa de la familia Navarro.

Cuando el portero lo vio, se puso inmediatamente de pie y dijo con respeto, -Navarro, conoce a esta señora. Lo siento mucho-.

Luego, el portero me pidió disculpa.

El tío de Hector se me acercó y me tendió la mano, -¿Te llevo una bolsa?

-No hace falta-

¿Cómo me atrevía a molestarlo?

Pero él aún tomó la iniciativa de llevarme una bolsa, y luego me preguntó el número del edificio.

Luego me llevó hasta el edificio.

-Gracias, ya llegué, puedes volver-

Dije cortés y traté de recoger la bolsa.

No esperaba que él dijera, -Yo también vivo en este edificio.

Solo había seis o siete edificios en total, así que no era algo extraño vivir en un edificio.

Entramos juntos en el ascensor. Había 36 plantas y le vi pulsar el botón 32.

Cuando el ascensor llegó al piso 32, me paré en la puerta de mi casa, tomé mi equipaje y le agradecí, -Muchas gracias por llevarme, atiéndeme por favor ya que viviremos en un barrio.

Aunque sólo tuviera unos diez años más que yo, al fin y al cabo era el tío de Hector.

Dada la relación entre Hector y yo, él era mayor que yo en cualquier sentido.

Pero cuando el hombre me vio que le trataba de usted, sonrió, -Me llamo Martín Andreu, puedes llamarme Martín.

-No, eres tío de Hector - sacudí la cabeza.

Martín me miró y sacudió la cabeza, -La relación entre tú y Hector, aunque los demás no la saben, pero yo la conozco bien, así que llámame así, para que no tengas que cambiarlo después.

En lugar de sentirme avergonzada cuando lo desveló de esa manera, me sentí un poco más relajada.

-Bien, ji- He elegido un título.

Martín asintió.

Esperaba que se dirigiera a la entrada del ascensor, pero no esperaba que se diera la vuelta y pulsara la cerradura electrónica del que está al lado del mío…

El rojo de la puerta se volvió entonces verde.

Me quedé boquiabierta.

Martín me miró así, sonrió, -A partir de ahora somos vecinos, no dudes en llamarme.

Al decir eso, cerró la puerta y entró.

Había un total de tres inquilinos en este piso, y por el plano de la puerta, pude saber que el espacio del hogar que estaba enfrente de mí y el mío debía ser más pequeño.

Y la habitación de Martín era muy grande.

Entró él, mientras que no me quedé mucho en la puerta.

En cuanto entré en la casa, me atrajeron los grandes ventanales del suelo al techo que había frente a mí, y fuera de los ventanales se podía ver el río, y el paisaje de la Ciudad Yiela de lejos.

Ya había todos los muebles de la casa.

Arreglé mis cosas y, planeé salir a recuperar mi ordenador.

Era un día raro de descanso, así que naturalmente haría todo lo que debía hacer.

Justo cuando salí, mi teléfono sonó. Era la llamada de Hector.

Como estaba la criada en la casa, le informaría sin duda en cuanto me fuera.

-¿Dónde has estado? -

Cuando el teléfono se descolgó, estas palabras frías salieron al otro lado.

-La abuela ya sabe de nuestro asunto. Me dijo que la familia Sandoval no era tan buena como la tuya, pero tampoco necesito considerarte. No quise buscar una excusa y le transmití directamente las palabras de Candela.

-¿Y qué? Julieta, será mejor que vuelvas conmigo antes de que vaya a buscarte-.

La voz de Hector por allí ya se oyó un poco infeliz.

-Navarro, usted nunca volviste, estaría sola de todos modos, por eso, ¿no es lo mismo donde yo estoy? -

Todo mi cuerpo se tensó y dije, -Jefe-

-¡Cállate! -

Antes de que las palabras salieran, Hector abrió la boca y me dio una ligera mordida en mi clavícula.

En lugar de sentir dolor, era un pequeño cosquilleo.

El hombre levantó la cabeza y sus largos y delgados dedos sujetaron mi barbilla, -Julieta, eres mi mujer, así que sólo puedes llamarme de una manera, eso es marido, ¿entiendes?

Cuando hablaba, sus ojos negros me miraban con mucha seriedad.

Incluso…eran un poco profundo...

Por un momento me desperté.

¿Cómo podía ser profunda su mirada? Debería odiarme mucho.

-Llámame esposo- Hector me sujetó.

Le miré, sonreí en tono de burla, -Hector, ¿sabes? Llamarte con esa palabra fue mi sueño, pero fuiste tú quien me obligó a alejarme paso a paso. ¿Ahora quieres oírlo? Bien, puedo tratarte así, pero nunca más será con voluntad. Esposo…Mmm…

Apenas terminé de decir esa palabra, la cara de Hector cambió de repente.

Me cerró mis labios con los suyos.

Sentí el fuerte sabor del tabaco entrar en mi boca, llegó a cada rincón.

Quise empujarlo, pero como si mi cuerpo se hubiera quedado sin fuerzas, no pude evitar que me arrastrara.

Tuve que decir que Hector es realmente un maestro en este aspecto.

Un solo beso me hizo caer.

Cuando no quería separarnos, el hombre se apartó de repente, me miró y dijo, -No quiero obligarte, así que puedes llamarme así cuando quieras, pero por ahora, tienes que llamarme Hector en vez de jefe.

Mientras le miraba suspensa, el hombre se sentó en el sofá como si no hubiera ocurrido nada, -Tengo hambre-

El tono de sus palabras no era en absoluto autoritario.

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