Amor desgarrado romance Capítulo 61

Lo miraba a Hector sin saber qué quería hacer.

Me equivoqué de que se fuera después de comer.

Por le había preparado comida a tomar.

La mesa del comedor tenía la forma de redondez, se sentó y tocaba la silla de su lado,dijo, -Aquí.-

-…-

Dudé un momento pero lo acepté.

No pensaba nada más que contentarle para que se fuera.

Me senté al lado observándolo.

Uno.

Dos.

Cuando me pidió el tercer tazón, le pregunté por preocupación, -¿Ya has podido comer tanto en la cena?-

No me contestó.

Así que, lo llené un otro

Terminó la cena, me pidió prestado la tableta para trabajar. No me atreví a negarlo, se la dí y me fui al cuarto para hablar con Alicia en línea.

Le conté todos los extraños de Hector.

Ella solo me envió un mensaje, -Te has enamorado.-

-Imposible.- le contestó.

Luego, la chica se quejó sin parar, -¡Qué hombre! Que es un ser que te abandona cuando estás mientras te ruega cuando lo sales.

Ella tardó más de una hora en comprobar su teoría.

Cuando revisé el tiempo, ya estaba las once, fui a la sala y quisé preguntarle cuándo salió. Estaba en el sofá con la tableta en la mano,

Pero de una postura rara.

Me acerqué, le dijé, -¿Y se hace tarde, no sales?

-No.-

Respondió inmediatamente.

Parecía un poca rara en su cara, con la luz, encontré su frente lisa repleta de gotas.

Lo remiré, su rostro se puso un poco pálido, -Extraño!-

Me adelanté, le saludé incliándome,

-Qué… Qué te pasa?-

-No te preocupes.- Negó con la cabeza quietamente, como si estuviera bien.

Aun así, su cara me había presentado su problema.

-¿Qué tienes, vamos al médico?

Mientras tanto, estuve para llamar al hospital, me tomó la mano, me dijo, -¿Tienes Medicina gástrica?-

¿Medicina gástrica?

¡Fue sólo en el entonces cuando me di cuenta de que debía haber devorado demasiado antes de que tuviera dolor de estómago!

Pero fue el primer día a partir de trasladarme aquí que no me dio tiempo para comprar los medicamentos regulares.

-Me voy por eso.- me calcé hablando.

Afortunadamente no me había cambiado la ropa antes de que el hombre se quedara en la habitación, eso me resultó conveniente.

Le serví un vaso de agua caliente y le convecí acostarse antes de que yo saliera tranquila.

Cuando volví apresuradamente con un montón de medicamentos gástricos, analgésicos y digestivos, su camisa ya se había mojado por completo.

Mirándolo, me sentaba un poco insoportada. Más tarde, le serví las medicinas, a su lado, se me fue una queja, -Mira tu estómago, no hace falta tomar tanto.-

Él permanecía los ojos cerrados, sin decir nada.

Al ver su dolor insoportable, se me ocurrí el escenario cuando de niña me acariciaba la señora del orfanato para aflojar mi estómago. Así le aconsejé, -Quizás pueda amasarlo.-

Pero me arrepintí de lo que dije.

¿Qué digno este Hector, Gerente Hector, comó podría permitir eso?

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