"¿Te estás arrepintiendo? ¿Tan barato era tu amor? ¿Solo desapareció sin dejar rastro después de dos años?" Él la ridiculizó con una voz fría, su mirada fija en ella.
Elisa estaba presionada contra la almohada, con el rostro pálido sin expresión, "Sí, me arrepiento, y no volveré a enamorarme."
No era digna.
Así que se rindió.
El rostro de Benjamín se enfrió lentamente, diciendo ominosamente "Muy bien, si tú no me amas, yo no te dejaré ir. Te haré quedarte a mi lado para redimirte, por toda la vida, eso será tu tormento perpetuo."
Elisa se estremeció, "¿Solo porque mi padre te manipuló, no merecemos tu perdón?"
"Sí, lo que más odio en esta vida es que la gente me manipule, así que tú debes redimirte a mi lado por el resto de tu vida, no tienes elección." Dicho esto, él salió de la habitación, cerrando la puerta con un golpe.
Elisa se sentó en silencio, nunca imaginó que porque su padre lo había manipulado una vez, él la haría pagar por ello el resto de su vida.
Al día siguiente.
Elisa se despertó paulatinamente, la luz del sol entraba por la ventana del piso al techo, muy brillante, pero no reflejaba su estado de ánimo.
Le dolía el estómago de nuevo.
Tenía que levantarse para comer algo, y luego tomar su medicación.
Elisa bajó las escaleras para desayunar.
Ana le había preparado una sopa de ñame que era buena para el dolor de estómago, "Señorita, si puedes comer, hazlo."
"De acuerdo." Elisa comió su caldo lentamente.
Era tan adorable que Ana no podía evitar sentir compasión por ella, acariciando su cabeza.
De repente se escuchó una risa desde afuera, Elisa se giró y vio a Benjamín y Aitana entrando.
Elisa paró de comer, su rostro se ensombreció.
No quería divorciarse, pero llevaba a su amante a la casa, ¡qué hombre tan despreciable!
"Ana, pon los platos y cubiertos." Benjamín, vestido con un traje negro, entró con elegancia.
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