Me fui a casa, esa misma tarde volví a mi hogar junto a mi hija y su padre.
Fue difícil explicarle a mi pequeña que tenía un bebé o más bien ella iba a tener un hermanito o hermanita y no pudo seguir con vida.
— Jessy espera, déjame bajar las cosas y ayudarte. — dijo Sebastián saliendo del auto cuando se estacionó frente a casa.
— No es necesario, puedo sola. — salí del auto y el maldito dolor me hizo apretar los dientes.
La anestesia había pasado y sentía todos los dolores.
Y lamentándome porque mi hermano tenía que ir a trabajar llegué a la puerta acompañada de Luz, la cual venía muy callada.
— Luz, cariño saca las llaves que están en mi bolsillo trasero. — mi hija lo hizo y abrí la puerta encontrándome con una gran sorpresa.
— ¡Abu!
Mamá estaba aquí, en mi casa saludando a mi hija, pestañee para poder creer que verdad estaba aquí, hace mucho tiempo no la veía.
Seguía delgada, con el cabello rubio claro y sus ojos siempre maquillados.
— ¡Abu te extrañe tanto!
— Yo también cariño mío, que grande estás te deje unos regalitos en tu cuarto ve a verlos.
Sin importar el dolor me encaminé rápido hacia ella y la abracé muy fuerte, mientras Luz subía a su cuarto.
— Mi niña. — susurró acariciando mi cabello. — Ya estoy aquí.
No pude aguantar las ganas de llorar, joder parecía que era un mal hábito llorar a cada nada.
— Lamento mucho lo que te paso cariño, tu hermano me llamo ayer y no dude en venir. — aclaro mis dudas. — Fue a buscarme a la estación hace una hora y pasamos por tu trabajo, tenías todas tus cosas allá.
— Lo sé. — me separé del abrazo y sequé mis lágrimas. — Rodrigo me dijo que iría a buscar mis cosas antes de irse del hospital, pero no me contó que venías.
— ¿Cómo te sientes cariño? Ve a acostarte que yo te voy a cuidar. — me dio un beso en la frente.
En ese momento entro Sebastián a la casa.
Mamá alzó las cejas sorprendidas.
— Sebastián. — dijo en un tono sereno.
— ¡Tish! No sabía que estabas en la ciudad, ¿Cómo estás? — el padre de mi hija se acercó para darle un abrazo que no fue correspondido por mi madre como lo hacía habitualmente.
— No tan bien sabiendo que mi hija no está feliz y acaba de perder un bebé.
— Mamá. — le advertí con los ojos que no era el momento.
Mi madre podría ser muy amable pero cuando se trataba de sus hijos podía atacar dónde más dolía.
— No cumpliste tu palabra Sebastián, que decepcionada me tienes. — susurró mi madre solo para ellos dos, pero logré escuchar.
Fruncí el ceño, yo no le había contado la verdadera razón de nuestra separación, pero ella parecía saberlo muy bien.
Y mi mente se activó, Rodrigo.
Mamá podía ser muy persuasiva y mi hermano siempre era el que le contaba le verdad.
— Cariño ve a recostarte, yo iré enseguida con una rica comida porque dudo que comieras en el hospital. — comentó mi madre mientras iba a la cocina.
— Pensaba quedarme para ver qué estuvieras bien, la doctora dijo que hay que tener cuidado en los dos siguientes días. — dijo Sebastián.
— Lo sé, pero mi madre se quedará, podrías quedarte a cenar para estar con Luz, te extraña.
Asintió ante mis palabras y me di media vuelta para subir las escaleras e ir a mi cuarto, pero al primer peldaño sentía que me partía.
— Joder Jessy. — Sebastián llegó a mi lado de inmediato sujetando mi cintura.
— ¿Qué pasó? — pregunto mi madre.
— No puede subir las escaleras. — hablo Sebastián.
— Si puedo, solo denme un segundo. — exhalé antes de subir el segundo peldaño, pero el dolor fue el mismo y solté un jadeo lleno de dolor.
— No, no puedes. — sentenció Sebastián. — Ven aquí.
No me dio tiempo de reaccionar cuando ya me tenía entre sus brazos y pegada a su pecho.
Nuestras miradas de cruzaron y sentí muchas ganas de acurrucarme en sus brazos. Joder lo extrañaba tanto, pero esquivé mi mirada antes de cometer una estupidez.
Parecía que no había dormido nada y tenía la barba crecida, eso no era usual en Sebastián. En el pasillo escuche a Luz hablando con sus muñequitas y entramos al cuarto.
Me dejo en el piso y quitó las sábanas, me ayudó a recostarme en la cama.
— Yo puedo. — dije cuando lo vi con la intención de quitarme los zapatos.
— Déjame ayudarte, Jess, por favor.
No seguí luchando porque era obvio que no podía sacarme los zapatos sin que me doliera el cuerpo entero.
— Puedes traerme un pijama, por favor. — pedí.
— Claro. — no tenía que decirle dónde estaba porque él lo sabía perfectamente.
Abrió el cajón y saco una de color cobrizo de dos piezas.
— ¿Papi podemos ir a jugar a mi cuarto? Extraño mucho jugar contigo.
— Claro princesa, dejemos a tu mamá descansar, dale un beso para que pueda dormir. — Luz se acercó con cuidado para darme un beso.
— Descansa mami.
— Nada de dormir, te vas a tomar está sopa que te hice porque estás desnutrida. — entró mi madre al cuarto con una bandeja.
— Yo también tengo hambre papi. — dijo Luz tirando de la mano de Sebastián.
— Vamos a cocinar algo para mí princesa entonces. — la cargo en sus brazos haciendo que Luz soltará a reír.
— Descansa Jess.
Salieron del cuarto para ir al primer piso mientras mamá dejaba la bandeja en mi mesita.
Me quedé pensando en todo lo que habíamos hablado con Sebastián, habíamos tenido por primera vez una conversación serena y tranquila.
— ¿En qué piensas cariño? — pregunto mi madre mientras acomodaba las cosas en mis piernas.
— ¿Qué hago mamá? — sabía que era la única que podía ayudarme.
Porque los consejos de las madres no fallan, se acercó de besar mi frente, era algo que a mamá le gusta mucho desde que era una niña.
Un gesto de amor entre ambas.
— Dejar de atormentarte, velar por tu hija y preocuparte por ti.
Se sentó en la silla frente de mi tomando mi mano.
— Rodrigo me dijo el motivo de tu separación, pero quiero escucharlo de ti.
— No me hagas esto mamá. — negué conteniendo las lágrimas.
— Te hará bien sacarlo cariño, supongo que hablarlo con tu hermano no es como hablarlo con tu mamá.
— Me engaño, me engaño en mis narices. — cerré los ojos apretando su mano. — Con una modelo en su trabajo y lo peor de todo es que los vi teniendo sexo en su oficina y esa imagen me atormenta seguido porque no puedo dejar de compararme con ella, con lo bonita, delgada y sexi que es.
— Ven aquí cariño. — mamá me abrazo fuerte. — Saca toda esa pena que llevas dentro, llora todo lo que quieras. No puedo prometerte que lo olvidarás porque son cosas que marcan, pero un día todo el dolor se irá y será reemplazado por algo mucho más bonito y volverás a ver la vida de otra manera.
— Siento que me estoy ahogando mamá y no encuentro la salida. — solloce entre sus brazos.
— La encontraremos mi niña, vas a salir adelante.
— Te amo mamá.
— Yo también cariño, yo también. —susurró— Y escúchame bien porque tú eres hermosa, mira ese cabello, esos ojos, esa carita preciosa. Yo no quiero defenderlo, pero él está vuelto loco por ti y sabe muy bien lo que hizo porque noto si arrepentimiento pero tú tienes que buscar tu paz mental y deja que el tiempo haga de las suyas, un paso a la vez cariño.
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