Michael Hall
Abrí los ojos lentamente, sintiendo el peso de una resaca agobiante, fruncí el ceño porque no recordaba haber tomado para que me doliera la cabeza.
Una luz penetrante atravesaba las cortinas semiabiertas de una habitación que no conocía, y mi cabeza palpitaba con cada latido. Observé a mí alrededor, confundido y preocupado, y un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando me percaté de dos cosas, estaba en un hotel y tenía a una mujer desnuda al lado en la cama.
—¿Qué diablos es esto? —susurré en voz alta.
Fruncí el ceño al verla, tratando de recordar cómo había terminado allí y quién era esa mujer a mi lado. Cuando mi mirada se enfocó bien en ella, alzó el rostro y la reconocí, era Suzanne, la prima de Bárbara, lo cual me resultó desconcertante, porque lo último que recordaba era haber estado bailando con ella.
Intenté incorporarme, pero un dolor punzante en mi cabeza me hizo retroceder con un gemido. Miré a Suzanne y mi gesto se tornó serio.
—¿Qué demonios estamos haciendo aquí? —inquirí con voz áspera y molesta.
Suzanne, por su parte, me devolvió una sonrisa pícara y llena de complicidad.
—¿No recuerdas nada de anoche? ¡Fue genial! —señaló ella con una mezcla de diversión y curiosidad.
Lo que sus palabras sugerían, me hizo fruncir más el ceño, incapaz de recordar algo de lo que ella estaba hablando.
—No tengo idea de qué estás hablando. ¿Qué pasó anoche? Porque lo último que recuerdo es nosotros bailando —cerré los ojos tratando de recordar—, tú me besaste, mientras yo intentaba separarme ¿Qué me hiciste? ¿Qué sucedió entre nosotros?
De nuevo me levanto, el vértigo y el dolor de cabeza se intensificaron, lo que hace que me aferre al borde de la cama, pero no me volví a sentar en la cama.
Al ver mi desnudez, me sentí aún más vulnerable y desorientado.
—Habla de una vez ¿Por qué estábamos desnudos y acostados en la misma cama? —pregunté con temor sin poder evitar la opresión que se me instalaba en el pecho.
Suzanne, todavía sonriente, terminó revelándome detalles que me dejaron sin habla.
—Es obvio lo que sucedió entre nosotros, lo que ocurre entre un hombre y una mujer que se atraen —pronunció divertida.
—¡Estás equivocada! Nunca me sentí atraído por ti, te dije claramente que no estaba disponible, porque soy un hombre casado que amo a mi esposa —expresé con firmeza y ella sonrió como si yo no hubiera dicho nada.
—Pues anoche y durante la madrugada no pensaste lo mismo, vivimos un momento intenso. Fue una noche memorable, Michael, única, apasionada… —comenzó a decir ella, pero la interrumpí mientras mis ojos se abrieron sorprendidos.
—¡Perdón! No sé qué crees que sucedió, pero esto es un error. Debería irme —exclamé, terminándome de alejar y apresurándome a encontrar mis ropas para vestirme.
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